Efectos colaterales de la pandemia de Covid: Nos estamos «volviendo locos»
En los últimos tiempos se trata mucho en el ámbito sanitario sobre salud mental. Es justo y saludable, siempre ha estado estigmatizada y no podemos olvidar que las crisis -y estamos en una de las buenas- provocan problemas mentales en población sana y exacerban los que sufren quienes ya los padecen.
El Observatorio del Medicamento señala que en 2021 se dispensaron casi 51 millones de recetas de estos fármacos, un incremento que, según esta institución, responde al aumento de esas patologías psicológicas y psiquiátricas de los últimos dos años. La pandemia nos está pasando factura mental.
Y es que existe una «epidemia fantasma» de daños mentales en la población que aún no ha visto la luz. Nos lo preguntamos el otro día en el post titulado ¿Porqué las secuelas mentales del aislamiento social por la pandemia no se han reflejado en los servicios de salud mental?
Hoy sabemos que la venta de antidepresivos se dispara en España un 10% en un año.
Ahora lo que conocemos, se intuye, es que en España el sistema no responde bien ante las necesidades de salud mental, ni en términos sanitarios ni sociales.
En los lugares de trabajo y en los colegios, tampoco. Al menos así lo refleja el informe, elaborado con estadísticas europeas y nacionales de cada país.
Son datos correspondientes a 2020, el año de la irrupción del Covid-19, recogidos en el informe Headway Mental Health 2022, elaborado por el think tank The European House-Ambrosetti y la farmacéutica Angelini Pharma.
No sé cómo miden estas cosas pero nos sirve para hacernos una idea: La calidad de la atención en salud mental en España obtiene una puntuación de 4,1 puntos sobre 10, la misma que Chequia, ocupando el puesto 17 de los 27 países de la Unión Europea más Reino Unido y muy lejos de Países Bajos, que obtiene la máxima puntuación, seguido de Bélgica con un nueve y Portugal con 8,2.
Estos resultados se asocian con los recursos económicos que se asignan a salud mental. España también está por debajo de la media de los países de la UE. Estos destinan el 5,4% de su presupuesto sanitario a la salud mental.
España asigna el 5%; Francia el 14,5%, Alemania el 11,3% y Suecia el 10%. ¿Y cómo suelen tratarse los problemas mentales? Pues en vez de ir a la raíz de los mismos -con tan pocos recursos y por ello tiempo de los profesionales casi que imposible-, tratando de ocultar los síntomas con fármacos.
El asunto no es baladí. Casi el 3% de la población en España padece una enfermedad mental grave. Y no sólo aumenta la venta de los antidepresivos.
En 2021 también creció el mercado de los antipsicóticos en un 7% (fármacos que se emplean sobre todo en trastornos psicóticos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno esquizoafectivo, el trastorno delirante o las psicosis inducidas por drogas).
Que estemos mal a su vez nos cuesta dinero a todos. Los costes directos e indirectos de los trastornos de salud mental suponen para el país el equivalente a algo más del 4% del PIB nacional.
Es cierto, menos mal, que ese informe apunta a una leve mejoría de la atención sanitaria a los problemas mentales. Falta hace a tenor de los datos que se barajan.
Está claro que el encierro durante la pandemia, la ansiedad, el miedo y la incertidumbre constantemente alimentados por los grandes medios de comunicación de manera sostenida, el temor a la crisis económica que luego ha venido y demás, nos está «volviendo locos».