La desinformación “inducida” llevó a una chica al hospital tras vacunarse del papiloma
Tras recibir la tercera dosis de la vacuna contra el virus del papiloma humano marca Cervarix, Andrea, una jovencita madrileña, tuvo varios ingresos hospitalarios debido a las reacciones adversas que le provocó. Dolores por todo el cuerpo, mareos, insensibilidad de cintura para abajo, temblores, debilidad muscular y otras reacciones adversas graves por las que ha estado hospitalizada.
La literatura científica, basada en la ficha técnica del producto y el prospecto, más los datos proporcionados por el sistema europeo y español de farmacovigilancia del producto Cervarix atribuyen potencialmente al medicamento todos y cada uno de los síntomas que padeció Andrea.
A la chica se le produjo un daño desproporcionado provocado por un producto farmacéutico en el seno de una prescripción médica de prevención. Pero la Comunidad de Madrid, a la que se le han exigido responsabilidades, niega la evidencia y dice que no hay relación entre la puesta de la vacuna y los síntomas que padece Andrea que, como explicamos, constan en los documentos citados elaborados por laboratorio fabricante y Ministerio de Sanidad.
Se da la circunstancia de que para ponerle la vacuna ni la chica ni su familia firmó un consentimiento informado en el que se detallasen los pros y los contras, sobre todo estos, los riesgos, de la vacunación. La vacunaron “a ciegas”; tampoco se le informó de manera verbal.
El servicio médico no ha reportado la sospecha de reacción adversa, ni siquiera ha realizado seguimiento a medio y largo plazo, tal y como exige la ley, el buen cuidado médico, la buena actuación médica, el no hacer daño, cuando de prescripción de medicamentos se trata.
Lo del consentimiento informado puede que haya personas (y lo que es peor, profesionales sanitarios) que lo tomen como algo banal, un “mero trámite”, pero hay que recordar que la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha catalogado el consentimiento informado como
un derecho humano fundamental, un derecho a la libertad personal, a decidir por sí mismo en lo atinente a la propia persona y a la propia vida y consecuencia de la auto disposición sobre el propio cuerpo”.
Andrea tenía derecho a que se le informara a ella y a sus padres sobre si la vacuna protegía contra todos los virus del VPH; si evitaba el cáncer de cérvix; qué reacciones adversas son las más comunes; cuales son las más graves; si es efectiva o no; si tenía o no alergia a alguno de los componentes de la vacunas, entre otros posibles aspectos, como la no obligatoriedad de la misma.
Además tiene derecho a que los profesionales sanitarios estén formados en la detección de estas reacciones adversas así como en su tratamiento terapéutico para su curación. Por ello, la familia, a través de nuestro >, ha demandado a la Comunidad de Madrid.
La familia acusa a sus servicios sanitarios de no informar adecuadamente sobre la realidad de la vacuna del VPH; de no realizar un seguimiento adecuado a una niña que sufre daños graves durante siete días seguidos; de no notificar siquiera la sospecha de esos que esos daños están producidos por la vacuna.
Litigan contra la Comunidad porque tras comenzar un proceso administrativo los inspectores sanitarios continúan negando que la vacuna pueda ser la causa ¡sin dar explicaciones científicas!
Una realidad que está sucediendo hoy es que los procesos administrativos son aprovechados por la propia Administración para ganar tiempo, negar toda evidencia y prueba y tratar de confundir al ciudadano o ciudadana que exige responsabilidades.
Lo de ganar tiempo es diluir responsabilidades. Si transcurre mucho el tiempo los casos siempre pierden fuerza ante los jueces. No es lo mismo juzgar un caso de una niña que tiene graves reacciones adversas en ese año que juzgarlo cuatro años después.
Hasta ahora no habíamos presentado una demanda así pero es hora de que la Justicia ponga la negligente actitud de los servidores sanitarios públicos en su sitio.
La Andrea madrileña ha tenido suerte, sí porque otra Andrea, de Gijón, Asturias, no tuvo tanta y murió, siendo el detonante de su fallecimiento la vacuna del papiloma (en esta ocasión marca Gardasil, de Sanofi, Pasteur, MSD).