La “moda” de la congelación de óvulos
Congelar los óvulos propios (sin razones médicas) es una de las últimas “modas”, a veces impuesta por “necesidades económicas”, a las que asistimos. Con ello se puede retrasar el embarazo usando esos óvulos cuando se necesiten. Empresas como Apple o Facebook financian a sus empleadas esa técnica para que retrasen la maternidad y les sean fieles laboralmente. Pero hay más.
Existen diversas razones para que una mujer se decida a congelar sus óvulos. Algunas son de carácter médico como en féminas con cáncer en sus órganos reproductivos. Los congelan para con posterioridad, una vez superada la enfermedad, poder engendrar. También hay razones económicas como la descrita arriba.
Pero como tantas otras tendencias sanitarias, lo que nace como un posible “avance médico” acaba por utilizarse sin la indicación adecuada y expandiéndose como un acto social. Por ejemplo, en Suecia la congelación de óvulos para “auto-donación por causa social” es algo que ya consideran como una opción en el futuro el 9% de las estudiantes universitarias.
No es que suponga un gran desembolso, aunque lo que cuesta si no es por necesidad no es algo que todo el mundo se plantee pagar, en torno a 2.500 euros. Como escribo depende de que se “socialice” la congelación de óvulos para que se convierta en un negocio.
Vaya por delante que los métodos de control de natalidad me parecen necesarios y una opción personal. Esta técnica lo es pero hay que ver a qué precio pues no hay intervención sanitaria sin riesgos. Lo que se congelan son los óvulos, no la edad. Escribo esto porque en efecto crionizar óvulos de una mujer joven hace que sus cualidades “juveniles” continúen con el tiempo pero claro, si la mujer decide quedarse embarazada con 45 años todo lo demás no tendrá la misma vitalidad.
Son de esperar entonces más complicaciones tanto durante la reproducción (el semen del hombre también pierde vigor con la edad), como durante el parto y la posterior crianza del bebé.
Puede parecer muy sencillo pero no lo es tanto. El procedimiento de obtención es agresivo: hay que forzar la ovulación con distintas hormonas y medicamentos y acceder al ovario para tomar los óvulos. El asunto plantea problemas éticos, prácticos y sociales que aborda muy bien el artículo de este enlace.
En un reportaje de Yo Donna, el periódico femenino del diario El Mundo, titulado La congelación de óvulos de la polémica, se reproducen testimonios como este:
Mi ginecólogo me recomendó una clínica y pedí una cita. Al llegar me encontré en una sala de espera repleta, con todo tipo de parejas unidas por el objetivo de la fertilidad, desde los más conservadores a lesbianas o mujeres solas que querían inseminarse.
Lo que siguió después fue lo más parecido que he visto a una fábrica de producción en serie: jamás volví a hablar con la doctora que me atendió la primera vez. Ella apenas estuvo conmigo cinco minutos, las dudas me las resolvió otra persona. Me informaron de los honorarios de la clínica: 2.000 euros sin incluir los medicamentos, que costaban casi otros 2.000, más 200 euros anuales para conservar mi microscópico material genético”.
En la clínica te explican estrictamente lo médico, dando por sentado que estás al tanto del marco legal. Eso dice también la mujer. En el ámbito jurídico también se ha trabajado sobre las técnicas de reproducción asistida y es bueno conocerlo pues como vemos esto de la congelación de óvulos implica variadas áreas y aspectos.