Carne cultivada miguel jara artificial
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Los fabricantes de carne de laboratorio, artificial, quieren que nos comamos a Frankenstein

Mi amigo el periodista, Daniel Jiménez, de Noticias Positivas, cuenta que “un día nos dicen que el futuro pasa por comer insectos. Al otro, nos recomiendan que probemos las bondades de la carne artificial”. Y otro periodista (también amigo) Pedro Burruezo, se refiere a este tema que tratamos hoy como la “carne Frankenstein”.

Este es el nombre con el que llama a la carne cultivada en laboratorio. En concreto, Burruezo critica un nuevo producto que se quiere empezar a vender: falso foiegras cultivado a partir de células de pato:

Daniel y Pedro dialogan sobre la carne cultivada o Frankenstein en la primera noticia que comentan.

La carne cultivada se está promocionando como que su producción es “sostenible” (y porque legalmente no pueden calificarla de ecológica que si pudieran hacerlo…), dado que se ahorraría un gran impacto medioambiental como es el de alimentar a todos los animales que luego son nuestro alimento. Sus promotores también argumentan que es un producto que no inflige sufrimiento a los animales (con lo que han empezado a seducir a las personas veganas).

Y que ayuda a acabar con el hambre en el mundo… como si esto no tuviera más que ver con el injusto reparto de la riqueza, los recursos y los alimentos. Además, usan la palabra progreso para asociarla a este nuevo negocio innecesario. Así, en junio de 2023, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (EE.UU.) aprobó la producción de carne de pollo artificial. El objetivo es vender otras carnes cultivadas en laboratorio y ponerlas todas a la venta en restaurantes y supermercados.

Esto convierte a Estados Unidos en el segundo país, tras Singapur, en legalizar la carne sintética, un importante impulso para una industria que hace apenas una década era ciencia ficción. Hoy la inversión en todo lo que rodea a este tipo de “carne” es de 896 millones de dólares (812 millones de euros) sólo en 2022.

Para fabricar carne cultivada lo que se hace es eliminar al animal de la ecuación: Se cogen células musculares de animales con los que se produce carne con destino a nosotros los humanos y utilizar esas células como para hacer crecer la carne fuera del animal. A diferencia de la carne vegetal, la de laboratorio se crea a partir de células animales reales.

Y existen diferentes células con las que se trabaja en esos laboratorios. Hay células madre que pueden convertirse en casi cualquier parte de un animal. Y otras que llaman células satélite que regeneran y reparan los músculos. El «material» se coge de los animales mediante una biopsia. Algunos tipos de células se reproducen en el laboratorio entre 30 y 50 veces antes de que haya que hacer otra biopsia. Son muy productivas, sí.

Como también publica en ese enlace anterior National Geographic están desarrollándose células “inmortalizadas”, que mediante manipulación genética o mutación, “son capaces de proliferar indefinidamente sin necesidad de más tejido animal fresco”.

Carne alegal

Asistimos al intento de “vender el oso antes de cazarlo”, que es lo que está ocurriendo con este tipo de nueva carne. Se hace creer a la población que es “una realidad”, pero no está regulada legalmente en casi ningún país del mundo. Aún es demasiado pronto para saber si la carne cultivada en laboratorio se podrá etiquetar como «carne».

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En la Unión Europea, la definición legal de carne es:

Músculo esquelético procedente de especies animales específicas».

Claro, no se sabe si la definición vale para la carne de cultivo o qué ocurrirá ya que en este tipo de alimento no hay animal ni esqueleto. Su definición será clave para su legalización, y normalización social.

La aceptación del público será fundamental para ver el recorrido del invento y en qué medida sustituirá, si eso ocurre, y en qué tanto por ciento, a la carne natural. Los estudios actuales indican que la población sigue siendo bastante reacia a aceptar la carne cultivada. Parece que los consumidores prefieren opciones de origen vegetal a la hora de alimentarse con otras fuentes de proteínas no animales.

Otra duda es el verdadero valor nutricional de estos nuevos productos. ¿Será igual que el del original? Solo hay que ver un estudio independiente de la industria que fabrica esta tecnología cárnica para ver la complejidad técnica de su fabricación, y la enorme mezcla de posibles ingredientes que se barajan.

Por poner un ejemplo, el pollo de cultivo, NO es carne carne, sino todo lo que se le añade.¿Podrán nuestros organismos superar la prueba de ingerir algo que puede no reconocer? Habrá que ver bien cuál es la seguridad de todo esto, pero más que nunca hay que apostar por los alimentos ecológicos certificados si es posible y por una producción lo más local y natural posible. También garantizar un precio justo para los productores, así como el acceso a alimentos saludables para todo el mundo.

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