La moda nociva del sobreconsumo de productos de higiene y limpieza
Algunas modas de la sociedad de consumo en la que vivimos son nocivas. Ayer me entrevistaron en la televisión pública vasca al hilo del atasco monumental en un colector de Donostia por acumulación de toallitas higiénicas. Las “inocentes” toallitas perfumadas con las que hoy se limpia el culo a los bebés no lo son tanto, sobre todo si tras su uso se tiran por el inodoro.
Las imágenes son impresionantes y no pude dejar de comentar la paradoja que supone que una ciudad tan bella como San Sebastián, una de las de mejor nivel de vida de Europa, tenga su subsuelo alcantarillado colapsado con residuos de algo que se usa para la limpieza e higiene personal (minuto 44:54).
Si sois escrupulosos no miréis el vídeo que acompaña a esa información. Y el caso de Donostia no es el único atasco por toallitas, hace una semana fue Londres quien también lo sufrió.
Hay un problema de sobreconsumo de productos de higiene y limpieza y de manera contradictoria somos bastante guarretes a la hora de gestionar esos residuos pues el inodoro no es el sitio donde depositar unas toallitas que no se degradan y que al contacto con el agua por ser textiles aumentan de tamaño y generan esos atascos.
Me preguntaron los compañeros/as de la tv vasca: ¿Este tipo de vertidos o de productos con componentes químicos y potencialmente tóxicos cómo afectan al medio ambiente? Lo primero es que ensucian el agua hasta el punto de que cueste muchísimos más depurarla y por tanto acaban contaminando los ríos y mares. El contenido exacto de sustancias químicas con potencial tóxico que llevan las toallitas (y el resto de productos de higiene, limpieza o cosmética) lo desconocemos.
Si están perfumadas, como muchos modelos, hay que tener en cuenta que cuando leemos en la etiqueta de un cosmético “perfume”, nos estamos refiriendo por lo general a 30 o 40 sustancias sintéticas diferentes que pueden ser tóxicas.
Se trata de cantidades muy muy pequeñas pero son muchas sustancias diferentes y se encuentran en tantos productos que nuestra vida cotidiana está “embadurnada” con las mismas y poseen un efecto acumulativo, una parte de las mismas entra en nuestro organismo y no sale.
Y hay que tener en cuenta también que cuando se juntan pueden interactuar entre ellas y eso no se ha estudiado.
Muchas de ellas provocan graves impactos en el medio ambiente y en la salud de las personas y animales. Los posibles daños de los llamados disruptores endocrinos están bien documentados. Estas sustancias una vez en nuestro organismo imitan la actividad de las hormonas y con sus “mensajes” confunden los sistemas claves de nuestro cuerpo provocando disfunciones. Los daños más conocidos son los relacionados con la sexualidad y la fertilidad y también con el debilitamiento del sistema inmunitario y los retrasos en el aprendizaje infantil.
Durante la entrevista comenté que la Universidad del País Vasco ha trabajado el tema y ha encontrado feminización y masculinización de peces machos y hembras respectivamente en la costa vasca, sin ir más lejos. Esos investigadores muestran que los disruptores endocrinos vertidos al mar alteran los órganos sexuales de una especie de pez muy común en estuarios de Gernika, Arriluze, Santurtzi, Plentzia, Ondarroa, Deba y Pasaia.
Se trata de un pez conocido en diversas zonas costeras como muble, lisa o corcón. Los elementos contaminantes de origen artificial actúan como estrógenos provocando, entre otras transformaciones, la aparición de ovocitos -óvulos no madurados- en peces macho.
Hace años se hicieron estudios en el Ebro, en concreto en su afluente el Cinca y también en el Llobregat con similares resultados. Una de las claves podría estar en los retretes domésticos. Los desórdenes sexuales hallados en los peces del Llobregat no sólo son consecuencia de los tóxicos vertidos por la industria peletera y del textil.
Los científicos catalanes que diagnosticaron el río -hace ya casi tres lustros- dirigieron su mirada, también, hacia aquellos puntos negros de cada casa. Por los inodoros van al río cantidades enormes de hormonas femeninas que son excretadas por la orina. Provienen, sobre todo, de los tratamientos de la menopausia y de los anticonceptivos orales para controlar la natalidad.
Los químicos tóxicos que llevan los cosméticos y productos de higiene (qué paradoja) son en gran medida unos desconocidos desde el punto de vista ambiental y de la salud pero también medicamentos como los anticonceptivos, la famosa “píldora” por contener estrógenos, hormonas y los psicofármacos, en concreto antidepresivos por ejemplo el Prozac.
Las grandes urbes tiene más problemas de este tipo de contaminación.
Los seres humanos eliminamos gran parte de los medicamentos que ingerimos a través de la orina. Dado que las poblaciones de muchas especies que viven en paisajes alterados por el hombre se están reduciendo por razones que son difíciles de explicar completamente, es hora de explorar nuevas áreas como la de la contaminación farmacéutica.
Y todo esto, nos hace reflexionar sobre el sobrediagnóstico de enfermedades y la sobremedicación de las mismas y sobre la composición de tantos objetos de consumo de nuestra sociedad, sobre el modelo social actual.