La salud no puede depender de los fármacos y de quienes comercian con ellos
Hay desencuentro entre Ministerio de Sanidad y patronal de laboratorios farmacéuticos. Como en los tiempos de cataloguiño. En el verano de 2011 y en nombre de la sostenibilidad del sistema sanitario, el Gobierno gallego (PP) decidió financiar sólo los medicamentos más baratos entre las muchas presentaciones existentes. Era una buena idea.
El propio Ministerio de Sanidad, entonces en manos del PSOE, recurrió la medida paralizándola durante meses. Hasta que el Tribunal Constitucional dio la razón al Gobierno gallego y el cataloguiño volvió a entrar en vigor. El mal ejemplo cundió y Andalucía (PSOE-IU) saca a concurso público los principios activos más recetados por los médicos del Servicio Andaluz de Salud (SAS).
Las cosas también han cambiado. El PP ahora está al frente del Ministerio de Sanidad e intenta ahogar el plan andaluz al castigar a los laboratorios farmacéuticos que acuden a la subasta. Entre tanto, el Ministerio de Sanidad ha acusado a la industria farmacéutica de estar fijando precios «excesivos» para los nuevos tratamientos contra el cáncer y avisa de que si no demuestran ser coste-efectivos no se financiarán por el Sistema Nacional de Salud (SNS).
El Ministerio de Sanidad se congratula de que la factura de los medicamentos que se usaron en los centros de salud y hospitales durante 2011 fue de 9.769 millones, la más baja desde 2004. La patronal de las farmacéuticas españolas va y le recuerda que el Sistema Nacional de Salud (SNS) les debe mucho dinero. En concreto 3.212 millones, la deuda que tienen las comunidades autónomas con sus asociadas por los productos que se usan en los centros de salud públicos españoles.
No está bien deber dinero. Será por eso que algunos fármacos como Almax, Pectox, Flumil o Fontasec han subido por arte de magia una media del 50% tras excluirse de financiación pública 417 medicamentos. «No me los financias pues subo el precio», parece decir la industria. A ello hay que añadir que el copago ha provocado que el precio de los fármacos suba mucho.
Intereses políticos, de mercado y empresariales juegan con el medicamento como mercancía y olvidan que somos las personas el centro sobre el que gravitan los sistemas sanitarios y las políticas y derechos en salud. Nuestra salud no puede depender ni de los medicamentos ni de quienes comercian con ellos.