Cinco años después: La pandemia de COVID-19 deja un legado de errores y daños sin reconocer
La pandemia de COVID-19 sacudió los cimientos de nuestra sociedad dejando tras de sí un rastro de decisiones cuestionables y medidas impuestas que rozaron los límites de la legalidad, cuando no los rebasaron, y la ética. Cinco años después, nos encontramos ante un panorama desolador en el que la reflexión crítica brilla por su ausencia.
Los gobiernos y las instituciones sanitarias, en su afán por controlar la crisis, implementaron medidas drásticas sin base científica sólida en muchas ocasiones. Los confinamientos prolongados, el uso obligatorio de mascarillas, el distanciamiento social o la vacunación con preparados muy cuestionados y hechos en solo un año, se convirtieron en dogmas incuestionables, a pesar de la falta de evidencia concluyente sobre su eficacia. En el caso de las vacunas su falta de seguridad y daños –muchos de ellos mortales– ha sido histórica.
Las farmacéuticas se apresuraron a desarrollar vacunas en tiempo récord, presentándolas -ellas y los gobiernos- como la panacea universal. Sin embargo, los efectos adversos y las muertes relacionadas con estas «soluciones milagrosas» han sido sistemáticamente ignorados o minimizados por las autoridades.

La Organización Mundial de la Salud, lejos de cumplir su papel como garante de la salud global, se plegó a intereses políticos, anteponiendo la agenda de ciertos países, filántropos y fabricantes de vacunas, a su deber de proteger a la población mundial.
Es vergonzoso que, después de media década, no hayamos sido capaces de realizar un análisis exhaustivo y honesto de los aciertos y errores cometidos durante la pandemia. La sociedad merece respuestas, y los daños causados por decisiones precipitadas y mal fundamentadas deben ser reparados.
La COVID-19 y los sistemas sanitarios
La crisis del COVID-19 ha dejado al descubierto las graves deficiencias de nuestros sistemas de salud pública y la fragilidad de nuestras instituciones democráticas. Es imperativo que aprendamos de esta experiencia para evitar futuros desastres sanitarios y sociales.
La pandemia de COVID-19 desencadenó una serie de errores y daños que requieren un análisis crítico y una disculpa por parte de los responsables políticos y sanitarios. Este texto resume los principales puntos que merecen una reflexión y un reconocimiento de los fallos cometidos y está escrito por profesionales de la salud:
Debilitamiento democrático y falta de transparencia
La declaración ilegal del Estado de Alarma socavó los principios democráticos, negando la participación ciudadana y de organizaciones de base en la toma de decisiones. La falta de transparencia se evidenció en la ausencia de actas de reuniones clave, con excepciones como Castilla y León o Japón.
Biopolítica y autoritarismo
Se transformó la salud en un bien supremo que justificaba cualquier medio, llevando a una «biopolítica» que administraba la vida misma. Este enfoque derivó en un autoritarismo innecesario, con uso excesivo de fuerza policial y militar, y restricciones de movimiento desproporcionadas.
Decisiones sin fundamento científico ni ético
Se tomaron medidas drásticas sin justificación científica ni ética, abandonando planes de contingencia previos y siguiendo ciegamente modelos como el chino e italiano, ignorando alternativas como las de Suecia o Kerala.
Manipulación del miedo y represión social
Se utilizó el miedo como herramienta de control, generando un clima de represión social. Esto se manifestó en la «policía de los balcones» y en la estigmatización mediática de los disidentes.
Descrédito de la duda científica y creación de falso consenso
Se menospreció la duda científica, promoviendo un «cree en la ciencia» antitético al método científico. Se creó artificialmente un consenso científico, reprimiendo la difusión de conocimientos que cuestionaban la narrativa oficial.
Ignorancia de la sociedad civil y enfoque sesgado
Se ignoraron los éxitos de iniciativas ciudadanas y se enfatizó en «expertos» médicos no salubristas, sin considerar otras disciplinas relevantes. Se desconfió de la población como agente de cambio.
Problemas en la gestión y análisis de datos
La «sopa de datos» presentada carecía de sentido epidemiológico, faltando análisis cruciales sobre afectación por ocupación o estudios detallados sobre el impacto en diferentes regiones. Esa sopa no ayudó a tranquilizar a la población, más bien a lo contrario.
Inequidad y sesgo de clase
Las medidas adoptadas mostraron una ausencia de enfoque de equidad, con un claro sesgo de clase que afectó desproporcionadamente a poblaciones marginadas y vulnerables.
Imposición de vacunas y pasaporte COVID
Se promovieron las vacunas como solución única, incluyendo afirmaciones cuestionables sobre su eficacia y seguridad. El pasaporte COVID se implementó de manera abusiva.

Daños específicos a grupos vulnerables
Mujeres
Sufrieron múltiples formas de daño, desde el aumento de la violencia de género durante el confinamiento hasta efectos adversos de las vacunas y un incremento de la violencia obstétrica.
Infancia y adolescencia
Se les impusieron restricciones sin base científica, cerrando escuelas y lugares de esparcimiento, y se les culpabilizó injustamente por la propagación del virus.
Salud mental
Pacientes, profesionales y población general experimentaron daños en su salud mental debido al clima de miedo y las restricciones impuestas.
Ancianos
Sufrieron muertes evitables en residencias, deterioro por confinamiento y, en algunos casos, fueron víctimas de decisiones cuestionables como en la Comunidad de Madrid.
Personas con discapacidad
Se vieron afectadas por medidas como el uso obligatorio de mascarillas, que dificultaban la comunicación de quienes dependen de la lectura labial.
Impacto en el propio sistema sanitario
El enfoque hospitalocéntrico llevó al abandono de la atención primaria y al cierre de centros de salud. Los profesionales sanitarios, especialmente los residentes en formación, sufrieron sobrecarga laboral y constantes cambios de protocolos.
Corrupción y «malismo»
La pandemia estuvo acompañada de casos de corrupción, especialmente en la adquisición de material sanitario. Además, se observaron ejemplos de «malismo», como las decisiones cuestionables sobre el traslado de ancianos con COVID-19 en Madrid.
Conclusión
Este resumen demuestra la necesidad de un análisis profundo y honesto de la gestión de la pandemia. Es fundamental reconocer los errores cometidos, pedir perdón por los daños causados y establecer mecanismos para evitar su repetición en futuras crisis sanitarias.
Solo a través de una reflexión crítica y transparente podremos fortalecer nuestros sistemas de salud pública y preservar los valores democráticos en tiempos de emergencia.
Es hora de exigir transparencia, rendición de cuentas y un debate público serio sobre las consecuencias de la pandemia. Solo así podremos cerrar este capítulo oscuro de nuestra historia reciente y construir un futuro en el que la ciencia, la ética y el respeto a los derechos fundamentales sean la base de nuestras decisiones en materia de salud pública.