¿De quién son nuestros genes?
¿Se puede patentar el ADN? ¿Somos dueños de nuestros genes? Hace algunas semanas la actriz Angelina Jolie se sometió a una doble mastectomía “preventiva” -se quitó los pechos mediante cirugía– tras dar positivo en una prueba de mutación del gen BRCA1 (que aumenta el riesgo de cáncer de mama por vida en un 60%-87%).
Tras ello se produjo un debate sobre las pruebas genéticas y la cirugía preventiva.
Las pruebas de BRCA1 y BRCA2, con un costo de más de 3.000 dólares, las colocan fuera del alcance de muchas mujeres. El alto costo es en parte consecuencia de la protección de la propiedad intelectual otorgada a la compañía Myriad Genética, que secuenció los genes.
El 13 de junio de 2013, la Corte Suprema de los EE.UU. sostuvo por unanimidad que el ADN extraído y aislado es un producto de la naturaleza y no son elegibles para su patentamiento, pero que el ADN complementario (ADNc), que es el ADN sintético creado en el laboratorio, es patentable porque no existe de manera natural.
La concesión de derechos comerciales, patentes, sobre los productos biológicos de origen natural -sobre la vida al fin y al cabo- parecía poco ético porque la industria no debería ser capaz de controlar el acceso a los materiales inalterados que se encuentran en la naturaleza.
Las compañías de biotecnología alegan que no asegurar una protección de la propiedad intelectual podría frenar la innovación, quitando incentivos financieros a los empresarios para la investigación. Myriad perdió el derecho exclusivo para aislar los genes BRCA1 y BRCA2 de los individuos, pero mantiene el derecho a su método único de crear sintéticamente BRCA cDNA para producir y comercializar sus pruebas.
El dilema es conocido. Estoy convencido que, por motivos humanitarios, la mayor parte de las personas estarían a favor de una interpretación laxa de las leyes que impiden patentar la vida. El problema es que estamos casi acostumbrados a que la cerrera por el beneficio económico a toda costa pase por encima de los derechos humanos básicos. Que se anteponen los intereses comerciales a los de las personas con demasiada soltura, vaya.
Ayer leí que una tribu indígena de Amazonas ha conseguido en los tribunales que se respeten sus genes que una empresa pretendía patentar. Es algo que viene ocurriendo, ya hace años numerosas asociaciones indígenas organizadas expresaron su preocupación ante el Parlamento Europeo por una directiva que daría protección jurídica a las “invenciones” biotecnológicas, incluso las provenientes de genes humanos.
Vivimos en la era de la genética, no cabe duda, ya han empezado los “nuevos factores de riesgo” que puede conducir a una nueva era de la medicalización, si cabe más sofisticada y basada en el marketing del miedo.
El problema es que hoy por hoy todo se mueve por dinero, bien proveniente de impuestos o de inversión privada, y en ambos casos el fin último es que sea rentable, bien sea económica o socialmente…
En un mundo utópico, las patentes no serian necesarias, pues el hecho de llevar una mejora a la sociedad ya seria suficiente para compensar la inversión realizada, pero me temo que ese tipo de sociedad aun queda lejos…incluso puede que en España llegaramos a estar mas cerca de lo q pensábamos con la gestión publica de la sanidad.. Pero eso es otro tema…
Sobre este, escribí hace no mucho mi punto de vista en mi blog: blog.kinrel.es/de-patentar-al-ser-humano/
Un saludo,
Eva