El escándalo del tóxico fipronil en los huevos revela su extendido uso
El penúltimo escándalo alimentario, lo habréis leído, es el del fipronil, un insecticida que se le echa de manera ilegal a las gallinas y que contamina sus huevos. Una veintena de países de la Unión Europea se han visto afectados. Hace unos días en Cataluña retiraron una partida de 50 kilos de huevos en polvo con dicha sustancia.
Todo comenzó en Bélgica, el sistema de alertas por posible riesgo para la salud pública detectó altas cantidades del insecticida en varias partidas de huevos. Varias partidas de huevos procedentes de granjas belgas y holandesas presentan un alto contenido en fipronil, que excede el uso por debajo del cual no resulta tóxico.
El producto que se usa para combatir los parásitos es tóxico pero además está prohibido su uso en la alimentación. Tras saltar la alarma, la Comisión Europea pone en conocimiento del resto de países la situación.
A Bélgica y Holanda pronto se suman Francia y Alemania como países exportadores de los productos contaminados. Otros países se han visto afectados por el escándalo: Austria, Luxemburgo, Italia, Irlanda, Eslovaquia, Rumanía, Suecia, Reino Unido, Dinamarca, Polonia, Suiza y Hong Kong, República Checa y España.
En el origen del escándalo estarían la empresa holandesa Chick Friends y la belga Poultry Vision, que habrían utilizado ilegalmente fipronil en varias granjas.
El uso de fipronil está prohibido en animales destinados a la cadena alimentaria en la UE, pero sigue siendo habitual en muchos productos antiparasitarios para mascotas o en artículos de uso doméstico, como los antitermitas o los antihormigas.
Antes que en Cataluña, el Departamento de Salud del Gobierno Vasco inmovilizó una partida de 20.000 unidades de huevo líquido contaminado con el insecticida fipronil en una empresa de Vizcaya.
Llama la atención que esté tan extendido el uso ilegal de un producto tóxico que no debería usarse en los productos alimentarios. Nada menos que 20 países afectados por el escándalo. No hace falta ser muy listos para entender que si el problema tiene esa dimensión con probabilidad es nuestro país se usa también ese tóxico.
El asunto de nuevo pone de relieve el sistema de producción de alimentos en escala.
Enormes granjas de gallinas ponedoras para conseguir enormes producciones de huevos.
Pero el sistema masificado de cría de dichos animales potencia las enfermedades de los mismos y el uso de medicamentos y productos “sanitarios” para tratar en este caso a las gallinas a las que se rocía con fipronil y cuyos restos presentan luego los huevos.
El movimiento de huevos contaminados por toda Europa también pone de relieve otros de los errores de nuestro sistema alimentario, su gran deslocalización. Huevos de Holanda y Bélgica que llegan a Cataluña; huevos franceses que llegan al País Vasco… ¿No hay suficientes huevos en País Vasco y Cataluña para consumo y producción de alimentos derivados?
Llama también la atención que cuando se produce uno de estos escándalos en los medios de comunicación solemos leer la coletilla:
Según especialistas, el fipronil representa un riesgo de intoxicación “muy improbable” para los humanos, que, en los niveles máximos detectados en Bélgica y Holanda, tendrían que consumir miles de huevos contaminados a lo largo de su vida para sufrir efectos adversos”.
Es decir, casi siempre se excusa el uso ilegal del producto tóxico y se nos intenta calmar, no preocuparnos de un modo paternalista para no poner en riesgo el negocio de turno. Pero hay que recordar que no es sólo el fipronil sino que convivimos con más de 100.000 sustancias químico tóxicas muchas de las cuales sabemos que provocan enfermedades y de otras muchas ni siquiera sabemos eso.
Esas sustancias suelen ser acumulativas, por pequeñas que sean las dosis que ingerimos, se acumulan en nuestro organismo y lo que no nos cuentan es que interactúan entre ellas potenciándose sus efectos. Hay que tener en cuenta que no las ingerimos una vez en nuestra vida sino en incontables ocasiones. Por ello, lo ideal es no ingerir sustancias tóxicas ni mucho ni poquísimo.
El insecticida fipronil fue creado por la farmacéutica Rhône-Poulenc a mediados de la década de los años 80 del siglo pasado. Su venta comenzó en 1993.
Se utiliza para combatir plagas, como explico y también patologías en animales. Tiene usos veterinarios en perros y gatos y también para controlar las pulgas, garrapatas, moscas o piojos en el ganado bovino, aunque se utiliza sobre todo para fumigar, por ejemplo campos de golf o de cereal, por eso insisto en que las autoridades alimentarias juegan a salvarle los muebles a los corruptos que lo usan en los huevos intentando convencernos de su ocasional utilización. No es cierto.
Prueba de ello es que hace cuatro años que la Unión Europea acordó prohibir la utilización del pesticida para el tratamiento de semillas de maíz y de girasol a raíz de una propuesta de la Comisión Europea por el riesgo “grave” del insecticida para la población de abejas. Bueno pues los únicos votos en contra fueron los de España y Rumanía.