Los intereses empresariales que mueven la política
Foto: Ávila digital
Nos recibió la ciudad amurallada, la de mayor altura de todas las capitales de provincia españolas, con la primavera en invierno tan característica de este tiempo «cambioclimatizado». La sala era la iglesia del Monasterio de Santa Ana, que se utiliza como salón de actos en la sede del Gobierno de Castilla y León en Ávila. Casi llena, con un público muy interesado en conocer quienes son y cómo actúan los grupos de presión empresarial o lobbies; gobiernos paralelos en la sombra.
Comenzamos con una rueda de prensa con un montón de periodistas donde recalcamos precisamente eso, que los lobbies industriales trabajan en la sombra con la clase política -con buena parte de ella, al menos- para impulsar tecnologías y servicios que la mayor parte de la población no aceptaría si fuera consultada al respecto: energía nuclear, alimentos transgénicos, productos químicos tóxicos, refinerías petroquímicas, macrourbanizaciones con campos de golf, contaminación electromagnética proveniente de la telefonía móvil y un largo, larguísimo etcétera.
Volvió a aparecer en escena el caso del medicamento Agreal de Sanofi-Aventis, por dos ocasiones, y en las dos recuerdo el gesto boquiabierto de las féminas cuando se enteraron de que este fármaco, utilizado para los sofocos de la menopausia, causa gravísimos daños en la salud de las mujeres. Bocas abiertas cuando expliqué que la primera sentencia de un juzgado -existen 4.000 demandas sólo en España- concluye que Agreal incita al suicidio, pero que en América Latina multitud de países siguen comercializándolo.
En fin, volvimos a repasar un fenómeno, el de hacer lobby, que crece al tiempo que la crisis de valores en Occidente y, que de no ponerle coto en breve, amenaza con terminar con lo poco que queda de democracia: la presión empresarial sobre la política coloca en el poder a las élites económicas.