El negacionismo de la contaminación electromagnética y la electrosensibilidad
Suele ocurrir con temas polémicos, poco conocidos y/o que tocan intereses industriales que sufren el negacionismo y la falta de comprensión. A veces es por ignorancia del problema y otras por insano escepticismo (dudar de todo hasta tener pruebas me parece sano pero dudar por sistema cuando hay pruebas te convierte en tonto útil de quienes quieren que ese problema no se conozca).
A principios de agosto supimos que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha concedido la incapacidad laboral a un ingeniero que sufre electrohipersensibilidad. Ricardo de Francisco trabajaba en Ericsson pero la contaminación electromagnética que desprenden ordenadores, teléfonos móviles o el wifi le enfermaron.
No es la única sentencia de este tipo pues en nuestro país ya se produjo otra similar hace tiempo y en Francia también ha sucedido.
La llamada electrosensibilidad está producida por la cada vez mayor contaminación electromagnética a la que estamos sometidos en las sociedades modernas los afectados crecen, como cuentan desde la asociación Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud (EQSDS).
A raíz de estos hechos han aparecido en algunos medios de comunicación ciertos artículos e informaciones sobre el tema digamos que con inexactitudes cuando no flagrantes errores: La electrosensibilidad usada por un tribunal para dar una incapacidad no existe según los científicos o Sanidad culpa a las ondas electromagnéticas de una enfermedad que no causan son dos ejemplos.
Una idea centra ese tipo de publicaciones: “la electrosensibilidad es una trastorno psicológico”. Para la asociación EQSDS:
Este tipo de informaciones suponen un perjuicio para un colectivo de personas enfermas que están luchando por mejorar su salud, conseguir reconocimiento y ayudas para su supervivencia y que precisan de la comprensión de su entorno para alcanzar las adaptaciones necesarias a su condición de discapacidad».
Y se quejan, con razón, de que no se suele ir a la fuente original en informaciones de ese tipo ni suelen contar con su experiencia; todo por los enfermos pero sin los enfermos.
Les llama también la atención que este tipo de artículos periodísticos sistemáticamente eluden ofrecer el punto de vista de los médicos e instituciones que reconocen este síndrome y que están alertando del problema de salud que representa la contaminación electromagnética.
Aunque somos conscientes -aseguran- de que la existencia de la electrosensibilidad viene a poner en duda la seguridad de la telefonía móvil, un negocio que mueve en el mundo dos billones de dólares al año, no deja de causarnos sorpresa y estupor el tratamiento tendencioso que, desde un supuesto punto de vista científico, se ha dado a la noticia en algunos medios de comunicación».
Y es que medios que presumen de realizar un periodismo de calidad publican artículos en los que se niega la existencia de la hipersensibilidad electromagnética y se desacredita a las personas que la padecen, omitiendo la base científica que la avala y dificultando las medidas a tomar para su adecuado tratamiento.
Por ello, las personas afectadas quieren dejar claro que los principales expertos que tratan e investigan este síndrome descartan cualquier origen psicosomático y que hay suficiente información científica que demuestra que la electrosensibilidad es una alteración orgánica en respuesta a los campos electromagnéticos.
Los médicos que tratan habitualmente a personas electrosensibles de manera sistemática y con los protocolos adecuados, ven como los pacientes mejoran cuando consiguen vivir en un entorno con niveles muy bajos de contaminación.
También hemos observado como algunos médicos que se dedican a opinar sobre este tema no han tratado a personas con electrohipersensibilidad y algunos incluso no se dedican a la práctica clínica«, cuentan.
Actualmente hay decenas de miles de investigaciones que encuentran efectos biológicos en los niveles de exposición a los que estamos expuestos en la actualidad. Cientos de investigadores de todo el mundo expertos en bioelectromagnetismo alertan de posibles riesgos.
Un porcentaje elevado de las investigaciones científicas están financiados por la industria de telefonía móvil y los resultados de estas investigaciones coinciden con sus intereses. Algunas instituciones internacionales de referencia están en el punto de mira por denuncias de conflictos de interés, al estar sus decisiones muy mediatizadas por la industria.
Los gobiernos son reacios a aplicar medidas de precaución que pudieran suponer un freno a la actual y rápida expansión de las tecnologías inalámbricas, así como a aumentar el gasto en prevención y tratamiento de estas nuevas enfermedades.
Los grandes medios de comunicación no parecen interesados en debatir sobre las implicaciones para la salud de las nuevas tecnologías inalámbricas.
Cunde la negación sistemática del problema, el negacionismo. Sin darse cuenta, al parecer, quienes lo promueven que así le hacen el juego a las industrias y lastran la posible curación o mejora de la calidad de vida de quienes están afectados.
Afortunadamente existen investigadores independientes, médicos comprometidos y jueces dispuestos a reconocer sus derechos a los damnificados por la otra cara de este progreso, un tipo de contaminación que no se ve pero que tiene demostrados efectos en la salud.
Es necesario difundir toda la información científica sobre los riesgos de la exposición crónica a campos electromagnéticos, realizar un consumo consciente y desarrollar políticas de salud pública.
Bueno yo soy un poco descreído de todas estas cosas (aunque sin llegar al nivel de los pseudo-escépticos cienci-nazis estos a los que conozco y aunque de fondo opino muchas cosas como ellos, repudio por impresentables sectarios).
Aún así, respecto a este tema de las ondas y salud, como dicen en Galicia de las meigas, «no existen pero haberlas haylas», una vela a Dios y otra al diablo, lo que hoy se «cree» saber, mañana se sabe que no es cierto, ha pasado siempre….
Saludos.
Esta gente tiene una frase, «afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias», bueno lo primero habría que ver lo que es o no extraordinario, lo segundo, si eres capaz de aportar pruebas (como estudios científicos publicados en revistas científicas) y ni las miran, entonces por un lado esta frase es inaplicable al caso y por otro estás ante simples negacionistas, ante una secta cientificista fundamentalista, una creencia, una pseudociencia, una pseudoreligión, ante un magufo o un ciencinazi, o en su caso ambas cosas, por opuestas que parezcan.
«Insano escepticismo (dudar de todo hasta tener pruebas me parece sano pero dudar por sistema cuando hay pruebas te convierte en tonto útil de quienes quieren que ese problema no se conozca)».
Cierto esto que dices Miguel…, no obstante añadiría que esta «gente» mas que buscar una verdad científica lo que están haciendo es «retrasar» el conocimiento de esa verdad científica, y lo están haciendo tal y como lo quieren las empresas y no la ciencia o la sociedad, lo que como bien dices les convierte en «tontos útiles».
Además el tema se agrava cuando las pruebas que piden estas personas se tratan de resultados en la vida y salud humana, así como en la ecología, resultados negativos para los que las personas afectadas no han dado su permiso previo a someterse, personas que además no serán nunca ni reconocidas socialmente ni damnificadas, así como los causantes de estos daños no serán nunca juzgados, las cosas se testan bien previamente y si no no salen a la calle.
Luego a veces se les escapa un «el progreso tiene un precio» (que en el fondo demuestra como piensan…), a eso que ellos llaman «TENER PRUEBAS», tal y como lo piden, en cualquier sociedad civilizada se le llama experimentación con humanos…, se le llama el fin justifica los medios…, se le llama decidir por los demás en cosas personales e imponerse a ellos, en definitiva se le llama fascismo…, un CIENTIFICISMO que nada tiene que ver con la ciencia ni con que una persona sea individualmente escéptica (en estos casos son gregaria y sectariamente escépticos) y se convierten en simples CIENCINAZIS.
Muy agudo lo de «ciencinazis». Es que, como advierte el médico Javier Peteiro en su libro El autoritarismo científico parece que hay una corriente que avala una ciencia que se pone a sí misma por encima de las personas, a las que yo creo que ha de servir (y no al revés).
Buen artículo, Miguel. Es indignante cómo se está tratando este tema. Cómo es posible que con los varios cientos de estudios que existen que indican que la radiación no-ionizante es peligrosa para la salud, y que pueden ser consultados por cualquier persona (no hay más que buscar en las bases de datos científicas) se siga todavía escuchando la misma cantinela.
Cualquier científico con algo de pudor y honestidad, al menos tendría dudas razonables sobre la inocuidad de las ondas electromagnéticas y recomendaría prudencia y acciones para no sobre exponer a la población, al menos hasta que no se investigue más.
Pero no. Pese a que hay un número de científicos muy importante que sí lo hace, existe todavía un nutrido grupo de negacionistas, que tú has calificado muy bien.
Y si hablamos ya de la actitud de las personas con conocimientos no científicos, la mayoría de ellas están tan enganchadas al móvil que aunque se les mostrara (y voy a exagerar mucho) que es más peligroso que fumarse 30 cigarrillos al día, seguirían usándolo como hasta ahora y llamando «magufos» a los demás.
En fin, hay que seguir luchando en este tema, con objetividad, pero con firmeza, mientras siga habiendo la cantidad de señales de alamar que hay.