Primer suicidio de una persona enferma de electrosensibilidad
Ayer por la mañana me llamó Ángel, entre sollozos que me compungían el corazón me contó que su madre se había suicidado hacía sólo dos horas. Se trataba de Ángela, una mujer diagnosticada de Hipersensibilidad a los Campos Electromagnéticos (EHS) o electrosensibilidad.
He publicado en varias ocasiones sobre ella. La vida de Ángela corría peligro. Para esta mujer, vivir en una sociedad con unos niveles de contaminación electromagnética enormes era prácticamente imposible. Vivía en Pinto (Madrid), a pocos metros de una antena de telefonía móvil y hubo de huir de su casa y buscar refugio en el campo. Pero eso la obligaba a vivir aislada tras una vida de sociabilidad.
Sé que había mejorado mucho en los últimos meses, no me lo esperaba. Se fue la mujer que escondía su rostro bajo el burka de una modernidad malentendida. Aquí nos quedamos los demás tratando de concienciar sobre la represión invisible de la comunicación inalámbrica. Políticos de todas ideologías la ignoraron. Como me repetía ayer Ángel, esto es un problema muy gordo y va a explotar.
Hoy la primera persona que ha conseguido una incapacidad permanente tras trabajar en un ambiente muy contaminado electromagnéticamente, Minerva, me cuenta que se ha creado la Asociación de Electrosensibles por el Derecho a la Salud. Como explican en un comunicado:
Ángela no pudo soportar en los últimos días una nueva inmisión de este tipo de radiaciones en la vivienda en la que se había refugiado. Los síntomas reaparecieron con fuerza con efectos devastadores para su sistema nervioso y Ángela no tuvo la fuerza de resistirlo. Denunciamos la impasividad y la desatención de autoridades competentes que vivió Ángela que se vio obligada a huir de su casa con altísimos niveles de radiación afectada por una antena de telefonía situada a 50 metros de la misma.
Ante todo esto, las autoridades de Pinto, donde residía, no le dieron ninguna respuesta, pese a sus peticiones y las de su familia. Además sufrió una atención inadecuada de los responsables de salud por la no aceptación del origen de su sintomatología, tratando el problema como psiquiátrico, que vino a agravar su situación y padecimiento. Este caso es representativo del sufrimiento que actualmente estamos experimentando todas las personas afectadas que no encontramos tratamiento sanitario adecuado ni ningún apoyo institucional ante el aumento descontrolado de este tipo de radiaciones que nos enferman.
Reclamamos la necesidad urgente de atender este problema de salud generado por la masiva exposición descontrolada de radiaciones electromagnéticas, en una sociedad en la que no es posible encontrar un rincón libre de esta contaminación, donde las redes wifi y de telefonía móvil e inalámbrica han invadido todo lugar: hospitales, centros de salud, trenes, metro, autobuses, escuelas, universidades, domicilios, que están enfermando a muchas personas que pierden su salud, su trabajo y sus casas, sin recibir ningún apoyo y protección.
Todo ello a pesar de las alertas de los riesgos para la salud, lanzadas en múltiples declaraciones científicas, recomendaciones de la Unión Europea (UE) y de la reciente clasificación de posiblemente cancerígeno por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Denunciamos también la connivencia y ausencia de intervención ante este grave problema de salud pública por parte de las autoridades políticas, que ceden ante las presiones del lobby de industria de las telecomunicaciones y se decantan por los beneficios económicos sin atender los efectos negativos de este despliegue tecnológico sobre la salud de sus ciudadanos, ignorando la aplicación del principio de precaución, que contribuiría a hacer compatible la tecnología con la vida saludable.
Tristemente este tipo de noticias son cada vez más frecuentes en nuestra sociedad, especialmente en Europa. La calidad del aire suele ser asociada con la contaminación de la atmósfera con productos químicos pero se tiende a ignorar o subestimar la contaminación electromagnética, totalmente invisible e igual o mas dañina que la contaminación química.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor de 7 millones de personas mueren cada año debido a la contaminación del aire. En Europa la esperanza de vida se ve reducida 9 meses de media por la misma razón. Son datos alarmantes que incitan a reflexionar si las normativas actuales son demasiado permisivas o si están pensadas para favorecer los intereses económicos de unos pocos. Como siempre los más perjudicados somos nosotros o en este caso tan desafortunado la Señora Ángela. Que Descanse En Paz.