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Biblias y "disease mongering"

El doctor Thomas Insel, jefe del Instituto Nacional de Salud Mental, ha declarado que los psiquiatras estadounidenses deben dejar atrás una «cultura de la influencia» generada por sus acuerdos económicos con la industria farmacéutica. Y es que se está tratando bastante el tema de los conflictos de interés entre psiquiatras e industria tras el anuncio de la publicación de un anticipo del DSM-V, la «biblia» de la psiquiatría que estará lista en 2013. El pasado domingo la revista XL Semanal publicaba un reportaje al respecto bajo el título de La Biblia de todos los males, por ser éste el manual de diagnóstico de las enfermedades mentales. La periodista me envió un cuestionario por correo electrónico que paso a reproducirles dado que en el reportaje aparece una versión resumida:

¿Por qué el catálogo de enfermedades del DSM no deja de crecer?

En buena medida por los enormes intereses comerciales que tiene en ellas la industria farmacéutica y de paso numerosos psiquiatras. En 2006 se publicó un estudio en la revista Psychotherapy and Psychosomatics titulado «Nexos financieros entre los miembros del panel del DSM-IV y la industria farmacéutica». Cuatro psicólogos y profesores de las universidades de Massachussets y Tufts concluyeron que más de la mitad de los 170 miembros del panel responsable del DSM y todos los «expertos» encargados de los trastornos de la personalidad del manual tenían lazos financieros ocultos con la industria. Los psiquiatras de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), que es quien realiza el DSM, no sólo se lucraron por expandir las enfermedades mentales a título individual, la APA recibió 7,5 millones de dólares de las farmacéuticas en 2003 para su revista en concepto de publicidad, cantidad que se incrementó un 22 por 100 en un año hasta llegar a los 9,1 millones, según este estudio.

Fobia social1

¿Qué significa hoy en día ser un enfermo mental?

Los psicólogos Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez argumentan que «no hay todavía al día de hoy establecida ninguna causa biológica de ningún trastorno psicológico por muy ‘enfermedad mental’ que se diga». Antoni Talarn, doctor en Psicología, dice que «en décadas de trabajo no se ha conseguido aislar ni un solo —ni uno, insistimos— marcador biológico específico —presente en todos los casos y solamente en ese tipo de casos— para un trastorno mental cualquiera». Esto quiere decir que no puede demostrarse «científicamente» la enfermedad mental aunque haberlas ailas, claro. Pero esa dificultad está sirviendo de excusa para diagnosticar como enfermos mentales a personas sanas y para la represión del diferente o de los no convencionales como cada vez más se hace.

¿Crees que la etiqueta de enfermos nos tranquiliza o nos angustia?

El DSM indica que para diagnosticar TDAH a un niño éste deberá presentar un mínimo de seis conductas problemáticas sobre un total de nueve. Los criterios son tan subjetivos que muchos infantes sanos pueden ser calificados como enfermos de Déficit de Atención. Nada mejor que ponerle un nombre a nuestros temores para clasificar, contener y tratar, en este caso farmacológicamente, un miedo. Muchos padres respiran con alivio y lanzan un suspiro de aprobación cuando se les comunica que su hijo tiene TDAH y que el problema «desaparecerá» sólo con ingerir una pastillita. El miedo a que su vástago sea diferente al resto en una sociedad que ensalza los términos medios ha sido conjurado, aunque para ello haya tenido que drogarlo con medicamentos hechos con metilfenidato, una droga de similares características que la cocaína.

¿Un antidepresivo como el Prozac sirve «para todo»?

El caso de Prozac para infantes es un ejemplo de cómo se utiliza el miedo para crear nuevos mercados de medicamentos abriendo el espectro de aplicación de esos fármacos hasta abarcar por completo nuestra vida, desde nuestra más dulce infancia. En 2006, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) aprobó Prozac para personas de entre ocho y dieciocho años. Lo hizo como acostumbra, sin investigaciones propias y olvidando las, éstas sí, alarmantes advertencias de la institución que controla los fármacos en Estados Unidos, la FDA. Las reacciones adversas que constata el propio fabricante son verdaderamente escalofriantes: ansiedad, nerviosismo, insomnio, temblor, anorexia, náuseas, mareo, cefalea, arritmia cardíaca, anomalías hepáticas, síndrome cerebral agudo, convulsiones, reacciones maníacas, disfunción sexual, alopecia o visión borrosa, entre otras muchas. Además, puede incitar al suicidio en niños y jóvenes.

¿Qué clasificaciones del DSM te parecen más ridículas: la fobia social, el trastorno negativista desafiante, el atracón, la calculia, el síndrome premenstrual…?

Hay tanto donde elegir… quizá la fobia social porque es la natural timidez la que se está medicando con fármacos de probada peligrosidad; el Trastorno Negativista Desafiante porque es la rebeldía natural de los niños lo que se medica. Pero sin olvidar el Incumplimiento terapéutico que es la libre decisión del ciudadano o paciente de no medicarse llevada al paroxismo patológico, puro totalitarismo.

¿La invención de enfermedades a quien más afecta es a los niños?

En los últimos años asistimos a un incremento del diagnóstico de este tipo de «enfermedades» en los niños (aunque también en adultos), un mercado muy jugoso para los laboratorios con menos escrúpulos pues los pequeños no pueden defenderse. Los niños, precisamente por serlo, necesitan atraer la atención de sus progenitores y de las personas que les rodean porque quieren comunicar a su manera sus sentimientos. Para ello utilizan sus movimientos, sus insaciables ganas de jugar, el habla o los gritos o expresiones no verbales que entienden como un acto de comunicación. Coartar, silenciar o paralizar esta expresión de búsqueda en un mundo que no han elegido y que les es desconocido no hará más que poner en riesgo su desarrollo emocional, intelectual y físico, como manifiestan los profesionales contrarios a la medicalización de la infancia. Todas estas manifestaciones de la naturaleza infantil vienen diagnosticándose como «patológicas». En realidad, los medicamentos para someter a los niños son diseñados para los padres. De nuevo el miedo a perder la libertad que disfrutaban antes de tener a sus hijos o a encarar ese nuevo y enorme trabajo voluntario que se adquiere cuando se estrena progenitura llevan a muchos padres a elegir el camino fácil de las drogas psicotrópicas.

Hasta aquí mis respuestas. En algunos foros se han reproducido comentarios descalificadores e insultantes contra quien escribe estas líneas por hablar en estos términos de la fobia social, algo que ya ha ocurrido cuando he tratado el presunto Síndrome de las Piernas Inquietas o el propio Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA/TDAH). Claro que hay personas que pueden presentar síntomas similares a los descritos por la «literatura científica» ad hoc. Pero lo que advertimos quienes escribimos sobre el fenómeno del disease mongering o tráfico de enfermedades es precisamente que hay laboratorios que crean nuevos conceptos de enfermedad para «explicar» -y tratar de medicar- lo que sienten algunas personas -ni mucho menos la mayor parte de las diagnosticadas con estas denominaciones-. Muchas de ellas están sanas.

Más info: El libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009) contiene un capítulo titulado El malestar confortable. La salud es un lema de palabras enfermas que trata sobre estas «enfermedades». El libro Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes, de Ray Moynihan y Alan Cassels también contiene capítulos específicos sobre el Trastorno por Déficit de Atención o la fobia social.

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19 comentarios

  1. ESTIMADA ANA.
    COMPRENDO TU PREOCUPACION PERO QUIZAS EL PROBLEMA DE QUE TU HIJO NO HAYA AVANZADO HASTA AHORA SEA PORQUE NO HA DADO CON BUENOS PROESIONALES Y QUIZAS EL CAMBIO QUE HAYA EXPERIMENTADO AL TOMAR ESA MEDICACION NO SEA DEBIDA A LA MEDICACION EN SI SINO A QUE EN LA VIDA DE TU HIJO HAYA OCURRIDO ALGO QUE LE HAYA HECHO CAMBIAR.
    CON TODO MI RESPETO.

  2. Esa historia de que el Sindrome de Piernas Inquietas o Sindrome de Ekbom, es una enfermedad inventada, ya lo he oido otras veces y me gustaria que me diesen una razon para esas afirmaciones. En mi caso tomo una medicación, que me gustaria dejar, pero sin ella, es muy dificil llevar el dia a dia. Cuando la enfermedad ataca, si se tiene diagnosticada en grado severo, es complicado dejar la medicación y mucho mas prescindir de ella. Si como dice es una enfermedad inventada, los síntomas que yo tengo, me podria decir que los origina. ¿Cuando mis piernas se mueven solas o incluso mis brazos, cuando dormida doy «patadas», cuando por la noche no puedo permanecer en la cama y tengo que pasear, etc. que tipo de enfermedad padezco?

    Podría enumerar mas síntomas, pero creo que con esos son suficientes, para que alguien me diga, que tipo de diagnostico tienen.

    1. Para Teresa y Esperanza:

      Una cosa antes de entrar en la respuesta propiamente dicha, por si lo desconocen. He escrito un capítulo en mi último libro sobre «enfermedades inventadas» y bastantes páginas sobre el Síndrome de las Piernas Inquietas. Lo digo porque antes de opinar es justo que lo lean.

      No dudo que ustedes tengan esos problemas que ahora están catalogados como Síndrome de las Piernas Inquietas, eso no lo pongo en duda. Es más, conozco de cerca casos muy similares con los mismos síntomas del problema nervioso que ustedes con seguridad padece. Lo que se critica es que durante los últimos años muchos laboratorios farmacéuticos están reconceptualizando el concepto de enfermedad estirándolo al máximo para que en él las personas estén mejor clasificadas con el fin de vender más fármacos. Si ustedes me dicen que tienen un problema, ya digo con toda probabilidad relacionado con el sistema nervioso, yo me lo creo, me basta su palabra y ya les digo que el problema existe pero lo que no existe -es una creación de los laboratorios que venden determinados nuevos medicamentos neurolépticos- es un síndrome como tal, se llame como se llame. Ese nombre comenzó a aparecer hace unos lustros en los medios de comunicación al albur de la puesta en el mercado de los medicamentos para «curarlo».

      Le dejo unos párrafos significativos sobre el asunto publicados en dicho capítulo del libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009). Quedo a la espera de sus comentarios cuando lo lean:

      Joan-Ramon Laporte es catedrático de Farmacología y Terapéutica de la Universidad Autónoma de Barcelona y uno de los miembros más activos de la Fundacio Institut Catala de Farmacología. Su agrio carácter no le impide ser uno de los profesionales del ámbito sanitario más comprometidos con la crítica constructiva del mismo y en concreto con el fenómeno del disease mongering[1]. En un correo electrónico publicado en la lista de discusión sobre medicamentos esenciales e-farmacos, Laporte proponía: “como interesante ejemplo de algunas estrategias utilizadas para inventar o exagerar enfermedades (…) una visita a la web de la Asociación Española de Pacientes con Síndrome de las Piernas Inquietas, http://www.aespi.net, donde llaman la atención varias cosas: En la página inicial hay una totalmente ilegal oferta de atención gratuita a cambio de participar en estudios clínicos. El video muestra opiniones de dos supuestos expertos que son contradictorias en muchos aspectos; uno de ellos insiste mucho en mecanismos moleculares que implicarían la racionalidad de un tratamiento farmacológico. La vaguedad o ausencia de definición de una enfermedad. La generación de confusión entre síntoma, síndrome o enfermedad. La exageración del problema con imágenes de un caso extremo del síntoma. El abultamiento de la prevalencia de la supuesta dolencia y las citas de porcentajes sin población de referencia. La previsión, en los estatutos de la asociación, de acuerdos con instituciones privadas con relación directa o indirecta con el supuesto síndrome. La falta de citas bibliográficas consultables. A falta de citas de trabajos científicos, la referencia a la aprobación por la FDA de fármacos para el Síndrome de las Piernas Inquietas. (…) Se trata de un excelente material para la docencia, que invita a la reflexión y a la opinión”[2].

      [1] Este concepto puede traducirse como tráfico o promoción de enfermedades. Surgió al publicarse el libro de Lynn Payer Disease-Mongers: How doctors, drug companies, and insurers are making you feel sick (John Wiley & Sons, 1992). Con posterioridad, quien ha popularizado el concepto ha sido el periodista de investigación Ray Moynihan con el libro Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes (Terapias verdes, 2006), y sus publicaciones sobre la materia, sobre todo en British Medical Journal (BMJ). El término relacionado “nostrum-monger” ya se empleaba a comienzos del siglo XVIII. Payer definió “disease mongering” como “intentar convencer a la gente sana de que está enferma, o a la gente con alguna afección de que está muy enferma”. Algunos ejemplos son la inclusión de la timidez como trastorno de ansiedad social, los síntomas premenstruales como trastorno disfórico premenstrual, y varias dificultades sexuales que experimentan algunas mujeres, como dificultad para lograr orgasmos con regularidad, en disfunción sexual femenina. La comercialización de estos trastornos por las compañías farmacéuticas lleva a la prescripción innecesaria y a la aparición de efectos adversos potenciales.

      [2] Joan-Ramon Laporte, Ejemplo de estrategias para exagerar enfermedades, e-farmacos, 10 de mayo de 2007, http://www.essentialdrugs.org/efarmacos/archive/200705/msg00018.php Consultada el 24 de octubre de 2008.

  3. Muchas gracias por este y otros artículos en contra de la medicación de niños con TDAH. Soy madre de un niño de 9 años con TDAH diagnosticado hace 4 y medicado hace 1. Les aseguro que mi hijo ni es movido, ni molesta en clase, ni nos molesta en casa. Pero debido a su TRASTORNO NEUROLOGICO ha tenido problemas sociales y escolares. Los problemas escolares se solucionaron con apoyo del ministerio de educación (pedagogía terapeútica, logopeda, auxiliar…) Los problemas de conducta con un seguimiento familiar de pautas y control. Los problemas emocionales con un psicólogo semanal. Los sociales no evolucionaban y estaban creándole aislamiento y baja autoestima. Como respuesta, conductas de las que el mismo se asustaba. A pesar de nuestra negativa a la medicación (probamos de todo lo inimaginable) decidimos probar.

    Señores, el metilfenidato funciona. Mi hijo es mucho más feliz, ni está zombi, ni es otro, simplemente consigue tener conversaciones con sus amigos, actuar socialmente. Me da igual que se mueva o no, que saque malas notas o no. Sólo quiero que sea feliz (moderadamente, al menos). Me parecen bien las críticas al exceso de medicación, pero hablemos de los antigripales, aspirinas y otras cosas que compramos sin mirar el prospecto. El metilfenidato no lo compramos del mismo modo, y si se receta existe un gran control médico (análisis sanguíneos, peso, electros, tensión…).

    Lo que yo creo es que se está diagnosticando mal. El DSM IV debe darse en todos los ámbitos de la vida (escolar, social y familiar) y la medicación debe ser el último escalón de una batalla a tres bandas; escolar, psicológica y familiar. En ningún caso el metilfenidato sustituye ninguna de las intervenciones anteriores y no será efectivo si no se aplica dicha multidisciplina.

    Es mi opinión personal, creo que igual de respetable que la del periodista. Gracias.

  4. Alicia, claro que las cosas no son o blancas o negras. Creo entender que, en general, lo que se trata y se rechaza aquí es que se está diagnosticando mal, y por lo tanto medicando sin necesidad, a muchos niños y jóvenes que no tienen en realidad ese problema. Las razones, muy variadas, a mi parecer incluyen no pocas veces el alivio de poder dar nombre, aunque sea el nombre de un transtorno, a una conducta que no se entiende o que no se acepta, y también la fe, muchas veces inadecuada y desmesurada, en que algo que se puede medicar se puede también solucionar.

    Desde luego, nada de esto excluye los casos reales de enfermedad o trastorno, pero lo que sí llama la atención, y lo han dicho ya aquí mismo profesionales, cosa que yo no soy, es la gran cantidad de casos que se diagnostican. En este foro hay psicólogos que seguramente lo podrán argumentar mejor que yo. Saludos a todos.

  5. Quisiera saber si alguno de los que han comentado tiene algún familiar con TDA-H? He leído los comentarios y me da la sensación de que la respuesta es que NO.

    ¿Padres que quieren que sus hijos se mediquen para que estén tranquilos? Por supuesto que los habrá pero os puedo asegurar que la gran mayoría se hunde cuando les dicen que su hijo debe medicarse.

    Son niños, no queremos que los mediquen, no queremos que tomen esa clase de medicamentos pero tampoco queremos que nuestros hijos sufran, no queremos que sean rechazados por todo el mundo, no queremos que los echen de clase constantemente, no queremos cambiarlos de colegio cada dos por tres, no queremos que nos digan que prefieren morirse antes de seguir así… Mi hija no se medica pero entiendo a todos esos padres que han decidido medicar a sus hijos.

    ¿Que es un negocio de las farmacéuticas? Me lo creo, claro que me lo creo, lo del DSM también me lo creo pero nadie nos da alternativas o, cuando las encotramos, no podemos pagarlas. Las cosas no son blancas ni negras.

    Un saludo a todos.

  6. Hola. En general estoy de acuerdo con el artículo, pero en lo referente al párrafo situado justo debajo de la fotografía, admitiendo no tener demasiados conocimientos de psicología, psiquiatría y biología, se me hace un poco raro lo de que no hay ninguna caua biológica de ningún trastorno psicológico… Porque creo yo que la depresión congénita de descendientes de endogamia tendrá algo que ver con la naturaleza de la persona y sus progenitores biológicos, ¿no?. Claro que como repito no pasé de la biología de bachiller y de la química orgánica universitaria y de algún libro serio sobre «trastornos» como Depresión de Rojas-Marcos, quizá no comprenda lo que es exactamente un marcador biológico. Por otra parte… ¿el autor cree necesario el uso de medicamentos para el tratamiento de depresiones bipolares agudas o depresiones profundas en personas adultas? Me gustaría que incluyerais algo más sobre estos casos, porque la cultura general sobre la salud mental no creo que se muy alta a nivel popular en España.

    Acabando, una cosa debo decir. Yo he estado depresivo bastantes temporadas y el hecho de ir a pasar de una ciudad grande con pocas zonas verdes y muy ruidosa y estresante a una ciudad pequeña de 50.000 habitantes, con mucha mayor calidad de vida, ha repercutido en mi estado de ánimo favorablemente, no volviéndome a la cabeza ya más la idea de apoyarme en psicoterapia y psicofármacos como paroxetina, por ejemplo.

  7. Creo que la Psiquiatría constituye, junto con otras ciencias no médicas como la Filosofía, la Teología y otras, un prototipo de lo que podríamos denominar “conocimiento inexacto”. Efectivamente su contenido, se basa en la anamnesis y es consecuencia de la observación personal, de la evaluación subjetiva, de la reflexión o de la intuición. Es decir, carece de métodos que suministren datos objetivos que contribuyan a establecer un diagnóstico cierto o un tratamiento seguro. En un intento de estandarizar u objetivar los contenidos del interrogatorio psiquiátrico han ido validándose un sinfín de cuestionarios diseñados para infinidad de situaciones, desde intentar describir la personalidad, hasta, recientemente, intentar definir la eyaculación precoz. La gran variabilidad de los pacientes y la escasa reproductibilidad de la prueba en la misma persona generan grandes dudas sobre la capacidad evaluadora de estos procedimientos.

    La información entre médico y paciente y viceversa, se establece a través de la palabra y siempre está sesgada por aspectos culturales, experiencias previas, creencias, capacidad de expresión y un largo etcétera. Y esta inexactitud es especialmente grave cuando estas palabras intentan expresar sentimientos o afectos. Sobre este acto esencial subjetivo y pleno de ambigüedades, se siguen estableciendo diagnósticos bajo la dirección de la asociación de psiquiatras americanos con su DSM IV y tratamientos, cada vez más específicos y adaptados a cada “sutileza” diagnóstica.

    La relación perversa entre los psiquiatras americanos y la industria farmacéutica está sobradamente documentada incluso para profesores universitarios de prestigio. Casi todas las sociedades científicas están “contaminadas” por la industria farmacéutica que también interviene decidiendo el contenido de guias clínicas, congresos, simposiums y cursos de formación de médicos. Ya hasta en los medios de comunicación habituales se explica a la población en general la gran incidencia de problemas mentales en las consultas de los médicos de familia y a veces con la queja implícita de que se quedan muchos sin diagnosticar.

    Afortunadamente para los pacientes, alrededor del 90% de los “problemas mentales” que llegan a la consulta del médico de familia, no son más que “problemas de la vida” profundamente dolorosos pero que, con medicación o sin ella, el tiempo suele solucionar al permitir que la mente se adapte a la nueva situación. Esta gran capacidad de adaptación es la que consigue el re-equilibrio mental tiempo después del problema afectivo, laboral o duelo. Si la persona que experimenta este proceso toma un antidepresivo, con toda seguridad atribuirá la mejoría a la pastilla y no pensará ni por un momento que ha sido consecuencia de su activa y ancestral capacidad de adaptación. La cultura popular influida por los medios de comunicación ve “depresiones de caballo” por todas partes y los pacientes acuden en masa, por iniciativa propia o inducidos por familiares o amigos, a los centros asistenciales en busca de la pastilla mágica de la felicidad. Esta pastilla tiene varios inconvenientes además de sus posibles efectos adversos y el más importante de ellos, consiste en que el paciente adopte un papel pasivo ante su problema en la espera de que la pastilla se lo solucione.

    En medio de esta niebla densa de sufrimiento e incertidumbre, la industria descubre hace unos 15 años el singular funcionamiento de las sinapsis neuronales aplicado a la psiquiatría y publica la relación del neurotransmisor serotonina con la depresión, sin que hasta la actualidad se haya demostrado si es causa o es efecto o si ni siquiera existe la relación. Esta actitud “biologista” desde entonces está de moda y rige los principios terapéuticos de las personas de nuestro sistema social que están descontentas, o frustradas, o son tratadas injustamente, o tiene problemas de pareja, o con sus hijos, o trabajan en algo que no les gusta o no tienen trabajo. No intento minimizar el sufrimiento de estas personas, pero creo que darles una pastilla no es la solución para sus males, ni siquiera como efecto placebo. La enfermedad creo que es mucho más grave de lo que parece y que no es tanto a nivel individual sino de la sociedad que entre todos hemos construido basada en el consumo y el placer inmediato y en la superficialidad, y en la que el mercado a través de los médicos proporciona una pastilla para cada cosa con el aplauso de nuestros líderes que presumen del mejor sistema sanitario, cerrando los ojos ante la grave enfermedad social.

    1. Josep:

      Que yo sepa, la filosofía no es una ciencia que sirva para diagnosticar. Simplemente puede que los terapeutas fundamenten su forma de entender el diagnóstico en tal o cual corriente filosófica o en tal o cual filósofo.

      La filosofía es una disciplina que consiste en formular y responder a preguntas de esta índole: ¿qué son las ciencias?, ¿cuáles son los criterios para establecer la diferencia entre ciencias y el resto de disiciplinas (en caso de que consideremos las ciencias como las únicas disciplinas humanas enteramente racionales)?, ¿en qué consiste el método científico?, ¿cuáles son los tipos de razonamientos (inductivos, deductivos, abductivos…) de que se sirven los científicos?, ¿en qué consiste el conocimiento y cuáles son las facultades cognoscitivas?, ¿en qué consisten y cuáles son las «leyes universales» del aparecer de todos los entes (es decir, la pregunta que se formulaba Aristóteles en su «Metafísica»)?, ¿cuál es la forma de gobierno ideal y en qué consiste la política?, ¿qué es el ser humano?, ¿en qué consiste la belleza y cuáles son las diferentes categorías estéticas?, ¿existe el libre albedrío, o estamos determinados por una incesante cadena de causas y efectos naturales?, ¿en qué consiste la justicia?, ¿qué es el amor? ¿cuántas «sustancias», dicho esto en el sentido cartesiano (espíritu y materia, o solo materia, o algo a lo que no deberíamos dar nombre, como piensan los monistas neutrales) existen en la realidad?, ¿quué es la medicina?, etcétera. Por ejemplo, cuando un científico reflexiona sobre la ciencia, está haciendo filosofía de la ciencia; es decir, está tomando el concepto de ciencia y lo está analizando para entender en qué consiste. Esto no es ciencia, sino filosofía; sin embargo, nos resulta muy necesaria.

      Si usted lee tratados filosóficos clásicos como la «Metafísica» (Aristóteles), la «Crítica de la razón pura» (Kant), «Ser y tiempo» (Heidegger), etcétera, hallará que las anteriores preguntas son las que se formulan los filósofos. Estas preguntas no tienen siempre aplicaciones prácticas concretas; pero los filósofos, lejos de ser subjetivos, argumentan para justificar sus conclusiones. Basta con conocer esos argumentos y, si es el caso, refutarlos. Es el mismo método llevado a cabo por la comunidad científica, a la cual también se puede acusar en algunos casos de «inexactitud». Es decir, la inexactitud no es la característica de una disciplina de conocimiento en concreto, sino un problema eventual de todas las disciplinas de conocimiento; un problema que los profesionales tratan en cada caso de corregir, por supuesto. Pero es que en las ciencias también hay problemas como el postular realidades cuya inexistencia se descubre al cabo del tiempo y las investigaciones (como los casos de los célebres flogisto y éter, refutados por Einstein); o el problema de la incompatibilidad entre teorías: Newton postuló la existencia de la fuerza de gravedad; en cambio, Einstein negó su existencia y concluyó que los efectos de supuestas fuerzas gravitacionales eran debidos al peculiar espacio curvo del universo. Es decir, los científicos describen mundos a veces incompatibles.

      Esto no es una diatriba contra las ciencias, sino una defensa de la pertinencia de la filosofía, tan acusada injustamente. Lo que llama la atención de la mayoría es que, en efecto, los filósofos discrepan más que los científicos, aunque también hay muchas discrepancias en la comuniad científica. Cada filósofo ha respondido a las anteriores preguntas de manera distinta, por la sencilla razón de que no son preguntas tan fáciles de responder como las preguntas formuladas por los científicos, también muy difíciles, pero un poquito menos. La pregunta ética por el deber, es decir, por aquello que tendríamos que hacer para conseguir un mundo mejor, es más difícil de responder que la pregunta por la existencia de los átomos.

      Reciba un cordial saludo.

      1. Se me olvidaba algo, Josep.

        Para justificar su opinión, usted podría decirme que, a diferencia de los científicos, los filósofos no se sirven de estudios, experimentos y encuestas. Es verdad, desde luego; pero entienda que las preguntas filosóficas que no pueden responderse con tales herramientas. ¿Se puede responder a la pregunta «¿qué es la ciencia?» y «¿qué diferencia hay entre los conceptos ontológicos de «esencia» y «accidente»? con experimentos y estudios? No se puede.

        Ahora sí me despido. Un cordial saludo.

  8. Soy psicopedagoga desde hace 20 años y nunca como aquí he visto diagnosticar tantos niños con hiperactividad. Es una barbaridad desde mi punto de vista, ya que muchos profesionales no tienen en cuenta todas las variables a la hora de hacer un diagnóstico lo más ajustado posible, y es más fácil para todos, tener al niño medicado, tranquilo y sin molestar. Son niños, están creciendo, investigando, conociendo lo que les rodea y les prohiben aprender.

  9. Lo estan haciendo muy bien: aislamiento y soledad a veces desde niños, que como los padres tienen que pasar muchas horas fuera de casa por los trabajos pasan muchas horas solos, en las grandes ciudades no hay espacios para relacionarse con otros niños, si es en actividades programadas por los adultos, porque en las calles no hay sitios para que puedan jugar entre ellos espontaneamente. Con los adultos la manipulacion con el miedo continuo, la division social a todos los niveles, unas condiciones laborales cada vez mas inseguras y competitivas, y un ocio alienante para que gastemos sin pensar en nada vaciandonos de todo tipo de valores que enrriquecen la personalidad del ser humano. Todo esto conlleva un deterioro de las condiciones de las relaciones sociales provocando estados de ansiedad, sensación de soledad y depresiónes, facilmente solucionables con otras condiciones mas logicas para una buena convivencia, pero para quien programa de forma sofisticada es mucho mas rentable la etiqueta de enfermo mental y la medicacion de por vida.

  10. ¿Y qué me dicen de las «epidemias» de Alzheimer? Por favor, hablen de esta enfermedad: tengo un familiar a mi juicio mal diagnosticado pero MUY medicado. No soy médico pero convivo con esa persona.

    Ha surgido el tratamiento con la hormona del crecimiento que, dicen, mejora su situación, pero los neurólogos, si no son muy avanzados, prefieren las pastillitas. De seis que toma sólo una menciona la palabra Alzheimer. Casi todas van contra la depresión. Por favor, enviénme algún inforte orientativo.

  11. Propongo que publiques algo sobre la implicación de profesionales sanitarios (psiquiatras y psicólogos) americanos, o de otros países, en las torturas y los debates deontológicos en sus respectivas asociaciones.

  12. Hay una expansión hacia arriba del TDHA, cada vez se diagnostica más en adultos. ¿Porque no ha habido hasta ahora ningún atleta olimpico con TDHA? Si se diagnostica en un deportista y se acepta oficialmente, veo a miles de deportistas con metilfenidato.

  13. ¿Sabes donde encontrar el documental Selling Sicknes???, subtitulado en español estaria bien.

    Gracias.

    Me he leido ahora el libro MEDICAMENTOS QUE NOS ENFERMAN y habla mucho de este documental.

  14. Jesús, esa historia que destapa lo mal que funciona la sociedad como la conocemos, esa historia que nos enfrenta con la realidad social (seguro que ahora con la crisis tenéis muchísimo trabajo, ¿están «locos» por tener ansiedad, angustia,… ante la falta de ingresos o son víctimas del sistema?, ¿Será que somos máquinas sin sentimientos en vez de seres humanos?).

    Yo tampoco creo que existan las enfermedades mentales, desde luego no al nivel pandémico que tenemos, a lo sumo un reducidísimo número pero ¿que bien le viene al Sistema verdad?

    Totalmente de acuerdo con los dos.

    Lo más «gracioso» es que luego vamos los enfermos de fibromialgia o SFC o SQM (enfermedades para las que sí se encontraron alteraciones bioquímicas y demás) y ¡nos dicen que todo es mental! Y ya para rizar el rizo, si no tienes una «enfermedad» mental grave, no te incapacitan, señal de que lo «mental» vale más (aunque esté peor visto, ¿o igual no?).

    En cuanto a los niños, yo vivo con dolor saber que compañeros de mi hija (¡niños de 3 y 4 años!) están a tratamiento porque no duermen, o no comen, o son muy movidos, o…… y todos ellos son niños muy sanos, niños muy niños, Lo que cambia de unos a otros son los padres, el como vemos unos y otros el cuento. Lo más triste es que tanto docentes como pediatras se presten a esto y no hagan nada por corregirlo. Eso sí que es vergonzoso. Al mínimo «fastidio» paterno/materno, pues nada ¡medicamos al hijo y arreglado!

    Tenemos una sociedad ENFERMA, si lo que se hace a los niños se les hiciera a ancianos habría una revolución. ¿Os imagináis a un pobre ancianito que «proteste» por algo (hambre, sed, falta de cariño, miedo,…) y le mediquen para que no de «guerra»? O que les encerremos y les «enseñemos» a dormir, con unos tiempos prefijados por alguien (sin fundamentación científica alguna), por eso del «por su bien», eso sí diciéndoles que les queremos mucho (pero no acudiendo a su llamado no sea que se malacostumbren y no salga bien el metodito de marras). ¿Por qué no respetamos a nuestros menores y sus ciclos vitales?

    Me imagino que lo habréis visto, hay por ahí un video del «método», llevado a cabo por su «inventor», que estoy segura que si cambiamos los personajes y ponemos ancianos u otro colectivo, ¡ya hubiera salido en todos los medios! incluso más de uno estaría en la cárcel, pero como son niños…. No sé qué hace el Defensor del Menor que no actúa contra esto.

  15. Por si sirve de algo la opinión de alguien que trabaja desde hace 17 años en este área, TOTALMENTE DE ACUERDO con cada una de las palabras de tu artículo. Incluso, iría mas allá. No creo que existan enfermedades mentales, salvo el 1% de todos los casos, donde seguramente hay evidencias orgánicas o sospechas fundadas de tales evidencias. En cada caso hay una explicación mucho mas sencilla que la biológica o la de enfermedad. Incluso en las «enfermedades» mas graves solo estamos viendo el momento actual de una persona que ha tenido su historia. Esa historia que el profesional no ve, ni siente. Esa historia que a veces provoca que nos desbordemos.

    Saludos.

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