Ingesta Diaria Admisible: La cantidad de aditivos tóxicos que somos “capaces” de comer
¿Qué cantidad de cada aditivo potencialmente tóxico utilizado en la alimentación somos capaces de aguantar sin enfermar? Para “explicarlo” se creó el concepto de Ingesta Diaria Admisible (IDA) que carece de evidencia científica (pruebas) y que sólo es parte de una estratagema para “tranquilizar” a la población y seguir expandiendo un modelo alimentario industrial literalmente precocinado.
Siempre me ha parecido curioso el concepto Ingesta Diaria Admisible. ¿Cómo puede haber una cantidad “admisible” de algo potencialmente tóxico? Si algo es tóxico, es tóxico y ya está (y lo inteligente es intentar no consumirlo). Vale, es cierto que casi cualquier cosa puede ser tóxica, hasta el agua, tanto que si tragas mucha te ahogas.
Pero no tratamos de elementos de la naturaleza que si se produce un abuso causan un daño o que pueden ser dañinos de por sí como la cicuta. No, tratamos sobre que cuando nos alimentamos entendemos que estamos, no sólo ingiriendo comida y por lo tanto saciando una necesidad básica, sino nutriéndonos, es decir, garantizando nuestra salud.
A mediados de siglo pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) y tres años después se decidió que la incorporación de nuevos aditivos alimentarios requiriera de manera obligatoria la evaluación de agencias especializadas. Cuenta todo esto en un artículo excelente José Lietor Gallego, doctor en Biología que ejerce como educador ambiental y experto en consumo responsable.
Por IDA (Ingesta Diaria Admisible o Aceptable) se entiende la cantidad de sustancia química que se puede ingerir cotidianamente y durante toda la vida sin que haya riesgo para la salud (expresada en miligramos -mg- de sustancia por kilo de peso corporal y día).
Resulta paradójico que el toxicólogo francés al que se le atribuiría el invento del concepto, René Truhaut, reconocería años después de su creación no haberlo publicado en ninguna revista o foro científico. A pesar de la falta de una revisión científica a fondo sobre dicho precepto, la IDA sería adoptada por la OMS y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), manteniéndose hasta la actualidad como uno de los pilares sagrados de la seguridad alimentaria a nivel mundial.
Truhaut siempre demostró gran franqueza a la hora de evaluar las limitaciones de su IDA, estableciendo que la única dosis segura de una sustancia tóxica es la dosis cero. Puro sentido común.
Hoy, uno de los mayores defensores de la IDA es el International Life Sciences Institute (ILSI). Como muestra, decir que en 1990, el ILSI, que fue fundado por Coca‐Cola, Heinz, Kraft, General Foods y Procter & Gamble; se unirían después Danone, Mars, McDonald, Kellogg y Ajinomoto (principal fabricante de aspartamo), empresas del sector de los pesticidas (Monsanto, Dow AgroSciences, DuPont y Basf) y compañías del sector farmacéutico (Pfizer y Novartis.
Merece la pena que os detengáis a leer en el artículo de Lietor cómo se calcula la IDA en base a hacer experimentos con animales y a factores de riesgo cuyos datos se inventaron sin el más mínimo rigor (de hecho van cambiando sobre la marcha, según “necesidades de mercado”).
El concepto de la Ingesta Diaria Admisible de sustancias añadidas intencionadamente a los alimentos con potenciales efectos nocivos en la salud humana presenta una serie de inconvenientes que ponen en evidencia su validez:
-Aunque en la actualidad, la realización de ensayos de toxicidad in vitro sobre células humanas está en auge, la mayoría de los trabajos para determinar las actuales IDAs de aditivos fueron realizados con roedores; sólo en casos especialmente sensibles se realizaron con perros o monos, pero no con humanos.
-Las pruebas se realizan con sustancias concretas, de modo individual, sin considerar las relaciones de unas sustancias con otras que son también potencialmente tóxicas y que podemos ingerir en el mismo alimento pues en rara ocasión un producto lleva sólo un aditivo.
-Los ensayos son realizados en laboratorios privados de la industria.
-A pesar de ser un concepto que hace referencia a la dosis recibida durante toda una vida, no se fija tras largos estudios epidemiológicos que incluyan a cientos o miles de sujetos de estudio y que alberguen la mayor variabilidad posible. Los trabajos que reciben las agencias de seguridad van de dos semanas (toxicidad a corto plazo) a dos años (toxicidad a largo plazo asociada a procesos cancerosos).
-Se le otorga prioridad al peso corporal del individuo expuesto (mg de sustancia por kg de sujeto expuesto) sin considerar otro amplio número de factores que podrían influir en el efecto tóxico (genética, historial médico, actividad física, tipo de alimentación, sexo, edad, etc).
-Los factores de seguridad empleados para su estimación son arbitrarios y dependen en buena medida de la sensibilidad específica de los técnicos que llevan a cabo las evaluaciones.
-Se basa en el principio clásico de la toxicología: “La dosis hace al veneno”. Desde el descubrimiento a finales del siglo pasado de los disruptores endocrinos (capaces de producir efectos muy significativos a partir de concentraciones extremadamente pequeñas), este mantra se está poniendo en entredicho.
-Resulta paradójico pretender encontrar una dosis segura a largo plazo de sustancias que en ocasiones pueden resultar mortales de manera puntual.
-El consumidor tiene que realizar un verdadero acto de fe a la hora de confiar en la IDA de los aditivos que ingiere ya que no dispone de la información necesaria para realizar los cálculos que le permitirían estimar la ingesta diaria de ingredientes en sus alimentos procesados.
Conclusión, nuestra alimentación cuanto menos procesada y más ecológica (en todos los sentidos del término), mejor.