No todo está en nuestros genes
Leí hace unos días uno de esos titulares algo grandilocuentes que de vez en cuando vemos en los grandes medios de comunicación: El futuro de la alimentación está en el ADN. Sin duda el futuro nos depara muchos avances científicos y aplicaciones de los mismos útiles. Sin embargo, existe cierto reduccionismo no contrastado que espera demasiado de «los genes» y lo que ocurre es que luego las expectativas o no se cumplen o no tanto como se anunciaba.
Hacerse pruebas genéticas sobre alergias a metales o para detectar posibles intolerancias alimentarias es algo que se hace desde hace algunos años con el consiguiente aumento de la calidad de vida de quienes padecen un problema que hasta entonces era muy difícil de detectar.
Y según explican algunos nutricionistas en esa información:
Mediante el análisis de ADN podemos conocer nuestra predisposición ante ciertos comportamientos alimenticios, lo que nos permitirá saber qué alimentos nos ayudan a adelgazar, cuáles nos engordan, los que mantienen nuestra salud o con los que podemos prevenir lesiones”.
La idea es la siguiente. Tras realizar un análisis del genoma relacionado con la comida se elabora un informe en el que se indican los alimentos que, según nuestros genes, se deben comer o evitar. Se hace un listado de ingredientes prohibidos, limitados (de consumo ocasional) y de consumo libre.
Pero las cosas nunca son sencillas. Aunque haya cierto determinismo genético, que nuestro destino esté marcado por nuestros genes, en general es el conjunto de genes el que marca dicho destino no uno sólo o un pequeño conjunto, teniendo cada gen implicado una influencia escasa.
Esa parece la situación, como me comenta el médico Javier Peteiro, en la diabetes tipo II, en la obesidad y en otras muchas situaciones.
Hay patologías en las que el estudio genético probablemente sea más interesante, como la celiaquía o la diabetes tipo I», comenta este galeno.
Probablemente sean estudios de cierta utilidad (lo vemos todos los días, hay quien no se priva de comer lo que desea y está delgado y otras comiendo menos tienen sobrepeso), pero de ahí a una alimentación a la carta genética me parece que va un largo trecho.
Peteiro también apunta a la importancia del microbioma en muchos aspectos de nuestra salud (incluyendo entre otros la citada diabetes tipo II). Desde hace mucho tiempo, se sabe que los microorganismos del intestino humano desempeñan un papel importante en la salud digestiva. Sin embargo, investigaciones más recientes indican que la microbiota intestinal puede estar relacionada con aspectos más generales de la salud incluida la obesidad y la salud metabólica.
Los microorganismos presentes en el intestino humano son, sin duda, cruciales para la salud humana. Todavía queda por saber exactamente cómo, hasta qué punto, y qué áreas de la salud humana se ven influidas por nuestros «huéspedes»; de igual modo, queda por esclarecer los datos sobre cómo se podría manipular la composición y/o función de la microbiota para lograr beneficios concretos para la salud.
Y eso mismo ocurre con la relación de nuestros genes y la alimentación. Así que, en principio, parece bastante cientificista afirmar que el futuro de la alimentación está en los genes que está alineado con la tendencia de cierto fundamentalismo científico a dar a entender que todo está en los genes.
Es cientificista porque estamos tratando de un reduccionismo no contrastado al ámbito de los genes. El cientifismo es la nueva religión atea; creer que una vez que tenemos un gen y sabemos lo que hace podremos corregirlo, como si en nuestra vida, salud, enfermedad no influyesen tantos otros factores subjetivos.
A mí me preocupa que, como suele ocurrir tras estas actitudes, están las farmacéuticas, las industrias alimentarias o de la dietética, como explicábamos antes. Y que la Ciencia se supedite a los intereses comerciales. La medicina está dirigida por las grandes empresas diagnósticas, de imagen, de análisis, que son necesarias, pero hay asociado a ese carácter técnico una obsesión por cuantificarlo todo.
Como me explicaba el jefe de Bioquímica del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña en una entrevista que le hice por su libro El autoritarismo científico, existe un reduccionismo simplista de todo lo humano:
El ver en la depresión o en cualquier estado de ánimo sólo un balance de neurotransmisores, el de tratar de resucitar una frenología al confundir correlatos de imagen cerebral funcional con relaciones causales locales, el de un geneticismo extremo«.
En ese cientificismo naïf subyace la negación de la libertad y de la responsabilidad de cada cual. Uno sería como es por sus genes, por sus neuronas o por sus neurotransmisores y así sería visible, comprensible, incluso predecible, mediante la imagen cerebral funcional o el estudio genético.
La Ciencia se ha convertido en el oráculo moderno. La cantidad de tests prenatales disponibles aumenta progresivamente induciendo a una selección negativa, es decir, a abortos; no es descartable en absoluto a corto o medio plazo una selección positiva de los mejor dotados genéticamente.
Muchas gracias, Miguel, por tomar en consideración mi comentario.
Un abrazo,
Javier