La verdad sobre lo que cuesta producir un medicamento

Es uno de los asuntos que expliqué el domingo pasado en Hervás, en el Centro Clamena, en mi conferencia sobre medicamentos. El precio de los fármacos tiene que ver con su coste de producción pero este no es el que nos explican algunas industrias productoras.

El mes pasado numerosos oncólogos denunciaron que los medicamentos contra el cáncer tienen precios excesivos. No es un hecho aislado. El desarrollo de un nuevo medicamento cuesta menos de 100 millones de dólares, no los alrededor de 900 millones que argumenta la industria. La diferencia es sensible.

British Medical Journal (BMJ), la prestigiosa publicación de los médicos británicos, afirma:

El mito popular creado por la industria farmacéutica que desarrollar un nuevo medicamento cuesta de 1.000 millones de dólares (unos 750 millones de euros) permanece inmutable, a pesar que ha sido refutado en innumerables ocasiones.

Hay investigadores que se preguntan ¿qué obtenemos a cambio de todo ese dinero? No es cuestión baladí. En El País también se han publicado propuestas como que la Administración sólo financie medicamentos a precio de oro que funcionen. Es que además de inventarse las cifras de lo que cuesta producir un fármaco hay laboratorios que, con el consentimiento de las autoridades sanitarias, venden medicamentos poco o nada eficaces.

Ahora, también en El País, nos cuentan que hace poco, Andrew Witty, consejero delegado de la multinacional británica GlaxoSmithKline, se sinceró ante sus colegas que asistían a una conferencia en Londres: los aproximadamente 1.000 millones de euros que según la patronal del sector cuesta poner en el mercado un fármaco nuevo “es uno de los grandes mitos de la industria farmacéutica.

¿De dónde sale esta cifra? Joan Tallada, consultor y profesor de Economía de la Salud, indica que su origen está en un estudio publicado en 2003 por Joe DiMasi y sus colegas de la Universidad Tufts de Estados Unidos. En él, utilizando datos proporcionados por las propias compañías, los autores llegan a la conclusión de que la Investigación más Desarrollo (I+D) de un nuevo medicamento alcanzaba en torno a los 800 millones de dólares, que luego se convertirían en los míticos 1.000 millones de euros.

Algunas observaciones:

-Estos datos están envueltos de conflictos de intereses de las fuentes.

-Las empresas trasladan los gastos generados por sus proyectos fallidos a los costes de sus productos exitosos.

-La tasa de coste de capital del 11% que adoptan DiMasi y sus colegas. Dicha tasa es el retorno que el inversor espera obtener por inmovilizar su capital durante los diez que puede tardar el desarrollo clínico del fármaco. ¿Es razonable?

Con la información de la que disponemos resulta muy difícil conocer el coste promedio real de la innovación farmacéutica (fijaos que las cifras que barajan los especialistas difieren) pero lo que parece claro es que el dogma de los 1.000 millones es cada vez menos sostenible. Si queréis profundizar en todo esto leed, como lo he hecho yo, el excelente libro de Merrill Goozner La píldora de los 800 millones de dólares.

Suscríbete a mi Newsletter

¡Y únete a mi comunidad!

¿Te apasiona la salud, la alimentación y la ecología? No te pierdas mis investigaciones exclusivas y análisis en profundidad. Suscríbete a mi newsletter y recibe contenido directamente en tu bandeja de entrada.

¡Suscríbete ahora y sé parte del cambio!

¡No hago spam! Lee mi política de privacidad para obtener más información.

Compártelo:

6 comentarios

  1. El punto 2 y 3 me parecen normales a la hora de contabilizar costes. El punto 1 es muy difícil de contrastar. Con estos argumentos casi les haces un favor a las farmacéuticas.

  2. Por lo que se puede ver son muchas las ideas que la industria farmacéutica ha generado sobre muchos temas que luego han resultado ser falsas. Sin duda Miguel este artículo que has escrito no me sorprende en absoluto. Con esto pasa lo mismo que con la falsa investigación de las distintas moléculas a las que se les ha cambiado un radical y se le ha aumentado el precio de manera salvaje.

    En este saco se puede meter a casi cualquier producto del mercado ya sea, antifúngico (Ketoconazol y todos sus azoles), producto para el colesterol (Lovastatina y todas las estatinas que llegaron detrás), para la ansiedad (Diazepam y todos los que le siguieron),antiglucémicos, antibióticos y demás. Todos ellos amortizados una y otra vez cambiando muy poquito de ellos y renovando la patente una y otra vez por diez mas diez mas diez años cada vez. Engordando la facturación y creando una necesidad de consumo que ahora nos está pasando factura de verdad.

    No sé hasta dónde llegará esto. Supongo que al propio gobierno le debe interesar ya que crea caché para sus miembros estar cerca de empresarios importantes y multinacionales fantásticas y todopoderosas. Lo que si es cierto es que continua el despliegue de visitadores médicos y la presión sobre el médico y nadie hace nada. Continúan las cenas de los laboratorios para generar ventas y nadie lo para ¿cuestión jurídica, Intereses creados, Poder de unos pocos? Cada uno piensa lo que quiere pero en el fondo da lo mismo. Oídos sordos y ojos que no quieren ver.

  3. Miguel, ese artículo que mencionas de los oncólogos puede ser digno de reseña, pero sólo por el tema que comentas: que denuncian que son carísimos. Sólo en el caso de Glivec entiendo que se defienda para los pacientes, pues aunque no cure mejora “significativamente la supervivencia”. Pero ello no justifica que la escepción de la regla les sirva para dar a entender cosas que no son. Juegos de palabras capciosos como: “los medicamentos anticancerosos necesarios para preservar la vida de los enfermos” me parecen malignamente intencionados y faltos totalmente a la verdad. No conozco ninguna quimioterapia que preserve la vida de los pacientes (conservar, proteger, cuidar, guardar, resguardar, defender, amparar o asegurar). Es pura propaganda. Si no se les curaría algún paciente paliativo lo cual no ocurre.

    Si la FDA aprobó en 2012 doce medicamentos “utilizados en” el cáncer me parece fantástico, pero sin embargo ¿por qué el Dr. Stanislaw Burzynski (http://youtu.be/PNBos3OkZkk )que descubrió los antineoplastones en 1970, para conseguir finalmente que se pudieran hacer estudios clínicos (ahora en curso) tuvo que batallar legalmente durante años tras haber sido procesado dos veces en una persecución desproporcionada a manos de la FDA? si este tratamiento tiene efectos MUCHÍSIMO mejores que el único que se nombra. ¿Quizá porque la patente es de un científico, médico y defensor de la curación del cáncer, y no de una farmacéutica?

  4. Sinceramente nunca me había planteado el origen de esa cifra que como bien dices se usa habitualmente como el “precio de desarrollo” de un fármaco.
    Coincido en gran parte con las reflexiones del post, excepto en una: teniendo en cuenta la enorme probabilidad de que un fármaco se caiga durante los estudios preclínicos y clínicos, me parece totalmente legítimo incluir como gasto para llevar a mercado UN medicamento los gastos invertidos en fármacos que NO llegan al mercado.
    Lo que sí es cierto es que se debería analizar qué se incluye como coste en investigación, pues en muchos casos las farmas licencian proyectos desarrollados por biotech (que a su vez en muchos casos provienen de licencias a centros públicos de investigación) cuando los ensayos clínicos ya están en estadíos con mucho menos porcentaje de fallo, ¿el precio pagado por esa licencia se incluye como inversión en i+d?
    Sin duda este tema puede dar para muchos posts…me apunto la recomendación de ese libro para seguir reflexionando 🙂

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *