«Los papeles de Panamá» y la industria farmacéutica. Aborta el matrimonio Viagra Botox
Iba a ser el matrimonio más rico del universo farma, el de los laboratorios estadounidenses Pfizer y Allergan. Pero tras meses de negociaciones entre ambos y de preparación de la firma del acuerdo de fusión para convertirse en la mayor farmacéutica, la operación de los dueños de Viagra y Botox ha sido abortada. En el fondo está el tema fiscal y «Los papeles de Panamá» han sido la gota que ha colmado el vaso.
Querían alumbrar una empresa que ha llegado a cifrarse en 272.000 millones de euros de valor bursátil pero las exigencias impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el brazo económico de la Casa Blanca presidida por Barack Obama, ha truncado la operación con las exigencias que ha establecido para impedir las ventajas fiscales pretendidas por Pfizer.
Como cuenta El Confidencial, la americana tenía un plan:
mantener su nombre en la nueva empresa, pero mudar su sede a Irlanda, donde el impuesto sobre sociedades, del 12,5%, es más favorable que el estadounidense, del 35%. Para ello, Pfizer, aunque más que duplica por capitalización bursátil a Allergan, sería comprada por la irlandesa.
Las autoridades norteamericanas cada vez estaban más cansadas de esta estrategia, conocida como ‘inversión fiscal’ porque persigue fusiones con empresas más pequeñas de otro país para hacer las maletas y pagar menos impuestos. Pero es que 2016 es un año electoral. Y el ambiente electoral ha dado la puntilla a la operación, puesto que hasta el excéntrico Donald Trump había mostrado su disgusto con las intenciones de Pfizer de establecer su sede en Dublín».
En una semana marcada por el revuelo que ‘Los papeles de Panamá’, destapados en España en exclusiva por El Confidencial y La Sexta, están provocando en todo el mundo, otro asunto fiscal, el del imán que Irlanda supone para las empresas por su atractiva tributación, ha dinamitado la que estaba llamada a ser la mayor operación farmacéutica de la historia y una de las mayores fusiones del universo bursátil.
En el país más capitalista del mundo, USA, el Departamento del Tesoro lanzó nuevas medidas contra la «inversión fiscal» esta semana. Los Panama papers han documentado lo que ya se sabía y que ahora nos explota en la cara como una bomba atómica de blanqueo de capitales y corrupción legal.
La oposición política a este tipo de operaciones apoyadas en las ventajas fiscales ya frustró antes la tentativa de Pfizer por hacerse con el control de la británica AstraZeneca. El Tesoro de EE.UU. no tienen poderes para bloquear fusiones pero sí puede influir haciendo más difícil que puedan financiarlas, retirando las desgravaciones a la asunción de la deuda o limitando el uso de efectivo que tienen en el exterior. Es lo que impidió también que Abbvie comprara Shire.
En el pasado ha habido auténtica efervescencia compradora entre compañías farmacéuticas pero el tamaño y poder que acumulan parece que ahora preocupa más a los estados, que observan cómo este tipo de movimientos fiscales les hacen perder dinero para sus arcas públicas, de donde sale, entre otras cosas, el dinero para pagar la sanidad.
Sanidad que por otra parte enfrenta problemas de liquidez precisamente por los altísimos precios que los laboratorios están exigiendo a las administraciones en los últimos años por algunos grupos de fármacos. Recordemos que, por ejemplo, el famoso y polémico Sovaldi para la hepatitis C cuesta en EE.UU. 80.000 dólares por tratamiento.
Las autoridades estadounidenses (y de otros lugares) tienen razones más que de sobra para estar «mosqueadas» con Pfizer y el tema fiscal puede ser la gota que colme el vaso. Uno de los últimos escándalos se produjo el año pasado cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) destapó las malas prácticas de Pfizer en China. En concreto, la compañía habría utilizado ingredientes caducados para fabricar sus medicamentos en el país oriental.
Allergan tampoco ha escapado a los escándalos sanitarios pues también el año pasado se vinculó a la compañía con el caso de las prótesis mamarias cancerígenas.