El marketing del miedo con los fármacos falsificados
En los últimos días numerosos medios de comunicación han publicado noticias sobre la falsificación de medicamentos, con cifras por cierto escandalosas. Todas provenían de una única fuente, la multinacional farmacéutica Pfizer, que hace unos años emprendió una campaña de marketing del miedo que esconde intereses que han de conocerse. De nuevo la habilidad con el marketing de una compañía ha conseguido que buena parte de los medios de comunicación masivos hayan participado, de buena fe o por ignorancia, en una campaña publicitaria a coste cero. Escribo la «habilidad» porque sin duda el laboratorio (número uno del mundo) ha sabido «tocar la fibra sensible» de la población (mass media mediante) con un tema real, el tráfico de medicamentos falsos es un hecho (y grave ya que pone en jaque la salud pública, como tantos fármacos legales, incluso del propio laboratorio impulsor de esta campaña de marketing del miedo).
Pero ¿por qué Pfizer da a conocer el estudio que ha realizado sobre el estado de la falsificación de medicamentos en el mundo? ¿Qué persigue el laboratorio al difundir estas «informaciones»? Medicamentos falsificados; un mercado negro en el que se comercian y que pone en peligro la vida de los ciudadanos; fallos en la distribución de fármacos que pueden provocar que una persona fallezca al no encontrar un medicamento indispensable; elevado número de muertes cada año por efectos adversos de los preparados farmacológicos. Éstas son tres situaciones reales provocadas en buena parte por los enormes intereses económicos que han crecido alrededor del negocio del medicamento. Pero al mismo tiempo son el medio perfecto para infundir temor en la población, una manera muy solvente de prepararla para venderle soluciones preparadas de antemano aunque lo que se cuente sólo sea la parte «humana» del asunto: que el 10% de los medicamentos que hay en el mercado son falsos y que por ello multitud de personas se hayan en peligro (cosa que repito es cierta, los medicamentos son productos tóxicos en sí mismos).
¿Quién no aceptaría la imposición de «tecnologías duras» por su propio bien ante una situación extrema? Que muchos medicamentos que hay en las farmacias sean peligrosos e ineficaces y que en nuestra sociedad estemos sobremedicados no importa tanto. Desde hace algunos años algunos laboratorios farmacéuticos desarrollan campañas de lobby (otros lo llaman comunicación) de diferente intensidad destinadas a crear ciertos temores para impulsar aplicaciones encaminadas a controlar absolutamente toda la cadena del medicamento, desde que sale del laboratorio, pasando por su tránsito en las farmacias, hasta que llega al botiquín casero.
El medicamento más falsificado del mundo es Viagra (de Pfizer). En enero de 2006 Pfizer realizó su primer envío del producto desde Francia a clientes de Estados Unidos con un etiquetado de identificación por radiofrecuencia (RFID):
«en su reciente iniciativa de lucha contra la falsificación en la industria farmacéutica, con el propósito de proteger la seguridad del paciente. […] Las etiquetas de identificación por radiofrecuencia incorporan el código electrónico del producto en cada embalaje, caja y pallet de Viagra, y las farmacias y distribuidores mayoristas utilizan escáneres electrónicos, diseñados especialmente para este fin, que realizan transmisiones vía Internet hacia un website seguro de Pfizer», explicaba una nota de prensa de esta compañía.
Las aplicaciones RFID se utilizan desde hace tiempo para el seguimiento de productos y personas mediante etiquetas que portan en su interior microchips que emiten radiofrecuencias que pueden ser recogidas y analizadas a cierta distancia por un aparato denominado transpondedor. Éste a su vez puede almacenar y enviar la información a otro punto mucho más lejano desde el que puede controlarse el objeto —o persona, insisto—, que se está siguiendo. Éste es pues uno de los intereses de Pfizer ocultos tras su presunto interés por la falsificación de medicamentos (entre ellos los suyos).
Menos reconocido es el objetivo de Pfizer de utilizar la tecnología RFID para eliminar, en la medida de lo posible, las denominadas «importaciones paralelas». Ésta es una práctica legal que se produce cuando un distribuidor de la Unión Europea (UE), alemán, por ejemplo, compra lotes de cualquier fármaco en España, cuyo precio es más bajo, para luego venderlo en su país, cuyos precios son más caros y así obtener un beneficio extra. Las compañías farmacéuticas consideran que esto les provoca «pérdidas» (no ganancias) y presionan ante las autoridades de la Unión Europea para que se establezca un precio único para cada medicamento dentro de sus fronteras.
En breve seguiremos ofreciendo más datos paradójicos sobre este tipo de campañas.
Más info: En el libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009) contiene un capítulo tituladoTecnología espía. El observador global, que explica en profundidad estas estrategias para impulsar tecnologías de control promocionadas mediante el marketing del miedo.
A Miguel. No entiendo bien cual es el interés de Pfizer en controlar el objeto o la persona con la tecnología RFID. ¿Para que quiere hacer eso? ¿Cual es la relación con medicamentos falsos?
A Joan Verges: una medicación puede retirarse del mercado en algunos paises y al cabo de un par de años reaparecer con una pequeña modificación (levo a dextro p.e.)y diez veces más cara. La razón es que en esos paises el coste de los posibles litigios por efectos secundarios no es compensado por el precio de la primera fórmula. Pero mucho más frecuentes son cambios que afectan al «envoltorio» y que pueden llegar a trasformar el concepto mismo del trastorno a tratar, como es el caso del metilfenidato en ADD, donde los efectos contingentes de una substancia sobre la atención se interpretan como un deficit cerebral de una substancia relacionada y así la distractibilidad se convierte en una enfermedad crónica e incurable tipo diabetes a tratar diariamente con «slow release» o algo así.
Alredol: El interés de Pfizer está en controlar toda la cadena de comercialización de cada medicamento para obtener aún más beneficios al intentar evitar las importaciones paralelas y las falsificaciones, es una cuestión de eficacia y competitividad económica más que una preocupación social, como quiere venderse. Por el coladero de las importaciones paralelas y de la falsificación de medicamentos se les escapa un dinero importantísimo que podrían obtener controlando al máximo la cadena de distribución mediante chips con tecnología RFID.
Otra vez Pfizer… Algo andarán buscando. ¿En peligro por culpa de ciertos medicamentos? Menuda novedad. ¿Y lo del microchip? Más control a base meter miedo.
En mi opinión, el RFID bien utilizado es una herramienta tecnológica muy válida en cuanto a la farmacovigilancia. Por ejemplo: La AEMPS lanzó una nota informativa sobre la retirada y el peligro de unos chupetes. En realidad eran dos notas, una para pacientes y otra para profesionales. En la de pacientes se advertía de que no utilizaran este producto. Mi pregunta es: ¿Cómo se entera el paciente de la retirada de este producto? Si hubiera una herramienta tecnológica que permitiera advertir a estos pacientes, ¿no sería un buen arma de farmacovigilancia?
A nivel empresarial, también es una tecnología útil, ya que permite captar muchísimos datos sobre la vida del medicamento.
Ahora bien, tanto RFID, como cualquier otra tecnología en salud, necesita de la garantía de los derechos en salud de los ciudadanos, en este caso, del derecho a la protección de datos personales relativos a la salud.
Podéis ver en estos enlaces dos artículos míos sobre tecnología RFID y sector farmacéutico:
«RFID y medicamentos»: http://www.eupharlaw.com/noticias/RFID.pdf
«RFID en la industria farmacéutica: Estados Unidos un paso -o dos- por delante»: http://www.eupharlaw.com/noticias/RFID_UHF.pdf
Francisco, he dado lo de los chupetes en este blog y tengo que decir que no entiendo cómo puede ser que la Agencia Española de Medicamento permita la comercialización de chupetes de medicinas que no tienen «los papeles en regla» como ella misma reconoce en su nota. No es problema tecnológico, no es difícil mejorar el sistema de información al público, otra cosa es que interese pues ¿crees que a los laboratorios y empresas del sector salud les haría gracia que cada vez que se retira un medicamento o un cacharrito de estos se informara de manera masiva a la población? Su imagen empeoraría. Y sabemos quién financia agencias como la Europea del Medicamento o a la estadounidense, la FDA.
Para temas de logística y almacenaje es una tecnología útil, el problema es que las empresas pueden estar tentadas de que las etiquetas RFID salgan de los almacenes pues es una herramienta fenomenal para conocer a fondo los gustos de cada persona y se puede hacer marketing directo de manera sencilla. ¿Quién fiscalizará eso? ¿Quién controlará que no se utilice de manera perversa en manos de empresas perversas?, que las hay ¿o no? Es una tecnología que sobre todo interesa a las grandes compañías interesadas en conseguir los máximos beneficios posibles, compañías que en muchas ocasiones olvidan los aspectos éticos y legales. De hecho está ocurriendo lo peor, que como en tantas otras ocasiones se expande una tecnología con mucho peros sin debate social, sin que la ciudadanía se entere.
Un saludo Paco.
Información adicional:
GARA, 2010, Enero 21
La voracidad de las farmacéuticas amenaza con infectar todo el sistema sanitario
El poder de las multinacionales farmacéuticas amenaza a las instituciones de la salud. De ello habló en Iruñea el experto Juan Erviti -antes en Osakidetza y ahora en Osasunbidea-. Dio datos como que el 30-40% del gasto en medicamento es para «propaganda».
Aritz INTXUSTA:
Con el despilfarro de la gripe A aún en la retina, la credibilidad de la industria farmacéutica vive momentos críticos. La propia Organización Mundial de la Salud está siendo investigada para ver hasta dónde llegan los tentáculos de las multinacionales del medicamento. En este contexto, el médico Juan Erviti fue invitado anteayer por el Foro Gogoa para explicar dónde se encuentran las grietas del sistema. Erviti ha trabajado en Osakidetza y actualmente ejerce de filtro entre la industria farmacéutica y Osasunbidea. Es el jefe del comité que asesora al servicio navarro de salud sobre qué medicamentos conviene adquirir, sin dejarse llevar por la propaganda de las grandes compañías.
Este experto denunció las presiones a las que se somete a los médicos. Según sus datos, entre el 30 y el 40% del precio final de un medicamento se destina a gastos de propaganda y en convencer y sobornar a los médicos para que los prescriban.
Erviti sostiene que sólo el 15% de los medicamentos que se patentan cada año, son verdaderas innovaciones. El 85% restante son alteraciones de moléculas para dilatar el derecho de la patente o medicamentos que, directamente, no aportan nada nuevo. «Dos terceras partes de ese 15% realmente innovador son descubiertas por el sistema público de salud de EEUU», explica. Sin embargo, la ley Bay Dohle, elaborada en principio para incentivar el trabajo de los funcionarios, permite a los investigadores públicos estadounidenses vender sus patentes a las grandes compañías farmacéuticas. «Esto supone para EEUU pagar los medicamentos dos veces. Primero sufraga la investigación y después debe pagar a los laboratorios por el medicamento que él mismo ha creado».
Este médico se atreve a afirmar que «no existen garantías de que los ensayos clínicos (los que demuestran la efectividad de un medicamento) sean ciertos». Para ello destaca, entre otros, el ejemplo del Tamiflú, uno de los dos únicos fármacos capaces de combatir la gripe A. El laboratorio Roche se negó a prestar los datos de sus ensayos y, cuando se trató de hacer un metaanálisis sobre su efectividad, éste apuntó a que el medicamento era nulo o no significativo.
Esta opacidad para acceder a los ensayos, según Erviti, supone «una violación de la declaración de Helsinki», un documento que deben firmar quienes se prestan para un ensayo clínico y que se resume en que el enfermo tiene derecho a disponer de toda la información sobre lo que está tomando.
Corrupción en lo más alto
Las dos principales agencias que autorizan el uso de un medicamento son la EMEA (Europa) y la FDA (EEUU). Con los datos que maneja Erviti, su independencia puede ser más que cuestionada. La FDA se financia en un 40% con fondos directos de la industria farmacéutica (a lo que habría que sumar las acciones con las que cuentan algunos de sus miembros en diversas compañías) y la EMEA recibe de las multinacionales el 67% de sus recursos.
Sendos escándalos han hecho tambalearse la credibilidad de estas instituciones. La EMEA realizó un informe desfavorable sobre Erlotinib, un medicamento contra el cáncer. El laboratorio, también Roche, presionó a la organización europea forzándola a que un nuevo grupo de expertos de su elección lo analizara, y acabó aprobándolo. Por su parte, la FDA dio el visto bueno a Vioxx a pesar de que podía provocar infartos. El 30% de los expertos que lo aprobaron tenían acciones en el laboratorio interesado, Merck. Las denuncias de usuarios obligaron a Merck a retirarlo porque no le era rentable.
Sin embargo, la mafia farmacéutica salpica también el mundo de la política. Erviti explica que este fenómeno ya se denomina «puertas giratorias», en referencia a las personas que salen de las multinacionales de la farmacia para ocupar puestos en el gobierno y viceversa. El experto apunta que la próxima batalla entre salud pública e interés económico se vivirá en Bruselas. Los eurodiputados debatirán una propuesta que podría abrir la puerta a los laboratorios para publicitar sus productos directamente. Algo que «podría tener unas consecuencias terribles», según el técnico de Osasunbidea.