El magnate de la industria farmacéutica y la especulación financiera con fármacos
La revista Forbes presenta al rey de la industria farmacéutica en Wall Street. Se llama Brenton «Brent» Saunders, tiene 44 años y es el presidente ejecutivo del gigante farmacéutico Actavis. Lo novedoso es que Saunders dice que la industria del futuro -del presente ya- no es aquella dedicada a investigar sino a especular con medicamentos y laboratorios.
En efecto, el perfil de Brent es el del tiburón financiero alejado de las pipetas del laboratorio y los ensayos clínicos. Eso, la investigación, la deja para universidades e instituciones públicas. A él y los inversores que le poyan lo que le va es comprar y vender empresas que posean medicamentos novedosos.
Hasta hace poco la industria farmacéutica competía por investigar y desarrollar fármacos, hoy hay tendencia hacia la especulación tanto con medicamentos como con laboratorios. Por eso he escrito varias veces que el caso del medicamento Sovaldi para la hepatitis C y la polémica de su enorme precio, unos 25.000 euros en España cuando producirlo cuesta unos 100, no es único y en los próximos años vamos a ver más situaciones similares.
Gilead, el fabricante de Sovaldi, compró el laboratorio Pharmasset que sólo producía el Sovaldi y ya ha rentabilizado la compra al vender el producto carísimo.
Lo de menos es si el fármaco es verdaderamente novedoso y tan buen como lo pintan, India no le ha concedido la patente a Gilead por su fármaco porque dice que no es rigurosamente nuevo. Lo de más es que Gilead se las ha apañado para que la especulación con el mismo le haya salido bien.
Los países, España incluida, lo están comprando y aplicando a los precios que manda el fabricante. Los gobiernos podían obviar la patente de manera legal por motivos humanitarios pero no lo han hecho y han favorecido el negocio.
Lo que anuncia Brent es la profundización en este modelo especulativo de industria «sanitaria». No es algo nuevo, la propia Gilead desarrolló el medicamento antiviral Tamiflu y luego se lo vendió a Roche para que diera el pelotazo durante las gripes aviar y A de 2005 y 2009 respectivamente. No es nuevo pero insisto es tendencia hoy. No importa tanto la ciencia ni la conciencia lo que importa es comprar «barato» y vender caro.
Otro ejemplo es el que contamos en el post La era de los medicamentos caros: Nuevo fármaco para la gripe a 1.000 dólares.
Es lo que viene ocurriendo en los últimos años con las vacunas. Han ido perdiendo su aura de bien social para convertirse en negocio con el daño que ello conlleva para la confianza en los sistemas de vacunaciones. Lo explica un reportaje de El País:
Vacunar a un niño en un país pobre cuesta hoy 68 veces más que en 2001, según un duro informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) que rompe el secretismo en torno al negocio de las vacunas. Un paquete completo de vacunación protegía en 2001 contra seis enfermedades y costaba 0,57 euros. Ahora cubre 12 males y alcanza los 39,25 euros».
La especulación financiera se ha asentado en el mercado de medicamentos y va a ir a más.
Como reconocía en una entrevista Raymond Gilmartin, exdirector ejecutivo de Merck, «el precio de los medicamentos no está determinado por los costes de investigación. Lo que lo determina, en su lugar, es el valor que tienen en cuanto a su capacidad de evitar y tratar una enfermedad o dolencia concreta».
En definitiva, los medicamentos valen lo que la sociedad está dispuesta a pagar por ellos. Por eso el marketing es tan importante: es necesario convencer a médicos y pacientes de que se debe usar determinado fármaco. Y en ello vuelcan las farmacéuticas todos sus esfuerzos.
Pero el marketing honesto se hace con verdades y por seguir con el ejemplo de Sovaldi, en ese caso no ha sido así y por Médicos del Mundo ha impugnado en los tribunales la patente del medicamento de Gilead. Cuando se marcan los precios de los fármacos en función de lo que ha costado producirlos se usan ciertos trucos, como exagerar los costes.
En la era de la especulación financiera con tratamientos se usan otros. Por ejemplo, hacer creer que un fármaco es más eficaz y seguro que los ya existentes. Bueno, si es así, que los laboratorios muestren a las administraciones públicas TODOS los datos de sus ensayos clínicos para puedan evaluarse manera independiente.
Si un medicamento es verdaderamente útil y seguro sí que podría valer más que uno que no lo fuera, claro. Pero hay que justificarlo bien antes de recibir el dinero. Mucho me temo que esto no es lo que le interesa a persona como Brent.
No sé si ya comenté en tu blog en otra ocasión sobre el caso Sovaldi.
Desde mi punto de vista, es un mal precedente. Supone la rendición ante la desfachatez de la industria farmacéutica.
Hago unas pocas reflexiones.
1) Lo que he visto sobre el Sovaldi en publicaciones como el NEJM (escasas) es muy interesante, ya que muestran resultados francamente alentadores.
2) Creo que es natural y ético que cualquier compañia que invierte tiempo y dinero en desarrollar un fármaco tenga su compensación económica. A fin de cuentas, a día de hoy, la industria farmacéutica es negocio y, sin ella, no tendríamos ni aspirinas. Ahora bien, hablar de patentes supone intoducirse en un terreno pantanoso porque ¿Cuándo empieza la originalidad? Es inimaginable pensar en el desarrollo de fármacos sin un enorme conocimiento básico y aplicado previo, la mayor parte del cual nunca fue patentado. En cualquier caso, el lucro justificable lo sería por producción pero parece inaceptable un lucro mucho mayor por especulación como la que se da cuando una compañía compra a otra.
3) Es una obviedad que la Administración ha actuado con una torpeza escandalosa. Desde el IPT inicial interpretable hasta , incluso a estas alturas, el juego que se llevan entre administración central y autonómicas. Por otra parte, parece que no son precisamente buenos negociadores en estos aspectos, en los que parece darse una rendición incondicional a una firma.
4) Da la sensación de que Gilead prefiere un mercado caro y restringido a uno amplio a un precio más razonable ¿Por qué? No sería descartable que en breve haya fármacos mejores y tampoco es descartable que una extensión de mercado haga visibles por farmacovigilancia efectos secundarios de baja probabilidad que no serían observables en ámbito restringido.
5) Se dan también exageraciones por parte de algunos pacientes. Parece muy improbable que el fármaco pudiera mejorar la situación de pacientes en las últimas fases de la enfermedad. Entiendo, no obstante, que la crispación es fruto precisamente de una Administración que no ha sabido enfocar adecuadamente el asunto.
En conclusión, creo que urge una reflexión sobre lo que se avecina, si no se controla: una medicina para ricos, en donde el Sovaldi es un mero ejemplo ilustrativo.
Gracias por tus reflexiones que en gran medida comparto.