Más de 800 demandas en Reino Unido por daños provocados por mallas vaginales
Hay nuevo escándalo sanitario a la vista con los daños a la salud femenina de fondo. La británica BBC publica que más de 800 mujeres están pleiteando en el Reino Unido por los daños que les están causando unos implantes de mallas vaginales usados en el post parto.
El caso recuerda mucho al del método anticonceptivo de Bayer marca Essure que tantos daños ha causado a las mujeres que portan dicho «muelle» metálico instalado en sus Trompas de falopio.
Ahora se trata de implantes de malla vaginal que se utilizan para tratar la incontinencia y la «caída» de órganos pélvicos tras el parto. Más de 800 mujeres están denunciando al servicio británico de salud pública (NHS) y a los fabricantes de estos implantes transvaginales que en algunos casos dejaron a las pacientes con molestias graves de por vida.
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La sobrecarga del embarazo y el proceso del parto, suponen en ocasiones estrés para el cuerpo de la mujer. Estas tensiones pueden debilitar las estructuras naturales de soporte del suelo pélvico y con el tiempo dar lugar al prolapso de órganos pélvicos e incontinencia.
Una de las «soluciones» es la operación en la que se utiliza el implante de malla transvaginal, un dispositivo sintético que se coloca en el tejido vaginal para proporcionar soporte adicional a los órganos que se han desprendido o para sostener la uretra en los casos de incontinencia urinaria.
Se estima que cerca del 50% de las mujeres experimentará en su vida algún tipo de prolapso de órganos pélvicos, de las que un 11% requerirá cirugía.
Las complicaciones de las mallas vaginales salieron a la luz pública en 2008, cuando más de 1.000 informes en contra fueron hechos a la Agencia de Alimentos y Medicamentos, la FDA estadounindense.
El marketing en torno a estos productos, para variar, ofrecen la apariencia de ser operaciones fáciles pero la selección cuidadosa de la paciente, el estudio preoperatorio riguroso y la profesionalidad del cirujano reducirán el riesgo de complicaciones. Y no se ha hecho.
Las mujeres denunciantes padecen dolor crónico, son incapaces de caminar, de trabajar o de tener relaciones sexuales a raíz de la implantación por cirugía de estas mallas.
Los testimonios de las víctimas son escalofriantes:
La malla se abrió camino como un alambre cortador de queso», dice Kate Langley. «Podía ver como la malla había pasado a través del tejido de mi vagina».
Otras mujeres, que describen síntomas similares, dijeron que la perforación era tan severa que sus parejas se habían herido durante el coito.
Esta mujer pasó por 53 hospitalizaciones para tratar de poner fin a su dolor pero los médicos no podían extraerla totalmente.
Muchas afectadas quedan incapacitadas por un dolor severo de naturaleza crónica. Con frecuencia siguen una medicación de dosis altas, opiáceos incluidos. Incapacitadas incluso para caminar, muchas lo hacen con muletas o van en sillas de ruedas.
Los implantes transvaginales están hechos de polipropileno, material que también se usa, por ejemplo, para empaquetar alimentos. Se utilizan desde los años 90. Datos de la sanidad pública británica citan que en los ocho años entre abril de 2007 y marzo de 2015 más de 92.000 mujeres recibieron este tipo de productos.
Los centenares de mujeres afectadas en Reino Unido demandan a las compañías fabricantes, la más grande de las cuales es Johnson & Johnson que las produce a través de su subsidiaria Ethicon.
Y, como también suele ocurrir en estos casos, la agencia británica reguladora de medicinas y productos sanitarios, la MHRA dijo que para la mayoría de las mujeres tratadas el uso de los implantes de malla vaginal eran seguros y eficaces.
Hasta ahora ninguno de los más de 100 modelos distintos que existen ha sido retirado del mercado.
Yo en España no conozco ningún caso, si hay alguna afectada que quiera contármelo encantado de conocerlo.
Como explicaba al principio este nuevo escándalo reúne características de otros como el de Essure (y algunos más): Producto deficiente que una gran compañía cuela a las autoridades sanitarias; estas cuando se producen daños siguen avalándolo; la comunidad médica, sobrepasada por sus conflictos de interés, calla hasta que no salta a los medios de comunicación; la desinformación reina pues el marketing la sustituye.
Todo como veis muy «científico» vaya pues estos pelotazos se dan siempre en nombre de la «evidencia científica» del producto.
Y las mujeres, suelen ser ellas quienes mayormente sufren los daños (Essure, vacuna del papiloma, Agreal) se quedan con los mismos, sin saber qué les ocurre, desamparadas desde el punto de vista sanitario y con la única de esperanza de que un juez pueda arreglar lo que la corrupción en el sistema sanitario ha provocado.