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La "enfermedad" del mal

Me escribe un médico catalán seguidor del blog para comentarme que este fin de semana pasado ha tenido lugar en Barcelona una convención para hablar sobre el mal, la delincuencia asociada al mismo y las posibles enfermedades que están relacionadas con el mismo. Independientemente de lo que se dijera en dicho evento, que desconozco, apenas sé algunas cosas por la prensa y me han parecido interesantes (como que la crisis económica puede generar estas situaciones de «colapso» y malestar vital como consecuencia de la precariedad) me parece oportuno reflexionar sobre la patologización de todo, consecuencia de la medicalización de la vida a la estamos sometidos. Ya digo que esta no es una crítica al evento en sí sino que reflexionamos gracias a lo que nos ha evocado el tratamiento que han dado algunos medios catalanes sobre el mismo.

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Hace unos días en un congreso de Psiquiatria en Barcelona se produjo una transcendente declaración, recogida por casi todos los medios de comunicación, que constituye el inicio de un proceso de gestación que puede dar lugar a importantes cambios en nuestra sociedad. Nadie hasta ahora parece haberse dado cuenta de la amenaza.
En síntesis, se trata de la exposición por parte de reconocidos e importantes psiquiatras de una hipótesis según la cual,  personas con conductas que la mayoría de la sociedad clasificaría como “malas”, en realidad podrían ser víctimas de una enfermedad.
Sospecho que algunos de los psiquiatras de la Asociación Americana ya están buscando una denominación corta o unas siglas para este mal y reservando un código para la próxima revisión del DSM-IV y. Y es posible que ya estén pensando sobre cuales serian los criterios mayores y cuales los menores para llegar al diagnóstico. También se habrán comunicado con alguna multinacional del medicamento pera ver que fármaco, probablemente uno nuevo en la familia de los antipsicóticos atípicos, seria el más adecuado para estos pacientes.
Todos sabemos lo que es el DSM-IV ya que ninguno de nosotros escaparíamos sin diagnóstico de las enfermedades y transtornos que contienen sus páginas. Tal es su forma de “medicalizar” es decir de hacer “patologizar” nuestros rasgos de personalidad, nuestras respuestas ante los diferentes problemas de la vida o  nuestros déficits afectivos. También conocemos el grado de implicación que tienen sus revisores con las industrias multinacionales del medicamento.
Realmente la Psiquiatria es una especialidad que se mueve constantemente en la en la incertidumbre. No dispone de elementos objetivos, es decir cuantificables, de diagnóstico. Se mueve en la más pura subjetividad del paciente i del psiquiatra. Alguien podría esgrimir los tests y cuestionarios como elementos de medida, pero desafio a la persona más sana mentalmente a que responda el famoso test de personalidad MMPI dos veces en un dia y que el nivel de coincidencia consigo mismo en las dos pruebas sea significativo. Por ello se ha convertido en una importante línea de negocio de las multinacionales y no solamente en más y más “me too” (más de lo mismo) en casi todos los campos (antidepresivos y antipsicóticos principalmente), sino que han ido más allá recomendando indicaciones fuera de la ficha técnica como en el caso de muchos antiepilépticos modernos a los que la indicación clásica no daba el número suficiente de pacientes para hacer negocio y se inventaron acciones relacionadas con estos fármacos como “moduladores del estado de ánimo o moderadores de la impulsividad, etc.”. Muchos profesionales ingenuos pero de buena voluntad han llegado a creer estas historias creadas y extendidas por numerosos líderes de opinión sin ninguna ingenuidad y con no tan buena voluntad, especialmente del otro lado del océano.
En los últimos tiempos a las multinacionales les están creciendo los enanos: se están demostrando eficacias muy bajas e incluso nulas y efectos secundarios graves en muchos productos (antidepresivos, antipsicóticos, fármacos para el Alzheimer, etc.), y las novedades (escitalopram, duloxetina, parches de testosterona para mujeres, inhibidores de los receptores de melatonina, etc.) que han lanzado con gran inversión en marketing como “medicamentos de última generación” parece que no dan los resultados que esperaban. Por ello necesitan alguna idea brillante que pueda alegrar a los bolsillos de los inversores.
Si cerramos los ojos por un momento y pensáramos sobre qué pasaría si un dia parte de nuestra sociedad llegara a creer, por la inducción interesada de la industria, en la existencia de una enfermedad que provocara en las personas afectadas una mala conducta, se  nos abrirían muchos interrogantes:
¿Quién pone la etiqueta de “poseído por el mal”?, ¿El psiquiatra? ¿Con qué criterios? ¿Con qué test?: por ejemplo ¿cuando era niño le quitaba las patas a las hormigas? ¿quitaba las novias a sus amigos? ¿engañaba a sus padres fumando a escondidas? O por el contrario: ¿maltrata a su mujer? ¿roba en su empresa? ¿engaña a hacienda?
¿Quién les quitaría la etiqueta del mal y cuando? ¿Podrían curarse? ¿Quien les quitaría la “mala fama” social adquirida con el diagnóstico?
¿Supondria un factor eximente de responsabilidad en la comisión de un delito? ¿Sería una nueva herramienta para el abogado defensor del delincuente? ¿Cuál sería entonces la función de los jueces y los jurados? ¿Los genocidas, los pederastas, los terroristas pasarían unos meses en un psiquiátrico tomando pastillas antes de salir en libertad?
¿Cuál sería el trato que la sociedad reservaría para estos “enfermos”? ¿Y las familias, compañeros y amigos? ¿Se les obligaría por ley a hacer tratamientos aunque no estuvieran de acuerdo con los mismos? ¿Seríamos todos “un poco” malos?
¿Se trataría de una enfermedad hereditaria? ¿Tendría una base biológica? ¿interferiría la función de neurotransmisores sobre los receptores específicos del mal de nuestros cerebros? ¿habría que detectarla precozmente en niños? ¿En la sociedad del futuro no habrían personas malas?
Es curioso que ahora que la iglesia ha perdido, en gran parte y  afortunadamente, su influencia en “nuestras almas” aparezca ahora un nuevo movimiento social conducido por psiquiatras que intente decidir lo que es bueno y lo que es malo y que además tenga la potestad de curar a los malos haciéndolos buenos con unas pastillas.
Mi miedo es que todo esto que no pasaría de un mal argumento para una novela de ciencia-ficción, pueda estar en la mente de alguien con poder que pueda estar ya empezando a creer también en sus posibilidades como línea de negocio.

En los últimos lustros se han ido extendiendo hipótesis (en algunos casos consolidadas) según las cuales hay personas con conductas que la mayoría de la sociedad clasificaría como “malas” y que en realidad podrían ser víctimas de una enfermedad. Puestos a consultar con algún colaborador, Josep M, médico de familia, me comentaría medio en serio medio en broma:

«Sospecho que algunos de los psiquiatras de la Asociación Americana ya están buscando una denominación corta o unas siglas para este mal y reservando un código para la próxima revisión del DSM-IV [el Manual de diagnóstico y tratamientos de patologías mentales, que es la «biblia de la psiquiatría ‘de facto’]. Y es posible que ya estén pensando sobre cuales serían los criterios mayores y cuales los menores para llegar al diagnóstico. También se habrán comunicado con alguna multinacional del medicamento pera ver que fármaco, probablemente uno nuevo en la familia de los antipsicóticos atípicos, sería el más adecuado para estos pacientes. Todos sabemos lo que es el DSM-IV ya que ninguno de nosotros escaparíamos sin diagnóstico de las enfermedades y trastornos que contienen sus páginas. Tal es su forma de ‘medicalizar’ es decir de hacer ‘patologizar’ nuestros rasgos de personalidad, nuestras respuestas ante los diferentes problemas de la vida o  nuestros déficits afectivos. También conocemos el grado de implicación que tienen sus revisores con las industrias multinacionales del medicamento».

No exagera este galeno y de hecho en estas páginas ya hemos publicado sobre cómo este Manual de Diagnóstico tiene categorías como el Trastorno Oposicionista Desafiante que no es ni más ni menos que la conceptualización como enfermedad de la rebeldía natural de los niños. Realmente la psiquiatría es una especialidad que se mueve constantemente en la incertidumbre. No dispone de elementos objetivos, es decir cuantificables, de diagnóstico. Se mueve en la más pura subjetividad del paciente y del psiquiatra. Así me lo hace constar mi interlocutor:

«Alguien podría esgrimir los tests y cuestionarios como elementos de medida, pero desafío a la persona más sana mentalmente a que responda el famoso test de personalidad MMPI [Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesotta] dos veces en un día y que el nivel de coincidencia consigo mismo en las dos pruebas sea significativo. Por ello se ha convertido en una importante línea de negocio de las multinacionales farmacéuticas y no solamente en más y más “me too” (más de lo mismo) en casi todos los campos (antidepresivos y antipsicóticos principalmente), sino que han ido más allá. Han recomendado indicaciones fuera de la ficha técnica como en el caso de muchos antiepilépticos modernos a los que la indicación clásica no daba el número suficiente de pacientes para hacer negocio y se inventaron acciones relacionadas con estos fármacos como ‘moduladores del estado de ánimo o moderadores de la impulsividad, etc’. Muchos profesionales ingenuos pero de buena voluntad han llegado a creer estas historias creadas y extendidas por numerosos líderes de opinión sin ninguna ingenuidad y con no tan buena voluntad, especialmente del otro lado del océano».

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Si cerramos los ojos por un momento -ironiza Josep M.- y pensáramos sobre qué pasaría si un día parte de nuestra sociedad llegara a creer, por la inducción interesada de la industria, en la existencia de una enfermedad que provocara en las personas afectadas una mala conducta, se nos abrirían muchos interrogantes:

¿Quién pone la etiqueta de “poseído por el mal”?, ¿el psiquiatra? ¿con qué criterios? ¿con qué test? Por ejemplo ¿cuando era niño le quitaba las patas a las hormigas? ¿quitaba las novias a sus amigos? ¿engañaba a sus padres fumando a escondidas? O por el contrario: ¿maltrata a su mujer? ¿roba en su empresa? ¿engaña a Hacienda? ¿Quién les quitaría la etiqueta del mal y cuando? ¿Podrían curarse? ¿Quien les quitaría la “mala fama” social adquirida con el diagnóstico? ¿Supondría un factor eximente de responsabilidad en la comisión de un delito? ¿Sería una nueva herramienta para el abogado defensor del delincuente? ¿Cuál sería entonces la función de los jueces y los jurados? ¿Los genocidas, los pederastas, los terroristas pasarían unos meses en un psiquiátrico tomando pastillas antes de salir en libertad? ¿Cuál sería el trato que la sociedad reservaría para estos “enfermos”? ¿Y las familias, compañeros y amigos? ¿Se les obligaría por ley a hacer tratamientos aunque no estuvieran de acuerdo con los mismos? ¿Seríamos todos “un poco” malos? ¿Se trataría de una enfermedad hereditaria? ¿Tendría una base biológica? ¿interferiría la función de neurotransmisores sobre los receptores específicos del mal de nuestros cerebros? ¿habría que detectarla precozmente en niños? ¿En la sociedad del futuro no habrían personas malas?

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Este médico concluye:

«Es curioso que aparezca un nuevo movimiento social conducido por psiquiatras que intente decidir lo que es bueno y lo que es malo y que además tenga la potestad de curar a los malos haciéndolos buenos con unas pastillas. Mi miedo es que todo esto que no pasaría de un mal argumento para una novela de ciencia-ficción, pueda estar en la mente de alguien con poder que pueda estar ya empezando a creer también en sus posibilidades como línea de negocio«.

Más info: El libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009), explica en uno de sus capítulos cómo se inventan enfermedades mentales.

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15 comentarios

  1. Hola.
    Estaría muy de acuerdo con vuestros razonamientos metafísicos sobre la maldad si no fuera porque conozco bien a una persona que, de ser creyente, pensaría que es el mismo diablo. No entiendo por qué, pero lleva toda su vida empeñada en hacer sufrir a los que la rodean (al menos a los que me rodean a mí), tramando siempre la manera de hacer el mayor daño posible con sus palabras y atemorizándome de tal forma que no quiero ni volver a tener ninguna relación con esta «persona». Entiendo que hasta que no conoces a alguien así es difícil creer que a alguien le guste herir «gratuitamente». Por eso creo que se debería hacer algo para ayudar a estas personas a encontrar lo que necesitan y se me ocurre que por la vía médica se podría obtener algún resultado.
    ¿Qué piensan ustedes? ¿Han conocido a alguien parecido? ¿Saben si existe alguna enfermedad donde el paciente necesite herir a personas que en principio debería apreciar y que además se esfuercen en mostrar su «poder» sobre éstas? Gracias por su ayuda.

  2. Hola Haideé, dices «de hecho ya hay un juez en Madrid que comenzó a cuestionar a psiquiatras y psicólogos por este etiquetado» y «llevo tiempo hablando de otro modo de mirar, mirar con los ojos del alma en mi blog.»

    Me interesa mucho saber que juez es del que hablas pues tengo unos problemas legales y se están fabricando falsos diagnosticos psiquiatricos para perjudicarme, ¿podrias publicar su nombre para intentar poner una contra denuncia en su juzgado y aclarar así los problemas que se me crea bajo el amparo de falsos diagnosticos?

    ¿Cual es tu web?

    Muchas gracias, Fernando.

  3. Pienso que todo o mucho de lo que se denomina «maldad» es desequilibrio del alma, ahora bien, no es en las pastillas donde se encuentra la solución, sino con una adecuada educación en valores. O sea, PRE-venir y amor, amor, amor, amor …….

  4. Hola, solo quiero subrayar que el comentario de Clara: «…nada de lo que nos ocurre nos pasa aisladamente, individualmente. Todo lo que hacemos las personas hay que entenderlo en un contexto social, no debemos olvidar eso», ha sido un auténtico bálsamo porque a veces, incluso con las personas más cercanas, resulta difícil explicar que la incomprensión por las preocupaciones sociales -mucho más allá que las personales- provoca depresión y que la frustración proviene de ser conscientes porque se percibe que a mucha gente le falta dar el paso de comprender que las acciones siempre serán colectivas. Hay gente que hoy en día realizan un viaje turístico por quince días en plan ONG y pretenden dar lecciones de humanidad y no entienden cuando les dices que la pobreza es provocada por nuestras «consagradas» Instituciones Internacionales: La FAO generadora del hambre en el mundo y esparcir tóxicos; la OMS para canalizar los productos de los intereses farmacéuticos; la ONU para que los países más poderosos y los mayores traficantes de armamento; la OTAN como ejército mundial allí donde haya recursos naturales que explotar y drogas «ilegales» que controlar para financiar las «operaciones especiales» de la guerra. Y también muchas ONG. ¿Dónde había más ONG antes del terremoto de Haití?: en Haití. Gracias, uf…

  5. La historia de la psiquiatría es tan aterradora que, si la maldad es, como se intenta interesadamente hacer creer, una enfermedad, una patología, la mayor parte de los psiquiatras son enfermos mentales.

    Hay sobre el tema de la maldad un lío tremendo. Por un lado, ser malo es bueno, puesto que el malvado suele tener impunidad y logra con mayor efectividad lo que la cultura dominante quiere a toda costa que consideres deseable: el placer inmediato, poder, dinero, control.

    Pero el lío no acaba aquí: los malos se confunden con los buenos cuando todos pretenden ser víctimas. Esto es como la paradoja del que siempre dice la verdad y el que siempre miente: ambos afirman decir verdad. Y no es fácil distinguirlos a veces: se necesitan trucos drásticos, al estilo del rey Salomón amenazando con partir al niño, para que la verdadera madre –la verdadera víctima- se manifieste renunciando.

    Por último, nada de lo que nos ocurre nos pasa aisladamente, individualmente. Todo lo que hacemos las personas hay que entenderlo en un contexto social, no debemos olvidar eso. Un siglo XX sangriento como jamás ha habido otro, desproporcionadamente brutal, fratricida, que ha jodido bien el planeta, que ha promovido como valores humanos el máximo beneficio particular sin pensar en los daños colectivos, es el contexto histórico donde los malvados están en su salsa, en que ser malo parece lógico y natural. No es posible alcanzar tal cifra de horrores sin materia humana que los realice, sin una masa de malvados dispuesta a ejercer. Pero entonces ser malo es lo normal, y lo patológico, en el sentido de desviado de la normalidad, es mantenerse bueno, noble y generoso.

    Deberemos, pues, atiborrar de pastillas a estos últimos.

  6. Hola, mi nombre es Sonia, tengo dos nietos la niña celiaca de siete años diagnosticada con dieciseis meses, esta perfectamente, y
    mi querubin con alas de tres años casi cuatro con TDAH.
    El niño empezo con terapia, psicologo, psiquiatra, hace dos meses, se que es poco tiempo, pero confio en la terapia.
    En cuanto a tu entrada, bueno, desconfio de la industria farmaceutica, lo he vivido muy bien cuando trabaje en Africa….
    son o, digamos no son «generosos» con la humanidad y sus necesidades.
    Un abrazo
    Gracias por tu blog

  7. Como he dicho otras veces me parece un blog estupendo que visito con frecuencia, pero hoy quiero expresar mi dasagrado con la foto del lobo y la piel de cordero. Los lobos son animales salvajes y sociables que nada tienen que ver con el mal, los neocon o la estupidez humana, tan solo padecerla.

  8. Sería muy, pero muy conveniente que se impidiera diagnosticar a los médicos, sobre todo a algunos… y que comenzaran por tratarse a si mismo con homeopatía y flores de Bach, además de practicar meditación, no sólo para relajar, eso lo hace cualquier otra técnica, sino la que profundiza en la personalidad… Es cada vez más evidente su gran ignorancia de lo que es ser un ser humano… comenzando por ellos mismos… Cada vez hay más enfermos, y siempre se repite que hacen falta más médicos, no señores, no, hacen falta menos enfermos y para esto hace falta saber curar, que no drogar y quitar de enmedio aquello que no tengo ni la más mínima idea de como solucionar. Es tan fácil para estas personas poner etiquetas, eso si, ellos quedan fuera de este etiquetado para eso les han dado un título oficial en alguna facultad al uso… Es esto legal. No, no es legal, y como siempre acabará siendo la justicia la que medie en el asunto. De hecho ya hay un juez en Madrid que comenzó a cuestionar a psiquiatras y psicólogos por este etiquetado.
    Y estoy en una facultad de psicología, vamos que sé que es lo que se enseña, en esta en particular y como salen de allí aquellos que tienen un título hermoso y reluciente… absolutamente ignorantes de si mismos para comenzar, y de la mayoría de los tratamientos no basados en medicamentos.
    Cada ser humano es único en si mismo, y como tal ha de se escuchado y entendido. Por lo tanto esto tan sólo se desarrolla con la empatía, y esta no es subjetiva, es lo más eficiente que tiene un ser humano evolucionado, no por ello titulado, ni con muchos años. Un niño puede serlo perfectamente, por esto acaban teniendo problemas en su entorno porque nadie les escucha, y digo escuchar no hace tests… Espero haberme explicado.
    Llevo tiempo hablando de otro modo de mirar, mirar con los ojos del alma en mi blog. Espero que haya algún médico, psicólogo y psiquiatra que tenga el mínimo interés por acercarse con humildad y quiera saber más sobre que somos los seres humanos,
    Y si no que lean todo lo publicado hasta hoy por el centro que formó el Dalai Lama, así podrán comenzar a sentir lo que es ser en verdad médico y cualquier otra modalidad que ayuda a los seres humanos a curar, curarse.
    El que quiere puede 🙂
    Un abrazo

  9. ¿Se les ha ocurrido a los que proponen esto que, según su propio criterio, ellos serían los primeros en necesitar dicho tratamiento?

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