El poder de la Ciencia y su enemigo el cientifismo #CartasaElla
En esta otra entrega de las #CartasaElla el abuelo, coprotagonista de estas misivas, profundiza con su nieta, Ella, sobre la ciencia entendida por algunos dogmáticos como una religión y las poderosas razones que existen para separar Ciencia y cientifismo.
El poder de la ciencia para responder preguntas esenciales y para proporcionar solución a problemas prácticos ha hecho que mucha gente vea en ella la gran promesa Ella, la única posibilidad de “salvación”. El cristianismo acepta la salvación como la liberación de la esclavitud del pecado y de la condenación, resultando en la vida eterna con Dios dentro de su Reino.
Los cientifistas hacen algo parecido con la ciencia, anteponen la ciencia a todo lo demás, incluso a los intereses de las personas. Es su manera de alcanzar el conocimiento entendido como salvación. Pero eso supone ignorar que hay áreas de conocimiento y de discusión que exceden el ámbito científico. Por eso es sectario.
Al lado del avance imparable de la ciencia, se ven las consecuencias, nefastas en ocasiones, de las meras creencias. Los cientifistas dicen que no hay que creer, que hay que demostrar las cosas, pero ellos acaban adoptando creencias por el mero hecho de que un estudio dice esto o lo otro. Sabemos a dónde han conducido y conducen los fanatismos religiosos de todo tipo.
Es comprensible que se llegue a considerar la ciencia como el gran referente pero asistimos a una creencia generalizada en el poder de la misma para hablar de lo que puede pero también de lo que no puede, como la ética por ejemplo.
En esa creencia, hay científicos y divulgadores del área que asumen el papel de un nuevo sacerdocio, el de la interpretación de datos científicos y la orientación a la ciudadanía. Es habitual ver en los medios de comunicación la expresión “según los expertos…” para dar cuenta de lo que sea, tanto si es algo rigurosamente comprobado como si es una entelequia sin fundamento.
Se delega en esos expertos como acto de fe y es que hay gente que tiene verdadera fe en la ciencia, olvidándose de lo principal, de dudar, de ser verdaderamente escépticos. Se confía demasiado en los divulgadores (muchos de ellos no son científicos aunque algunos hablen como tales siendo sólo charlatanes o gurús). No suelen tener en cuenta que en esa divulgación transmiten no sólo ciencia sino creencia.
Esos mismos divulgadores se han convertido en una nueva Inquisición pues, endiosados como “expertos”, creen tener derecho y se encargan de reprimir públicamente, a través de esos oráculos en los que se han convertido las redes sociales, a quienes piensen diferente a ellos. Son los modernos guardianes de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Ella, nos olvidamos con demasiada frecuencia que la actividad científica es humana, demasiado humana, es decir, susceptible a todo lo bueno y lo malo de quien la desarrolla. La ciencia no es algo puro sino influido por intereses de todo tipo, como los que se dan en el ámbito de las grandes industrias farmacéuticas y de tecnologías médicas.
Es incuestionable el valor que ha tenido la ingeniería genética en el acceso a posibilidades terapéuticas como la insulina pero es muy discutible la pretendida bondad de una potencial colonización vegetal por cultivos transgénicos y sus consecuencias para el medio ambiente, la salud de las personas o la economía del ámbito rural, por ejemplo.
No se puede confiar absolutamente en la ciencia como si de un dios se tratase. Hay que cuestionarla constantemente porque se da en contextos socioeconómicos determinados, surge con fines concretos y sirve a intereses no siempre éticos. Si te estás preguntando, mi querida nieta, si existen gobiernos y grandes empresas o sectores económicos que usan la ciencia de modo utilitarista, basándose en ella para justificar la introducción en el mercado de servicios y tecnologías de dudosa inocuidad, la respuesta es sí.
Y la utilizan también para generar “ruido científico” que distrae a la población de sus efectos nocivos. Podemos ver en telediarios y suplementos dominicales las promesas de una “medicina personalizada” con sus instrumentos nanotecnológicos y sus estudios del genoma completo para asociarlo a enfermedades o la “técnica microarrays” para analizar miles de genes al tiempo y definir la terapia idónea. Puro “ruido científico”.
Casi cada día nos hablan del descubrimiento de genes que podrían ser interesantes en la lucha contra el cáncer, el envejecimiento o el Alzheimer. Ante tanta promesa parece que es obligatorio ser “positivo”, optimista y no poner nada de ello en duda, lo que es muy poco científico como ya sabes, Ella.
Todo eso sí que es ruido informativo, distracción pura y dura que contrasta con una realidad, la económica, que ningún divulgador cita con la misma claridad con la que se explica el origen del cosmos, por ejemplo. Esa “Medicina prometida”, esos cribados costosos tan sensibles y los medicamentos novedosos acabarán siendo para ricos; para los que no lo sean siempre quedará lo que algún político ha calificado con el mayor descaro la “medicina básica”, esto es, de beneficencia.
Por supuesto para quien no confíe en este “progreso” no confirmado por la ciencia queda la criminalización y el ostracismo, si la enfermedad acaba contigo, haber tenido bien los genes o cuidadas tus endorfinas.
En nuestros días ese carácter utilitario se da especialmente en el ámbito de la salud y de la alimentación. Como ya te he contado, asistimos a una medicalización de lo normal por la que no sólo se tratan enfermedades, sino también el riesgo de padecerlas aunque éste sea bajo o esté mal definido.
Los niveles de colesterolemia considerados óptimos han ido bajando poco a poco, lo que supone que las estatinas sean uno de los medicamentos más utilizados; cada día hay más niños medicados por sobrediagnóstico de déficit de atención con hiperactividad.
Ya no existe timidez ni impotencia sino fobia social y disfunción eréctil con webs informativas dedicadas a revelar su alta prevalencia y a señalar la esperanza que proporcionan los fármacos del ramo.
Aun siendo de eficacia similar, más bien pobre, la cantidad de antidepresivos ofertados aumenta de día en día.
El interés por proporcionar antidepresivos, estatinas, mamografías o transgénicos no es científico ni humanitario. Es comercial.
Hay que tener en cuenta además el gran cambio operado en la comercialización de la ciencia. No hace muchos años, salvando alguna excepción, se patentaba lo sintético, lo construido por el hombre. Ahora es patentable lo descubierto, sean semillas o genes. No puede decirse que esa parte de la ciencia sea patrimonio de la humanidad, sino más bien de quien la compra.
En estas condiciones querida Ella te planteo una cosa: ¿puede la ciencia ser el único referente de conocimiento para la población? Yo pienso que no. Estoy con el médico Javier Peteiro en que con todo lo importante que es, somos demasiado complicados como para ser dichos en exclusiva por la ciencia:
Necesitamos la Literatura, el Arte, la Filosofía… necesitamos pensar, discutir y lo más importante, conocernos a nosotros mismos”.
No tiene sentido tratar de conocer hoy al margen de la ciencia, pero tampoco lo tiene tratar de responder a las grandes cuestiones sólo desde la misma porque cada uno es un sujeto único e irrepetible, subjetivo, no un mero conjunto de datos extrapolables. El sueño de una comprensión exclusivamente científica del ser humano equivale al olvido de lo que le es más propio, su personalidad que es única por definición.
Por último, ¿qué puede hacerse para separar a la Ciencia del cientificismo Ella? ¿Qué se te ocurre? No toda la ciencia es buena. Abundan los trabajos científicos absurdos. Fíjate que cada año se entregan los Ig Nobel, los premios más gamberros de la ciencia. Se “destacan” los trabajos científicos más disparatados del año.
A veces se hace ciencia para fundamentar a posteriori una creencia previa, para justificar científicamente lo que es un mero prejuicio. No es broma querida nieta, el año pasado el Ig Nobel de la Paz fue para un grupo de científicos de la Universidad de Valencia por medir la frecuencia y los efectos de gritar e insultar al conducir un vehículo1.
Fíjate a dónde hemos llegado.
1Adela Vived, Los Ig Nobel premian los trabajos científicos más disparatados del año, 15 de septiembre de 2018 https://www.lavanguardia.com/ciencia/20180915/451797872879/premios-ig-nobel-harvard-parodia-trabajos-cientificos-disparatados.html Consultada el 27 de mayo de 2019.
Ese caballo de Troya llamado “Ciencia en el Parlamento”, ahora en descanso veraniego de su frenética carrera como grupo de presión en el último año. Instalado ya en las mismísimas entrañas de los poderes ejecutivo (astroministro mediante) y legislativo, tras someter todo ámbito de comunicación, académico, profesional, social y político al imperio de lo pseudo-“evidente” cientúfico. PRUEBA científica, que no “evidencia”. Lo saben, pero la bandera evidente les sigue abriendo ciertas puertas y sellando otras.
Ábrase la trampilla de este consorcio de influencers, échese un vistazo al listado de “colaboradores” en su web. Ahí están todos quienes son alguien en la imposición en curso del totalitarismo “evidente” aludido en esta entrada. No solo, pero también en el ámbito sanitario: desde el estado mayor de las multinacionales tecno-farmacéuticas hasta la infantería de los mamporreros pseudoescépticos de a pie.
Previsible la reactivación del caballo de vuelta de vacaciones. La sociedad civil deberá contrarrestar esta potencialmente nefasta influencia legislativa dependiente de un único credo: la estabilidad y ampliación de los Mercados a golpe de “evidencia”. Y con un único objetivo inmediato: el asalto al código fuente legislativo.
Una iniciativa al servicio real de las necesidades y valores (en este caso) sanitarios de la población, no (o no solo) del Negocio.
Parlamento y ejecutivo controlan a “ciencia”. No al revés.
La ciencia útil para el colectivo está secuestrada por el capital; lo que cura no se comercializa porque no interesa, lo que puede curar, pero no beneficia a las grandes industrias de farmacia, tampoco se comercializa, o se le ponen todas las trabas posibles(Bio-Bac, acupuntura, homeopatía, terapia neural,etc.etc.).
Las fuentes de energía alternativa siguen siendo caras y poco accesibles para el ciudadano de a pié, la razón , no confrontar con las grandes compañías ( eléctricas, gas, etc.etc) y por último estoy seguro que la patente de Stanley Meyers sobre el motor de agua seguirá durmiendo en un cajón hasta que a los UU.EE se les agote el petroleo o la precisen para hundir a cualquier oponente(China).