Un estudio detecta el tóxico bisfenol A también en alimentos que no están conservados en lata
El trabajo del grupo de investigación TecnATox ha confirmado que las personas que consumen más alimentos en lata tienen los niveles más elevados de bisfenol A. Vale, esto ya se sabía, está muy documentado pero con dicho estudio se ha comprobado también que evitar la comida enlatada no es garantía de no estar expuestos a este compuesto.
El bisfenol A (BPA) es un compuesto químico presente en una amplia variedad de productos alimenticios, cosméticos, envases o pastas de dientes, entre otros. Se trata de un químico que se metaboliza muy rápidamente y el cuerpo lo elimina con facilidad. Teniendo en cuenta que la exposición es prácticamente continua, antes de que se excrete totalmente ya se consume de nuevo, lo que conlleva a que el cuerpo no lo termine de expulsar del todo.
Investigadores del Centro de Tecnología Ambiental, Alimentaria y Toxicológica (TecnATox) de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y el Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili (IISPV) acaban de presentar los últimos resultados del proyecto MODELBIS. El objetivo de este trabajo, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y llevado a cabo entre 2017 y 2019, ha sido hacer una estimación de la ingesta dietética de bisfenol A y de compuestos de la misma familia con el objetivo de evaluar los efectos sobre la salud humana.
El último trabajo del proyecto se ha publicado en la revista Environment International. El bisfenol A es ampliamente utilizado en el revestimiento de latas de alimentos y bebidas.
Sin embargo, también es un potente disruptor endocrino -puede interactuar o interferir con la acción hormonal normal-, razón por la que se ha regulado su uso en Europa.
Como explican estos investigadores, la co-exposición a mezclas de bisfenoles presentes en alimentos puede suponer un importante impacto para la salud pública.
El equipo investigador de TecnATox ha estudiado muestras de sangre y orina de personas adultas que siguieron dos dietas diferenciadas durante dos días. Un grupo siguió una basada en productos enlatados y envasados en plástico mientras que el otro hizo una dieta que se suponía inicialmente libre de BPA, basada en productos frescos y envasados en vidrio.
Los investigadores analizaron tanto los alimentos consumidos por estos dos grupos como las muestras biológicas.
En alimentos, el BPA fue el compuesto detectado con más frecuencia, aunque también se encontraron trazas de otros químicos estructuralmente similares (bisfenoles B y E).
Con todo, se cuantificó BPA en un 93% de todas las muestras y los niveles medios de este compuesto fueron casi cinco veces superiores en los alimentos enlatados que en los frescos o envasados en vidrio.
Incluso en una muestra que correspondía a los espárragos en lata, se superó el valor máximo establecido por la Comisión Europea.
Por ello, la ingesta dietética de BPA que se extrae de los análisis de los alimentos fue significativamente mayor para la población con una dieta rica en productos enlatados que para los adultos que consumían productos frescos o envasados en vidrio.
De todos modos, en ninguno de los casos se sobrepasó la ingesta dietética total recomendada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) -de 4 mg/kg peso corporal/día.
Después de sólo dos días de consumir alimentos en lata, los niveles de BPA en orina eran casi cuatro veces superiores respecto al grupo que comía alimentos frescos o envasados en vidrio. Se detectaron trazas de BPA en un 94% de los participantes en el estudio: 96% para el grupo que comía lata y 90% para el grupo control.
Es decir, de las muestras de orina analizadas, se ha detectado presencia de BPA no sólo en la población que consumía alimentos enlatados sino también en el resto.
El hecho de que se detectaran niveles en muestras de alimentos no enlatados y también en muestras biológicas de adultos que no habían consumido productos en lata indica que la presencia de BPA (así como alguno de los compuestos de la misma categoría) no se limita al material del envase sino que pueden estar presentes en toda la cadena de producción alimentaria.
Por desgracia la regulación del BPA que citábamos antes no se dio hasta muy tarde pues no fue hasta el año 2017 que la Unión Europea reconoció al fin los daños del bisfenol. Siempre hemos mantenido que este y otros son químicos tóxicos cotidianos y ahora comprobamos hasta qué punto: casi todos los excretamos y no se salva ni quien hace el esfuerzo de alimentarse con corrección o de evitarlo.