Si quieres “comprar” a un médico págale una conferencia mejor que una comida
La revista British Medical Journal (BMJ), que tiene su origen en la asociación de médicos británicos, ha publicado un estudio con conclusiones inquietantes sobre cómo la industria farmacéutica consigue rentabilizar los pagos que hace a los profesionales sanitarios. La conclusión os la adelanto: si quieres “comprar” a un médico págale una conferencia mejor que una comida, que además queda más “científico”.
Lo han realizado varios expertos en salud pública de Estados Unidos (EE.UU.) y prueba que los fabricantes de medicamentos obtienen más del médico si le pagan por dar una conferencia que si le dan de comer o le ofrecen obsequios. El caso es que el soborno institucionalizado que significa que los médicos -de hospital en este caso- puedan recibir prebendas de las industrias funciona, BMJ lo que podemos comprobar ahora es en qué grado y qué estrategias le funciona mejor a los corruptores.
Para llegar a estas conclusiones los profesionales que han hecho el trabajo se han centrado en dos grupos de medicamentos muy consumidos, los anticoagulantes y los fármacos no insulínicos para la diabetes. La muestra con la que han contado es amplísima, más de diez millones de usuarios de Medicare (el sistema estadounidense de sanidad pública gratuita). El estudio analizó lo que prescribieron más de 600.000 médicos en 45 millones de recetas que se firmaron en 306 hospitales de EE.UU.
En esa muestra analizada se produjeron casi un millón de pagos individuales a médicos que sumaron 54 millones de euros. La media pues sale a 54 euros por cada atención al galeno. El trabajo ofrece datos que permiten deducir que los pagos más elevados son los únicos que tienen una relación significativa con una mayor prescripción.
Es decir, pagarle a un doctor o doctora la inscripción a un congreso o remunerarle por dar un a conferencia o un curso tiene mayor efectividad a la hora de traducirse en la prescripción de esos fármacos estudiados.
Y los autores de este trabajo dan datos concretos: por cada dólar que se ofrece por encima de la media citada aumenta un 0,04% la prescripción del medicamento. Es decir, sale a cuenta “invertir”.
Cuando publiqué el libro Laboratorio de médicos. Viaje al interior de la medicina y la industria farmacéutica (Península, 2011), los visitadores médicos, galenos y profesionales que consulté me hablaban de un cambio que estaba produciéndose. Ya no se “compraba” de manera tan descarada al médico para que recetase sino que el soborno se vestía de ciencia mediante la estrategia citada, la invitación a eventos presuntamente científicos.
Algunos eran una tapadera, no se hacían y sólo eran la excusa para darle el dinero al doctor de turno.
Con el tiempo, se ha intensificado la invitación a congresos y conferencias y el “tarugueo” sanitario -como se conoce en el ámbito sanitario a que los laboratorios, por medio de los llamados visitadores médicos, ofrezcan dinero, regalos o prebendas a los profesionales de la medicina a cambio de que receten sus tratamientos- ha ido expandiéndose a farmacias y hospitales.
Hoy, el principal lobby de la industria farmacéutica en España, la patronal de laboratorios Farmaindustria, obliga a sus asociados a la publicación de lo que cada compañía gasta al año en pagos a médicos y organizaciones sanitarias.
Con esta medida la entidad presume de “transparencia” e intenta normalizar una práctica que en realidad esconde el soborno.
No es fácil saber cuándo comenzó la práctica del “tarugueo” pero por mucho que se publique el pecado no deja de ser eso, soborno y el Código Penal o la actual Ley del Medicamento lo prohíben de manera expresa.
Todo esto tiene mucho que ver con lo que desde la organización de médicos y profesionales sanitarios No Gracias, que precisamente nació para dignificar la Medicina y trabajar contra estas prácticas corruptas, llaman La construcción comercial del conocimiento biomédico.
La industria farmacéutica construye a los líderes académicos que necesita para que vendan conocimiento sesgado a sus compañeros. Todo por la pasta, el poder y el ego.
Como siempre la industria hace lo que se espera de ella. Pero ¿Y los profesionales? ¿Dónde está el compromiso ético y profesional?”, se preguntan en ese post.
Como os contaba, mientras escribía el libro que he mencionado conocí muchos visitadores y visitadoras médicas que me narraron muchas cosas, la mayor parte de ellas pudieron documentármelas.
Uno de estos trabajadores, del norte de España, que desempeñó puestos de altura en multinacionales farmacéuticas, me explicó cómo trajeron del Reino Unido a un especialista, un líder de opinión al que le dieron todo un “bolo” por nuestro país dando conferencias a sus colegas para convencerles de las bondades de un nuevo fármaco que sus pagadores estaban promocionando.
Cobraba bien el hombre y por unos cuantos miles de euros se dejaba pisar la dignidad hasta el punto de que sin rubor pedía al laboratorio que le dijera qué quería que dijese en las conferencias; charlas al dictado vaya.
El propio visitador alucinaba. Por cierto que este también era médico aunque nunca había ejercido, siempre había desempeñado esas labores comerciales para grandes farmacéuticas. Lo último que supe del médico visitador es que estaba ejerciendo de médico… ¿al fin?
No era mala persona pero estaba atormentado, le remordía la conciencia llevar tantos años tarugueando.
Otra anécdota me la contó la semana pasada una pez gordo del área Comercial de uno de los mayores laboratorios del mundo. Poseían fichas completas de cada médico y en ellas figuraban con especial importancia sus gustos. A los médicos que les gustan las mujeres (a los que les gustan mucho mucho y muchas) se les invitaba a viajes de trabajo en cruceros en los que eran atendidos por, bueno ya sabéis, por… ellas.
Luego estaban los médicos que presumían de científicos y cuyo ego casi que se lo van pisando.
Satisfacer los gustos de estos resultaba más caro, las citadas conferencias, asistencias a congresos e incluso ponerle todo lo necesario en un laboratorio para que el hombre (un conocido pediatra que trabaja en un destacado hospital madrileño) hiciese sus experimentos.
A mí me parece que la Ciencia y la Medicina que se basa en ella NO han de tener nada que ver con este mamoneo y que ese ámbito ha de estar a la vanguardia para cambiar las cosas.