El fracaso esperado (y pelotazo de Pfizer) con Paxlovid, la píldora contra el Covid-19
Pfizer volvió a conseguirlo, no solo dio el Gran Pelotazo con su vacuna del Covid-19 sino que también le colocó a los gobiernos una pastilla para la misma enfermedad que ha sido un estrepitoso fracaso. Sanidad pagó hace un año 238 millones a Pfizer por Paxlovid: 691 euros por cada uno de los 344.000 tratamientos.
Ahora, un año después, no hay cifras actualizadas sobre la dispensación del Paxlovid en España pero lo cierto es que las píldoras se mueren de aburrimiento en los anaqueles farmacéuticos y este mes de mayo comienzan a caducar los lotes.
Y es que cuando en enero de 2022 se aprobó la píldora anti Covid de Pfizer: Paxlovid se hizo con una autorización de uso de emergencia, mientras continúan las pruebas para demostrar su eficacia y seguridad.
Pero utilizar este medicamento «tan prometedor» en pacientes infectados parece no tener ninguna relevancia clínica. Es un fármaco para tratar a pacientes adultos con Covid-19 que no requieren oxígeno suplementario y que tienen un mayor riesgo de progresar a una enfermedad grave.
Es decir, Paxlovid está indicada para casos puntuales de Covid, no para que la tome todo el mundo de manera preventiva.
Y esto ha sido clave en su fracaso… aunque en Pfizer se estarán riendo porque el negocio ya lo hicieron al vender estos tratamientos.
Los resultados de los ensayos clínicos mostraban que Paxlovid previene hospitalizaciones y salva vidas en pacientes con alto riesgo de Covid grave. Pero es que los resultados de los ensayos clínicos hechos por el fabricante ¡fueron publicados en un comunicado de prensa!, no en una publicación científica seria.
Esto, recordemos que Pfizer ya lo hizo con su vacuna de la Covid. Nota de prensa para que los malos periodistas hagan «cortar y pegar» y así que se publique sólo lo que les interesa. Marketing en vez de ciencia.
Los resultados de eficacia pues (ofrecidos por el fabricante y primarios –no concluyentes-) no animan al uso de esta píldora. Pero es que luego está el tema de la seguridad del fármaco (o la falta de la misma).
El principal problema del tratamiento es su seguridad. Como indica la FDA en su nota:
Entre los posibles efectos secundarios del Paxlovid se encuentran la alteración del sentido del gusto, diarrea, presión arterial alta y dolores musculares. El uso de Paxlovid al mismo tiempo que algunos otros medicamentos puede dar lugar a interacciones farmacológicas potencialmente serias«.
El ritonavir, uno de los dos principios activos del tratamiento, puede causar daños en el hígado, por lo que debe tenerse precaución al administrar Paxlovid a pacientes con enfermedades hepáticas preexistentes, anomalías de las enzimas hepáticas o inflamación del hígado.
Y los efectos secundarios aparecieron, dejando un mal sabor de boca (literalmente) a quienes se trataron.
Mi conclusión: Pfizer ofrece una pastilla que sólo está probada en no vacunados, luego no debería recetarse a vacunados.
Y tampoco a personas que no tienen síntomas de Covid; ni a enfermos graves que requieren hospitalización o que están en el hospital; ni a niños; ni a personas que tomen alguno de los fármacos con los que puede interactuar; ni a quienes padecen del hígado o los riñones; ni a embarazadas o lactantes, etc.
Ni a quienes no tienen un grave riesgo de sufrir la enfermedad.
Suponiendo que la eficacia sea la que argumenta Pfizer (los datos de sus ensayos no están abiertos a la comunidad científica y aún no son concluyentes, insisto), sólo un número muy reducido de la población se beneficiaría de ella. Y sólo si se detecta la infección en los cinco primeros días.
Así lo anunciamos: Paxlovid, la píldora de la Covid, no funciona en pacientes de bajo riesgo; uso injustificado
Y luego está el efecto rebote pues quienes tomaban las pastillas, cuando dejaban de hacerlo, cinco días después del inicio del tratamiento, el virus seguía replicándose y volvían a sentirse enfermos.
El presidente norteamericano, Joe Biden, fue una de las personas que sufrió el efecto rebote del Paxlovid y su caso propició que las dudas sobre este fármaco.
No somos magos ni brujos, es que se veía venir y ahora entra la duda de si quienes compran estos tratamientos «perdedores» desde su cargo en la Sanidad pública son necios o tienen algún tipo de relación, aunque sea amistosa, con los fabricantes.