¿El control social de la infancia a través de las pantallas?
Revisando mi biblioteca he encontrado un libro de Jerry Mander, «En ausencia de lo sagrado». Lo leí en julio de 2002, hace 20 años. Es un análisis muy lúcido sobre los presupuestos ideológicos, políticos o económicos de la «era tecnológica». Y, por supuesto, de sus consecuencias para el ser humano y la naturaleza.
Ya en su momento supe que Mander estaba siendo «profético» con ese trabajo. Así ha sido. Las nuevas tecnologías se aceptan de manera acrítica casi por unanimidad y nos hemos acostumbrado a ello.
Suelen considerarse neutras pero las tecnologías sirven a los grupos de interés, grandes corporaciones industriales, poder político y todo lo que lo rodea.
El autor hace una crítica radical del «sueño tecnológico» en el que vivimos inmersos.
He estado releyendo algunas partes del libro de Mander. En una cita a autores como Orwell y su novela 1984 y a Bradbury y su Fahrenheir 451.
Este último describe las relaciones humanas como menos importantes que las que tienen las personas hoy con los personajes de la televisión.
Y Orwell narraba la presencia omnímoda de un Gran Hermano hipercontrolador a través de las pantallas de televisión mediante las que la gente tragaba un mensaje unívoco.
Las distopías de ambos escritores no me negaréis que se han cumplido. La mayor parte de televisiones emiten una programación similar y sobre todo en temas estratégicos para el establisment o como queráis llamarlo, lo hacen en la misma línea.
En ocasiones, tratando día tras día un monotema (la pandemia de Covid, la guerra de Ucrania y Rusia, etc), con los mismos o similares datos e imágenes.
Hoy es común ver a niños muy pequeños (con meses de edad) con un teléfono móvil o una tableta en la mano o pegados a la televisión. Estos instrumentos se convierten, en muchas ocaciones, en «niñeras tecnológicas» que utilizamos para que nuestros hijos se calmen o no se aburran.
Se empieza así y acaban encerrados en su cuarto horas cuando llegan a la adolescencia, quién no tiene en mente algún caso conocido.
Las pantallas «salvan» de algún apuro pero si se hace desde edades tempranas puede provocar problemas en el desarrollo neurológico de los niños. Un retraso en el desarrollo del habla podría ser uno de ellos o eso es lo que se ha estudiado.
Mander venía contarnos que muchas personas en nuestra sociedad siguen la vida de los personajes de la tele con mayor atención e interés que los de sus propios familiares. Los televidentes empedernidos confunden vida y televisión.
Y eso ocurre muchas veces con los niños «adictos» a las pantallas, los videojuegos y sus redes sociales. Sus conversaciones se centran en exceso en lo que ahí ven y hablan de la figura de un youtuber o similar como si le conociesen de toda la vida.
También se observa en estos críos menor rendimiento académico, falta de atención e irritabilidad cuando les sucede algo «malo» en su mundo virtual, como perder en un videojuego o cuando falla la conexión y no tienen acceso.
Por no comentar la incapacidad de concentrarse para algo que no sea inmediato. Un mensaje de tres línes en Whatsapp les parece largo, un audio de un minuto en dicha aplicación, un mundo. No creo que alguno de estos chicos sea capaz de leer completo este artículo (es corto), aunque lo intentaré con mi hijo.
Leer un libro, con todas las bondades que ello conlleva, es tarea casi imposible para estas nuevas generaciones de tecnoadictos, así que no sabrán lo que les espera y que tan bien nos cuenta Jerry Mander: ¿El control social de la infancia a través de las pantallas?
Miguel Jara finaliza su artículo con una pregunta que tendrían que hacerse muchos padres y madres. No creo que lo hagan porque ellos mismos están enganchados a sus móviles que consultan de manera compulsiva -lo he comprobado de primera mano en los parques infantiles, durante los paseos…-. las más de las veces más pendientes de la pantalla del móvil que de sus hijos e hijas. Una manera interesada y muy efectiva de controlar a los ciudadanos del mañana. Un saludo al autor del blog, Cristina.