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¿Comemos en exceso alimentos ultraprocesados porque son adictivos?

La adicción a los alimentos ultraprocesados es un tema que ha ganado relevancia en los últimos años, generando debates científicos y sociales sobre su impacto en la salud pública. Estos productos, diseñados industrialmente para ser irresistibles, están vinculados al aumento de peso, obesidad y patrones de consumo compulsivo. ¿Por qué comemos en exceso estos alimentos? ¿Son realmente adictivos? Aunque la evidencia sigue siendo ambigua, los estudios recientes ofrecen pistas importantes.

El atractivo irresistible de los ultraprocesados

Los alimentos ultraprocesados contienen ingredientes modificados industrialmente y combinados con altos niveles de grasa, azúcar y sal, junto a potenciadores de sabor y conservantes. Esto los hace más apetecibles que los alimentos naturales y difíciles de resistir. Según la Dra. Jiménez-Murcia, su consumo activa circuitos neuronales de recompensa en el cerebro de manera similar a sustancias como el alcohol o el tabaco. Este diseño no solo busca satisfacer, sino también fomentar el consumo repetido.

La neurocientífica Dana Small explica que la dopamina, un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa cerebral, juega un papel crucial. Cuando comemos algo que nos gusta, se libera dopamina, reforzando el deseo de repetir la experiencia. Las drogas adictivas amplifican esta respuesta dopaminérgica; por ello, algunos investigadores se preguntan si los alimentos ultraprocesados podrían actuar del mismo modo.

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¿Adicción o comportamiento impulsivo?

Un estudio reciente de los NIH (Institutos Nacionales de salud de Estados Unidos) evaluó cómo los batidos ultraprocesados ricos en grasas afectan los niveles de dopamina en el cerebro humano.

Los resultados mostraron que más de la mitad de los participantes tuvieron un pequeño aumento de dopamina tras consumirlos; sin embargo, otros no experimentaron cambios significativos. Esto cuestiona la idea de que estos alimentos desencadenen respuestas dopaminérgicas exageradas como las drogas adictivas.

A pesar de ello, los «respondedores» dopaminérgicos —quienes sí tuvieron aumentos medibles— calificaron los batidos como más placenteros y consumieron casi el doble de galletas en pruebas posteriores. Esto sugiere que algunas personas podrían ser más vulnerables al efecto adictivo de estos alimentos debido a diferencias individuales en sus sistemas de recompensa cerebral.

La controversia sobre el término «adictivo»

El debate sobre si los alimentos ultraprocesados son adictivos está lejos de resolverse. Por un lado, algunos expertos dudan en etiquetarlos como tales, argumentando que su consumo excesivo podría deberse a factores como su alta densidad calórica y facilidad para ser ingeridos rápidamente.

Por otro lado, investigadoras como Alexandra DiFeliceantonio afirman que estos productos están diseñados para estimular el sistema de recompensa del cerebro de manera amplificada, lo cual es un rasgo típico de las sustancias adictivas.

Y como siempre que no hay consenso en el debate quien se beneficia es a esa parte de la industria alimentaria que sigue comercializando este tipo de comida.

Ashley Gearhardt, profesora de psicología de la Universidad de Michigan, ha desarrollado criterios para evaluar la adicción alimentaria basándose en síntomas similares a los observados con drogas: antojos intensos, pérdida de control y dificultad para reducir el consumo.

Según una revisión realizada en 2021, aproximadamente el 14% de las personas evaluadas cumplen con estos criterios. Esto refuerza la idea de que la experiencia personal -la incapacidad para dejar de consumir ciertos alimentos- es una prueba contundente del problema.

Impacto social y desafíos futuros

Más allá del debate científico, la proliferación de alimentos ultraprocesados plantea desafíos importantes para la salud pública. Su accesibilidad económica y su presencia omnipresente en supermercados y campañas publicitarias han hecho que sean parte integral de las dietas modernas.

Esto contrasta con sus efectos negativos: desregulación emocional, problemas físicos y mentales, y una calidad de vida más baja.

Combatir este problema de salud pública mundial requiere enfoques multidisciplinarios. Desde una perspectiva regulatoria, limitar su comercialización agresiva podría ser un paso inicial. En términos educativos, promover hábitos alimenticios saludables basados en alimentos mínimamente procesados es esencial para reducir su consumo excesivo.

En conclusión, aunque aún no existe consenso sobre si los alimentos ultraprocesados son formalmente adictivos, hay evidencia suficiente para considerarlos una amenaza para la salud pública. Su diseño industrial busca maximizar el placer sensorial y fomentar el consumo repetido; esto los convierte en productos difíciles de resistir para muchas personas.

La investigación futura deberá profundizar en sus efectos neurobiológicos y en el comportamiento para entender mejor cómo combatir esta epidemia silenciosa. Como sociedad, debemos cuestionar cómo nuestras elecciones alimenticias están moldeadas por intereses económicos que priorizan las ganancias sobre el bienestar colectivo.

Siempre mejor ecológicos

Ante el avasallamiento que supone toda esta presión de los ultraprocesados, la población está optando por los alimentos ecológicos. Cada vez más, de hecho España se ha ido convirtiendo en una potencia mundial en lo que ha comida BIO se refiere.

Pero, ¿qué ventajas reales ofrecen los orgánicos frente a la avalancha de productos industriales que inundan nuestra dieta?

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Nutrición pura y sin aditivos

Los alimentos ecológicos son un festín de nutrientes en su estado más puro. Cultivados sin pesticidas sintéticos ni fertilizantes químicos, conservan intactas sus propiedades nutricionales.

En contraste, los ultraprocesados son bombas de calorías vacías, repletos de aditivos, conservantes y potenciadores del sabor que engañan a nuestro paladar, pero dejan a nuestro cuerpo hambriento de verdaderos nutrientes.

Sabor auténtico y natural

¿Recuerdas el sabor de un tomate recién cogido del huerto? Yo sí porque antes de lo de la Covid-19 tenía mi propio huerto (fertilizado con caca de cabra, buena tierra, mucha luz y agua de manantial). Los alimentos ecológicos rescatan esos sabores genuinos que la industria alimentaria ha ido diluyendo.

Respeto al medio ambiente

La agricultura ecológica es un acto de amor hacia nuestro planeta. Al prescindir de pesticidas y fertilizantes químicos, protege la biodiversidad, preserva la calidad del suelo y del agua, y reduce la huella de carbono. En cambio, la producción de alimentos ultraprocesados es un festín de plásticos, embalajes excesivos y procesos industriales que devoran recursos y escupen contaminación.

Bienestar animal

En la producción ecológica, el bienestar animal no es una opción, es un principio fundamental. Los animales gozan de espacios abiertos, alimentación natural y se evita el uso rutinario de antibióticos. Este trato ético contrasta brutalmente con las condiciones de hacinamiento y estrés de la ganadería industrial que abastece a la industria de los ultraprocesados.

Apoyo a la economía local

Optar por alimentos ecológicos es apostar por el pequeño agricultor, por la economía de proximidad y por la soberanía alimentaria. Es resistir al monopolio de las grandes corporaciones que controlan la cadena alimentaria global y nos imponen productos estandarizados sin alma ni arraigo.

Salud a largo plazo

Los alimentos ecológicos son una inversión en salud. Libres de residuos de pesticidas y con un perfil nutricional superior, contribuyen a prevenir enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes o ciertos tipos de cáncer. Los ultraprocesados, en cambio, están en el punto de mira de numerosos estudios que los vinculan con problemas de salud a largo plazo.

El verdadero coste de la alimentación

Aunque el precio de los alimentos ecológicos puede ser más elevado en el corto plazo (porque tienen más calidad y valor, como estoy explicando), el coste real de los ultraprocesados es mucho mayor si consideramos su impacto en la salud pública y el medio ambiente. ¿Cuánto nos cuesta realmente esa comida barata en términos de gastos sanitarios y degradación ambiental?

En definitiva, optar por alimentos ecológicos no es solo una elección alimentaria, es una declaración de principios. Es apostar por nuestra salud, por el planeta y por un modelo de producción y consumo más justo y sostenible. Frente a la artificialidad de los ultraprocesados, los alimentos ecológicos nos ofrecen un camino de vuelta a lo esencial, a lo auténtico, a lo que verdaderamente nutre cuerpo y alma.

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