Enfermedades inmunitarias que están provocadas por medicamentos
El funcionamiento del sistema inmunitario es complejo y mal conocido. Se basa en una respuesta innata rápida e inespecífica, un sistema adaptativo que responde a un antígeno y que implica la noción de memoria. El último número Butlletí groc, prestigiosa publicación del Instituto Catalán de Farmacología, explica la relación de ciertos medicamentos con enfermedades inmunitarias.
Las enfermedades autoinmunitarias se deben a una disfunción del sistema inmunitario, el cual reacciona contra los constituyentes fisiológicos del propio organismo y causa lesiones. El hecho de que se hayan ido reconociendo mecanismos autoinmunes en enfermedades de incidencia y prevalencia crecientes hace pensar que estas patologías puedan tener relación con la exposición a fármacos, conservantes y otros aditivos alimentarios y otros productos.
Los medicamentos pueden producir enfermedades autoinmunitarias por varios mecanismos, a menudo mal conocidos, que implican la activación y participación de linfocitos T, autoanticuerpos y citocinas.
Algunos fármacos son utilizados por su acción directa sobre el sistema inmunitario. Otros modifican los constituyentes del organismo, los cuales son entonces identificados como extraños por el sistema inmunitario.
Cuando el fármaco tiene una estructura similar a la de un constituyente orgánico, la reacción inmunitaria dirigida contra el medicamento expone también a una destrucción de este constituyente o a su disfunción. Con frecuencia es difícil establecer una relación causal entre la toma de un fármaco y la aparición o el agravamiento de una enfermedad autoinmunitaria. Muchos tratamientos farmacológicos dan lugar a la formación de autoanticuerpos, pero esto raramente se traduce en enfermedad.
Así por ejemplo, casi uno de cada cinco pacientes que toman isoniacida desarrolla anticuerpos antinucleares, pero raramente presenta lupus sintomático. Por tanto, la presencia de autoanticuerpos no siempre se correlaciona con la
aparición de signos o síntomas clínicos.
A la inversa, un paciente puede presentar rasgos de autoinmunidad sin que se detecten autoanticuerpos.
El período de aparición de la enfermedad autoinmunitaria varía de algunas semanas a varios años tras el inicio del tratamiento y esto dificulta la valoración causal. La retirada del medicamento implicado se suele seguir de una recuperación, que a veces requiere un largo período. Ocasionalmente, una vez desencadenada la autoinmunidad, ésta sigue evolucionando aunque se retire el fármaco.
Dado que a menudo los síntomas suelen mejorar tras suspender el medicamento causante, el diagnóstico precoz es crucial para el pronóstico. No hay criterios estandarizados para el diagnóstico de autoinmunidad inducida por fármacos. Es evidente que debe haber una relación temporal entre la administración del fármaco y el inicio de los síntomas, pero no se han podido establecer otros criterios, como por ejemplo, la existencia de una relación entre la dosis y la duración de la exposición a cada fármaco y el riesgo de la enfermedad.
Además, puede ser imposible distinguir una autoinmunidad inducida por fármacos de la reactivación de una enfermedad autoimmune.
Numerosos fármacos pueden causar enfermedades autoinmunitarias. Tras cierta experiencia con nuevos tratamientos que alteran la inmunidad, utilizados como inmunosupresores o inmunoestimulantes, como los anti-TNF alfa, anticuerpos monoclonales e interferones, se han identificado varias patologías autoinmunitarias causadas por estos productos. Otros fármacos convencionales también pueden ser causantes de enfermedades autoinmunitarias.
Algunos productos biológicos utilizados para el tratamiento de la artritis reumatoide y otras enfermedades reumáticas, así como en la esclerosis múltiple, que han sido implicados en trastornos autoinmunes (enlazo algunos con posts de mi blog en los que advierto sobre sus daños y otras irregularidades):
Benepali, Enbrel, Flixabi, Inflectra, Remicade, Remsima, Humira, Simponi, Cimzia, Kineret, Roactemra, Stelara, Cosentyx, Zinbryta, Orencia, Lemtrada, MabThera, Truxima, Arzerra o Benlysta.
¿Conclusión? Cuando se prescribe cualquier fármaco, conviene también tener presente que implica un riesgo de autoinmunidad, un fenómeno raro, aparentemente de incidencia creciente y con consecuencias potenciales graves (ver el Cuadro 1 del artículo).