Víctor Sampedro: «Comunidades que generan opinión pública en defensa del bien común»
Víctor Sampedro, Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, ha escrito un libro titulado El Cuarto Poder en red. Por un periodismo (de código) libre. Lo he leído y recomiendo su lectura pues es clave para entender la corriente de empoderamiento ciudadano y periodístico surgido en los últimos años al albur de internet. Le conocí en una jornada sobre comunicación social en la Biblioteca Nacional en la que coincidimos como ponentes y ahora le entrevisto:
Lo primero preguntarte ¿cómo definirías de manera sencilla qué es el Cuatro Poder en Red?
Como escribió el poeta, ¿y tú me lo preguntas, Miguel? Cuarto Poder en Red sois tú y la comunidad a la que sirves y te apoya.
En prosa: constituis un nodo importante de la información sobre salud en España. Vigilas por los intereses de una ciudadanía que colabora contigo, porque sabe que la defiendes. Te pasan información, pasan la que tú generas a otros ciudadanos, la re-difunden y comentan en otros foros».
Es decir, trabajáis de manera mancomunada, en pie de igualdad, para que las administraciones y las empresas respeten la salud,como un bien común. Bien común es también la información que publicáis y difundís, de libre difusión y circulación. Está hecha para ser reutilizada, convertida en denuncia…
Impedís que los gobiernos y las corporaciones farmacéuticas controlen la información médica y sanitaria. Porque, de manera inevitable, los políticos la utilizan como propaganda electoral y las empresas sanitarias en publicidad engañosa. Nada que objetar, si no incurriesen tan a menudo en una propaganda y unos negocios tóxicos.
En resumen y sin bombo alguno, Miguel, ejerces de catalizador de una comunidad que genera opinión pública en defensa del bien común, construyendo juntos una información que también lo es… Hasta tal punto que tu (mejor dicho, vuestro) blog se vincula a un bufete jurídico [], que lleva esa auto-defensa a los tribunales. Vuestro nodo, ligado a otros muchos, forma una Red de contrapoder que interpela al Ejecutivo, al Legislativo y al Judicial; sin querer sustituirlos intenta que sean transparentes y rindan cuentas».
-Eres muy crítico con el periodismo que llamas convencional. ¿Puedes destacar de manera esquemática tus principales objecciones?
El periodista convencional se cree el guardián único, el ángel custodio de la libertad de expresión. Piensa que le pertenece y, en consecuencia, no asume responsabilidades por ejercerla. Sólo se pliega a quien le paga el salario o le suministra «exclusivas» y «carteras de publicidad». Por eso se considera obligado a defender el medio en el que trabaja o a las fuentes con poder, que le pasan dossieres o información interesada.
Funciona, por tanto, mediante favores racionando el secreto y la publicidad; en realidad, blinda a los poderosos y desnuda a los débiles. Desempeña así el papel opuesto al que dicta la mínima teoría democrática: nivelar el debate público, «desnudar a los poderosos y proteger a los débiles»; porque este es el único modo de que se oigan las mayorías sociales y se respete a las minorías con menos recursos.
Para rematar el sinsentido en el que muchos periodistas operan, si tú, Miguel, fueses un periodista convencional, considerarás lógico que te pagase por poder leer publicadas estas declaraciones que te estoy haciendo. El periodismo convencional es el máximo privatizador del debate público; si pudiesen lo monopolizarían, lo convertiría en monólogos del poder disfrazados de entrevistas. ¿A que suena familiar?».
-Eres entusiasta de los modos de periodismo más moderno relacionados con el auge de internet, el periodismo digital y apuestas por «hackear el periodismo». Cuéntanos cuales son los valores de este concepto de periodismo y en concreto a qué te refieres con esa expresión.
Necesito unas cuantas palabrejas; pero no demasiado difíciles de entender. El periodismo que viene, que estáis/estamos inaugurando no es lucrativo, no se mueve por beneficios enormes e inmediatos. Apenas aspira a un modelo de negocio sostenible.
¿Que sostenga qué? Pues la autonomía de acción y la independencia respecto al poder: para no tener que venderse al mejor postor, llámese Gobierno, multinacional farmacéutica o audiencias idiotas. En griego, idiota era quien se preocupaba solo de sí mismo. Como si pudiésemos cuidar nuestra salud desentendiéndonos de la comunidad que habitamos. Es igual que hablemos de salud médica o democrática».
-Insistes en la posibilidad de que gracias a internet el periodismo trabaje más para el bien común y se establezca una nueva relación entre los profesionales del periodismo digital y los lectores ¿qué pueden hacer ambos para que eso sea así?
La idea es considerar con todas sus consecuencias que la información es puro bien común y que los ciudadanos son sujetos comunicativos de pleno derecho.
Impedir o poner barreras a que alguien se entere de una noticia que publicáis en vuestro blog es un atentado intelectual: a la inteligencia y el conocimiento colectivos; además de que en vuestro caso concreto puede tratarse de asuntos vitales.
Compartir en la red es copiar. Y punto. No se trata de un exabrupto pirata, sino de una realidad. La información original se reproduce y difunde replicándose a coste cero y casi en tiempo real. Vivimos un contexto tecnológico cuyas realidades no podemos negar.
Hay que reconocerlas y reinventar el periodismo, el de siempre, ajustándolo al nuevo escenario. Esto no es un deseo o una proclama. Quien no se adapte desaparecerá, está desapareciendo. Una tragedia en términos personales para muchos periodistas en paro, pero una bendición; porque lo nuevo surge de las cenizas de lo viejo«.
-Algo que he echado de menos en el libro, aunque sé que no es un libro sobre periodismo propiamente dicho. Como sabes, el nuevo periodismo on line, al menos en España, es muy difícil conseguir remunerarlo. Y esto es vital no ya para la subsistencia del periodista sino para que pueda dar la calidad a su trabajo que la sociedad merece. ¿Qué fórmulas existen para que el profesional sea justamente recompensado por su trabajo digital?
Las audiencias deben considerar que o son ellos los que costean una información y unos medios que quieren que sean libres o que lo harán los estados y los mercados y dejarán de serlo. La libertad se paga, día a día y muy cara.
Una vía clara es ejercer las libertades del mercado, pero las nuestras, las que están a nuestro alcance: micro-mecenazgos y suscripciones, intercambios colaborativos, participación voluntaria o patrocinios de la sociedad civil, publicidad con valores afines, pagos por contenidos específicos o sometidos a vetos temporales…
Y la otra vía de actuación es considerar que cuando ejercemos la libertad de expresión no es tanto un derecho (que también) como un deber.
Tenemos la obligación de realizar las denuncias y las filtraciones que hagan de vuestro trabajo, el de los periodistas profesionales, un verdadero ejercicio de (auto)defensa de nuestros intereses. Nuestra libertad de expresión es garantía de la vuestra y viceversa.
Vosotros -que trabajáis con afectados y víctimas de fraudes, errores y engaños sanitarios- debierais contar una constelación de nodos comunicativos de contrapoder que os apoyasen: colegios profesionales, institutos y centros universitarios, grupos de afectados… Fomentar que surjan esos otros nodos y que se tejan en red con vosotros debiera ser una de las funciones primeras, si no la prioritaria».
-Por último, citas estilos periodísticos como el de investigación, denuncia, análisis, «de datos» o «de precisión» con los que me siento relacionado. Es claro que hubo un tiempo mejor y que ahora este tipo de periodismo está en crisis. Se nota un resurgir gracias a internet ¿Cómo ves el periodismo de investigación hoy y cual crees que es su futuro?
Yo veo el periodismo, en general, mejor que nunca. Ya sé que estoy provocando. Pero cualquiera que haya vivido en España desde el 15M sabe que en estos tres últimos años el verdadero periodismo lo han llevado a cabo los nuevos medios, periodistas y públicos digitales. Sois parte de algo muy importante: un cambio de paradigma comunicativo que, obviamente, tiene impacto político y económico.
Los medios convencionales están agonizando en ambos aspectos. Y mientras no cesan de surgir iniciativas periodísticas y políticas con agendas y enfoques que hasta ahora eran desconocidos. Pretender decir ahora cuáles van a sobrevivir y anunciar una única vía de éxito sería ridículo por mi parte. No soy ningún gurú. No creo en ellos. Pero una cosa es cierta, segura e incontestable: el futuro será de quien se lo curre, de los públicos y profesionales sepan convertirse en, enredarse como cuarto poder.
Ocurrió con la imprenta a mediados del XVI… y hasta el arranque del siglo XX no llegaron los amos de la comunicación al estilo de Ciudadano Kane… y ahora Murdoch. Démonos tiempo para jugar, ensayar y consolidar nuevos modelos. Curiosamente, como señala el libro, la inmundicia de Murdoch sale a la luz al tiempo que WikiLeaks. Y dejo claro que los de Assange marcaron el camino a seguir.
Aún no somos conscientes del alcance de las macrofiltraciones. Imagínense que, antes de que las administraciones sanitarias cambien de gestores (algo que podría ocurrir en las próximas elecciones, ¿verdad?) no sucede lo de siempre: que se destruyen los discos duros y los archivos.
Y piensen que en lugar de eso la documentación es filtrada, para hacerles pagar la deuda (o parte de ella) a quienes nos han estafado. No me digan que es imposible: está tu blog, está filtrala.org (una plataforma que mejora el modelo WikiLeaks)… Aquí quien no hace periodismo es porque no quiere«.