Niños británicos encerrados en reformatorios fueron usados como cobayas médicas
Ocurrió en la década de 1960 y ahora lo sabemos porque los Archivos Nacionales han desclasificado documentos que lo demuestran y la televisión pública de Gran Bretaña, la BBC, lo ha publicado. Personal médico del Ministerio de Interior británico autorizó ensayos clínicos de fármacos con niños internados en dos reformatorios ingleses. Uno de los principios activos probados así fue el peligroso y en ocasiones mortal haloperidol. El otro ya no se usa, beclamida.
En ningún caso se consultó con los progenitores de esos menores y la decisión de proceder con las pruebas médicas se dejaba a los gestores de las instituciones. Esos ensayos se producían en los llamados Approved Schools, instituciones residenciales que albergaban a jóvenes problemáticos, que eran enviados por tribunales juveniles y que estaban gestionados por organizaciones voluntarias y supervisados por el Ministerio de Interior.
Vaya que aprovechando que los chicos son problemáticos y están vigilados, con pocas posibilidades de defender sus derechos, empresas y Gobierno los usaron como cobayas, se supone que para bien de la ciencia y de la ciudadanía libre.
En uno de esos centros, el Richmond Hill Approved School, en el condado inglés de North Yorkshire, que albergaba a alumnos a partir de los 15 años, se administró un fármaco para las convulsiones entre los residentes considerados más problemáticos.
En otro colegio de niñas cercano a la ciudad de Leeds (norte de Inglaterra), el Gobierno autorizó otro ensayo -que no llegó a efectuarse- con un fármaco sedante.
En ese caso, se había previsto que el fármaco haloperidol.
Se trata de un potente sedante sintetizado en Bélgica, en 1958, por un químico de los laboratorios Janssen Pharmaceuticals, que actualmente se emplea como medicamento antipsicótico.
Querían que se administrara a todas las alumnas, de 14 y 15 años, del centro Springhead Park Approved School en la localidad de Rothwell.
Muchos medicamentos que provocan daños graves en sus consumidores ofrecen con el tiempo nuevas dolencias.
Nuevos efectos secundarios que no sólo no estaban “previstas” sino que ni se imaginaban. Convierten la vida de la persona dañada en un calvario de incertidumbre.
Numerosos fármacos, por ejemplo, pueden provocar elevaciones en las concentraciones de prolactina (PRL), la causa más frecuente de hiperprolactinemia, generalmente por tener un efecto bloqueante de la dopamina (al disminuir la dopamina, la cual inhibe la secreción de prolactina, favorecen indirectamente el incremento de la secreción de prolactina).
Es el caso del haloperidol. Este fármaco presenta muchas contradicciones en su uso. Como encontramos en sus advertencias:
Los adultos mayores con demencia tienen mayores probabilidades de morir durante el tratamiento (…) La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) no ha autorizado el uso del haloperidol para el tratamiento de problemas de conducta en los adultos mayores con demencia”.
Sin embargo, pese a esas graves advertencias en adultos:
El haloperidol se usa también para tratar problemas conductuales severos, como la conducta agresiva y explosiva o la hiperactividad en niños que no pueden ser tratados con psicoterapia o con otros medicamentos”.
¿Se habrá llegado a estas conclusiones gracias a que los “chicos malos” de los reformatorios fueron usados como cobayas? Yo creo que el Gobierno británico ha de hacer una investigación más profunda.
El haloperidol de Janssen sigue utilizándose hoy y la compañía usa la indicación “maldita”:
Tratamiento de problemas severos de comportamiento“.
No estaría de más una explicación por su parte.
Otro documento desclasificado de 1967 revela que un psiquiatra adjunto a Richmond Hill escribió a Interior solicitando permiso para efectuar una prueba en niños “impulsivos, explosivos, irritables, inquietos y agresivos”.
El médico pretendía darles beclamida, un fármaco sintetizado en 1951 en los laboratorios Lederle (comprados en 2009 por Pfizer, la mayor farmacéutica del mundo) y que se descubrió por casualidad en un cribado de rutina. Ya no se administra, tiene efectos sedantes y estaba prescrito para tratar episodios de epilepsia.
En España se ha usado hasta 2002. Con posterioridad se han conocido sus reacciones adversas y las hay graves, entre ellos psicosis y hepatotoxicidad.
En los papeles no se indica que a los participantes de esos ensayos se les explicara previamente en qué consistían ni que se les pidiera su consentimiento. También constan documentos con el visto bueno de Interior, como una carta enviada por la psiquiatra dependiente de ese Ministerio, Pamela Mason, fechada el 1 de noviembre de 1967, en la que
recomienda el máximo apoyo a este proyecto”.
Según esta misiva, el ensayo se realizó en 1968, durante seis meses aunque no se documentan sus resultados. Huelga escribir que los medicamentos no han de usarse por espacios de tiempo prolongado. Seis meses pueden ser demasiados y más si se trata de fármacos en pruebas y con el control de los mismos que tenemos que presuponer que no había en las citadas condiciones.