Lactancia materna, mamífera (y científicamente) garantizado que es la mejor
El Ministerio de Sanidad publicó el pasado mes de abril la Guía de práctica clínica sobre lactancia materna. Parece mentira que a estas alturas de la vida haga falta que una administración pública recuerde que amamantar a los bebés es fundamental para su correcto desarrollo físico e intelectual pero es que la práctica que nos hace mamíferos por esencia está hoy en declive.
Hacía mucho tiempo que no escribía sobre este asunto y parece que las cosas han ido a peor. Me quedo helado al leer que en el caso de España, solo el 28,5% de los bebés son amamantados de manera exclusiva hasta los seis meses, una cifra un poco superior a la media europea, que asciende al 25%.
A partir de los seis meses, los bebés deberían seguir siendo amamantados, aunque no de manera exclusiva. Es decir, complementando (no “sustituyendo”) la leche materna con alimentos saludables. Pues bien, al cumplir un año de edad, el 72% de los niños europeos no son amamantados. De hecho, en España, la edad media del destete se sitúa en 6,4 meses”.
Uno cree que somos mamíferos o eso nos enseñan y siguen enseñando en las escuelas y luego resulta que de eso tenemos poco. Y si no somos ya ni lo que siempre hemos sido ¿qué es lo que somos? Pues a lo mejor “industríferos”, hijos de las diferentes industrias.
Escribo esto porque leo en ese post que os enlazo que los beneficios de los fabricantes de leches artificiales para bebés superarán según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los 65.000 millones de euros en 2019, una cifra comparable al gasto sanitario anual de las administraciones públicas en España.
Yo me resisto a creer que todo es marketing y que la promoción que lleven haciendo los fabricantes de esos sucedáneos tan alejados del original esté consiguiendo cambiar la esencia del ser humano pero no creo que las mujeres que realmente tengan problemas para amamantar, que las hay, claro, sean tantas como para mantener una industria así.
Han ido cambiando los hábitos sociales y los responsables somos nosotros pues ante cualquier situación esquiva de la vida casi siempre se puede buscar una alternativa. Conozco niños (ya hoy niños, no bebés, a ver) que han recibido lactancia materna a demanda hasta los cuatro años que dejaron la teta. Así, de manera natural. Y en cuatro años las situaciones esquivas suelen ser muchas.
Creo que es preciso reivindicar que cuando niño y madre maman están haciendo un acto importante. Para ambos además pues no se trata de que uno come sino de que los dos están invirtiendo en salud.
Los niños de pecho tienen menos alergias, menos gastroenteritis, menos otitis, menos ingresos hospitalarios, más coeficiente intelectual que los niños de biberón. De adulto, hay menos riesgo de padecer enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, diabetes… Las madres que amamantan tienen menos riesgo de padecer cáncer de mama, de útero y de cérvix”, explican con datos extraídos de estudios científicos en la página de El parto es nuestro, asociación colaboradora del Ministerio en la guía que comentamos.
Y puestos a reivindicar no se trata sólo de mejorar las condiciones laborales (las malas) que son una de las claves para entender porqué muchas madres no pueden o se desaniman de mamantar sus pequeños, no. No sólo se deja de dar pecho por motivos laborales, como cita la guía:
La utilización de suplementos (leche materna extraída o fórmula) durante la estancia hospitalaria es una práctica frecuente, que en ocasiones no está justificada y que puede suponer un riesgo para el recién nacido y para el éxito de la lactancia.
Conocer cuáles son las circunstancias en las que los beneficios de suplementar la lactancia materna superan a los riesgos puede ser de gran utilidad para los profesionales, sin olvidar que la administración de dichos suplementos siempre debe de ir acompañada del apoyo y las medidas necesarias para solucionar los problemas de lactancia y que la demanda de suplementos de una madre que previamente ha sido adecuadamente informada y apoyada, debe ser atendida y respetada”.
Es decir, el fracaso de la lactancia materna comienza en el sistema sanitario y es allí donde comienza el éxito de la “mamoindustria” o “bibeindustria” mejor escrito.
Concluye el documento con razón:
Es necesario que los profesionales sanitarios conozcan los motivos médicos por los que puede ser necesario administrar suplementos a un recién nacido sano, para evitar su uso innecesario. Así mismo los profesionales deben saber que la mayoría de los problemas se pueden prevenir con un inicio precoz de la lactancia y un buen apoyo a la madre que amamanta”.
Eso por lo que se refiere al parto en hospitales. Otro cantar es el parto en casa. Otro día trataremos este tema pues en los últimos años han habido nuevas evidencias (pruebas) de que es más seguro que en centros hospitalarios. Ahora lo que toca es reivindicar la autonomía de las familias a la hora de optar por la mejor crianza que pasa por la lactancia materna, “mamíferamente” (y científicamente) garantizado.
Dependerà supongo de la calidad de la leche artificial y sobre todo de la calidad de la leche materna. Según N.Olea y otros investigadores se han encontrado elevados niveles de mercurio en la leche de madres que amamantaban (bien porque llevaban amalgamas de mercurio y/o habían ingerido mucho pescado azul y/o se habian vacunado recientemente).
También se han hallado otros metales pesados, bisfenol A, etc etc
A priori no es una decisión fácil
Si se encuentra mercurio en una mamífera humana imagina el que hay en la leche de una vaca, o te piensas que filtran el mercurio, el bisfenol A y todos los ingredientes que ni siquiera consideran peligrosos para el consumo humano puesto que la cadena trófica está llenos de ellos y nadie mueve ni un dedo.
Pensar que la leche que fabrican unas lumbreras es mejor que la tuya propia que es la que fabrica la naturaleza, es un absurdo. Si tu propia leche tiene veneno es porque el veneno está en todo lo que comemos y sobretodo en las leches artificiales para niños. ´
Ingredientes de leche artificial:
Lactosa (procedente de la leche), leche desnatada, aceites vegetales (aceites de palma, cánola, coco, girasol), galacto-oligosacáridos (procedentes de la leche), fructo-oligosacáridos, carbonato de calcio, cloruro de potasio, cloruro de colina, ácido L-ascórbico, taurina, lecitina de soja, L-ascorbato de sodio, sulfato de hierro, L-triptófano, inositol, acetato DL-a tocoferol, L-isoleucina, nucleótidos (uridina, citidina, adenosina, inosina, guanosina), sulfato de zinc, hidrocloruro de L-cisteina, nicotinamida, L-carnitina, D-pantotenato de calcio, ácido fólico, sulfato de cobre, palmitato de retinol, DL-a tocoferol, D-biotina, hidrocloruro de tiamina, colecalciferol, cianocobalamina, hidrocloruro de piridoxina, sulfato de manganeso, yoduro de potasio, fitomenadiona, selenito de sodio.
¿De verdad que has analizado cada uno de estos componentes, el origen, cómo lo sintetizan y que proceso siguen para añadirlo?
El miedo a tu propia leche lo sustituyes por la ignorancia de lo que es la leche artificial.