Más allá de las evidencias científicas o si triunfase el elitismo cientifista
Siempre he defendido la conocida Medicina Basada en la Evidencia (MBE) como actitud fundamental de la medicina, deberíamos actuar sólo mediante pruebas de lo que vamos a hacer o tomar. Pero la expulsión del médico crítico Peter Gotzsche de una de las «biblias» de la MBE, la institución Cochcrane, de la que fue fundador, está abriendo un debate necesario: ¿En el acto médico vale sólo con aplicar la evidencia o pruebas o en realidad se va más allá, dada la singularidad de las personas?
Lo he explicado y documentado en muchas ocasiones, la MBE, que nació como ejemplo de racionalidad aplicada al ámbito sanitario, se ha ido convirtiendo por los numerosos intereses comerciales que rodean al acto médico en el marketing de las empresas del ámbito. El propio Gotzsche (y otros muchos especialistas lo advierten), seguramente por eso han habido presiones para denigrarlo.
Pero como también se advierte el “primer gran problema de la medicina” son las malas evidencias que tenemos por culpa de un sistema de innovación, de investigación más desarrollo, contaminado por intereses comerciales y políticos. El “segundo gran problema de la medicina”: pensar que para que las decisiones profesionales sean adecuadas es suficiente con tener buenas evidencias. Es decir, según esos médicos y profesionales sanitarios, no basta con la MBE, esta es una parte pero no el todo.
La MBE, como explican en No Gracias, reduce el sesgo del “a mi me funciona” pero introduce el sesgo del “a esta muestra [de uno o varios ensayos clínicos] le funciona” y se acaba tratando a personas, con sus singularidades, de acuerdo con estándares normativos aplicables a poblaciones o muestras en lugar de con las necesidades reales, individuales e intransferibles de los pacientes.
Cuando el profesional pierde sus atributos cognitivos y éticos y se deja llevar por la estandarización informada por la MBE, ganan las organizaciones sanitarias, los seguros privados, las asociaciones profesionales y la industria farmacéutica y pierde el enfermo», explican.
Estoy de acuerdo en que las intervenciones médicas que en el mejor de los casos han demostrado tener pruebas experimentales sólidas de efectividad, han sido desarrolladas en un paradigma científico que sólo atiende una lógica de causalidad lineal muy alejada de la complejidad que define los fenómenos biológicos. Por más que un medicamento, llegado el caso, demuestre gran eficacia y pocas reacciones adversas, siempre llega un primer caso de efectos secundarios no descritos en los ensayos clínicos hechos para probar dicho principio activo.
Es decir, las personas no somos sólo un dato en un análisis o experimento clínico, somos mucho más y tenemos unas circunstancias vitales que no están representadas en ningún ensayo, sencillamente porque son sólo nuestras. Hacer una medicina basada sólo en evidencias científicas es cientifista además de poco efectivo por lo explicado (y con poco sentido de lo humano): No somos, por ejemplo, bicicletas a las que una vez en el mercado el fabricante detecta un fallo en la soldadura de los cuadros de una serie y retira la serie entera de los comercios.
Y esto del cientifismo hay que tomárselo en serio pues amenaza con la robotización de la sociedad o la dictadura elitista de los datos científicos por los datos científicos, lo que beneficia a los diferentes poderes pero no a la población. Lo explicó de manera genial el médico Javier Peteiro en su libro El autoritarismo científico, que no me canso de citar.
En un reciente post de su blog, este galeno nos cuenta sobre las ideas de los nuevos expertos vendedores de un humo que, excusándose pretenciosamente en la ciencia, la suya, claro, quieren convertir la política en una nueva inquisición: La política basada en las evidencias científicas.
Un constructo elitista para justificar sus delirios fundamentalistas y sectarios.
No hay bastante con expandir la MBE robotizante y deshumanizante (donde reina la pseudociencia cotidiana: ocultación de daños por fármacos, indicaciones ilegales o recetas para sanos) y han de presionar para que todas las áreas de la vida humana sean dictadas por pruebas científicas que ya hemos visto que están muy mediatizadas por los distintos poderes, sobre todo el económico que es quien las financia.
La premisa de la PBE indica que a partir de la evidencia disponible y el análisis racional sistemático se producen mejores resultados que aquellas políticas públicas que sólo son impulsadas por ideología«, cuenta en el portal Politopedia.
En España ya hay un lobby cientifista que afirma que su objetivo es
conseguir que el método científico se instale en la toma de decisiones de los políticos”.
El método científico es fundamental en ciencia pero aplicar sus mecanismos a decisiones políticas, que atañen a personas pensantes y sintientes, recuerda a anteriores episodios de la historia humana que mejor no repetir. No es muy tranquilizador que un artículo así vaya rodeado de anuncios de Vodafone (qué poco estético que la seducción tecnocientífica del artículo vaya «arropada» por una de las grandes compañías tecnológicas).
Como indica Peteiro:
Esperemos no llegar a la distopía que pretenden, pero el recorrido es gradual y en ese continuum de dejación por parte de representantes políticos ya vamos viendo serias derivas inquisitoriales, como la prohibición de los que unos cuantos «expertos» designan como pseudoterapias (que las hay, no voy a negarlo) en vez de educar ya desde la infancia en un sentido crítico, algo que sí sería lo bueno de la ciencia».
Lo que se pretende es un estúpido elitismo que subyugue a la democracia real, haciendo que la polis, que esa gran ciudad que es de todos, sea gobernada por el neoliberalismo más atroz revestido de un lenguaje supuestamente científico. De manera paradójica además, impulsada por colectivos, partidos e individuos más de izquierdas que de derechas, por cierto.
¿Nos conducirá el cientifismo a un fascismo de nuevo cuño, un totalitarismo basado en evidencias científicas?
Sobran los signos de interrogación en la última frase de la entrada, pues esa es ya la situación: «ciencia» sin conciencia (ese prescindible lastre humano), ni ética (¿a qué junta de accionistas le importa ese «activo»?), ni restricciones que no sean las del mercado. Ciencia bastarda al servicio del puro negocio., del mito tecno, de la big farma, entre otros. Con una desvergüenza sin límite, se sigue manipulando interesadamente el sentido del término anglosajón «evidence». «Prueba», en español, es algo parcial, provisional. Una o muchas pruebas de cualquier cosa dan para lo que dan, para verdades parciales, provisionales. No les sirve, el término correspondiente a la correcta traducción. Prefieren la falsa traducción literal, la pomposa, autoritaria «evidencia». Y no se cansan de repetirla. Funciona. Abre puertas sin cuestionar. Y en el Parlamento las hay.
«Ciencia en el Parlamento». «Política basada en la evidencia» o caos irracional, leyes de estúpidos e idiotas para una población imbécil y desprotegida. Su coordinador lo ha dejado meridianamente claro «nuestro objetivo es crear una necesidad». Es evidente. Preparado el terreno público durante los últimos 3 años, infiltrando cada recoveco social, profesional, corporativo, asociativo, comunicacional, político (el ministro astronauta sigue a la altura, la ministra defenestrada, ya no) y un largo etcétera; crecidos hasta la hipertrofia de miembros, hasta la megasoberbia de actitudes por la actual «burbuja cientúfica», ahora toca el asalto al poder legislativo. Deprisa. Sin debate público de su auténtica necesidad o conveniencia. Antes de que la sociedad nos lo pensemos demasiado, la foto con políticos en el Parlamento. La peor de las tiranías es la auto-evidente, la que todo el mundo debe asumir que se basa en la evidencia.
Por una, ciencia necesaria, imprescindible al servicio de las personas, aportando conocimiento a la sociedad en y desde su propio ámbito. No esta «ciencia» supremacista al servicio del negocio, elevada a las alturas en ese trono de gelatina improvisado con «evidencias científicas».
Ahora que en el ámbito de la salud estamos revisando las creencias, falsedades, perjuicios y mitos de la llamada medicina basada en la «evidencia», para ubicar a la ciencia donde legítimamente le corresponde, ¿qué?, ¿técnicos de «asesoramiento científico» al Parlamento; ¿expertos «independientes» dictaminando qué es suficientemente, evidentemente científico y qué no (= pseudocientífico). ¡Amos, ande!
!Filosofía de la Ciencia, al parlamento!, en todo caso. No la versión más interesada, comercialmente manipulable, corruptible «ciencia». A la ciencia lo que es de la ciencia. Y al poder legislativo lo suyo.
¿Todos a una contra la totalitaria apisonadora «cientúfica»? Quizás tampoco debería llevar signos de interrogación.
Interesante y aterrador al mismo tiempo, aunque por suerte en la secta «Naukas» hace años que se preparan para esto como lo demuestran en un peculiar panfleto:
https://naukas.com/2011/07/07/del-relativismo-al-cientificismo/
Aunque yo le llamaria CientiFascismo
Por cierto a los que les guste leer de ciencia critica recomiendo el blog del investigador Alfredo Maldonado
https://cienciamundana.wordpress.com/acerca-de/
Saludos
Muchas gracias, Miguel, por esta nueva entrada en tu excelente blog y por la cariñosa referencia a mi libro que en ella haces.
Los mantras de «evidencia»,»ciencia», «eficiencia» y tantos otros son ya cansinos.
La Ciencia es esencialmente un método, algo que sí permite ir construyendo y afianzando o rechazando teorías, asumiendo lo que hay, pero dista absolutamente de la distopía pretendida por quienes se erigen en sacerdotes cientificistas.
Un abrazo.
Javier