La “enfermedad mental” de jugar a videojuegos y otras adicciones tecnológicas
La Organización Mundial de la Salud (OMS) va a incluir la adicción a los videojuegos como una enfermedad mental en su Clasificación Internacional de Enfermedades. Así que el CIE, que va por decimoprimera edición y no se actualiza desde 1990, recogerá este año el “Trastorno por videojuegos“, que se ha añadido a la sección relativa a trastornos de adicción.
Se define la nueva enfermedad como
“un patrón de comportamiento frente a esta forma de entretenimiento que tiene una naturaleza e intensidad tal, que produce una marcada aflicción y una disfunción significativa en las relaciones personales y familiares, y en las actividades educativas y sociales de la persona que lo padece“.
Este tipo de adicción se da poco. También hay que tener en cuenta que los padres no suelen reconocer estas situaciones, les parecen normales.
Además, detectar el problema se hace difícil por la subjetividad del mismo y ese es el motivo por el que este tipo de “enfermedades” (aunque esta tendría que escribirse sin comillas dada su ya oficialidad) tiene unos criterios diagnósticos poco precisos.
¿Dónde comienza el abuso, dónde termina la afición? Hay varios criterios generales de la adicción a los videojuegos:
–Pérdida del control sobre el juego. La persona no es capaz de controlar su conducta y no limita la cantidad de horas que pasa desempeñando la actividad adictiva.
–Priorizar el juego sobre cualquier otra actividad, intereses y acciones cotidianas.
-Aumento del juego. Aunque al jugador le afecte de manera negativa su adicción juega más y más.
La mayoría de las personas que juegan videojuegos no sufre ningún trastorno, del mismo modo que la mayoría de las personas que beben alcohol tampoco. Pero hay circunstancias en que el uso excesivo puede generar efectos adversos.
Esta adicción ha de manifestarse durante un periodo amplio de tiempo, al menos un año. El comportamiento debe ser de suficiente gravedad como para causar un deterioro significativo en las áreas de funcionamiento personal, familiar, social, educativo, ocupacional u otras áreas importantes, según la OMS.
La Organización lleva una década estudiando con especialistas el tomar la decisión ahora difundida. El CIE tiene un “competidor” en la clasificación de enfermedades en el famoso DSM que, considerada la “biblia de la psiquiatría”, es el libro en el que se basan de manera oficial los psiquiatras para diagnosticar trastornos mentales.
En su quinta edición, la vigente desde 2013, incluyen las adicciones conductuales como “Juego Patológico” en el apartado de Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos en los que están también la Adicción al sexo, Adicción al ejercicio y Adicción a las compras. Pero dice dicho manual que
No hay suficiente evidencia para establecer los criterios diagnósticos y las descripciones del curso de la enfermedad necesarias para establecer estas conductas como trastornos mentales“.
Y hay otro apartado denominado Adicciones tecnológicas entre las que se incluyen:
–Internet Gaming Disorder: Condición que merece más estudio.
–Non-Internet computarized games: Podrían incluirse pero han sido menos investigados
-Redes sociales on line como Facebook y Pornografía en línea: No se consideran análogas al Internet Gaming Disorder.
–Adicción a Internet: El uso recreativo o social de internet no es un trastorno.
La adicción al móvil no se menciona en el manual.
Está claro que estas actividades relacionadas con las nuevas tecnologías pueden conllevar comportamientos abusivos y que interfieran con la vida cotidiana de las personas, con lo que consideramos “normalidad”. De ahí a que sean enfermedades…
Y no dudo que en casos extremos haya comportamientos patológicos, el problema de las clasificaciones es que tienden a promover la medicalización y estigmatización social.
Lo que no puede ser es que el diseño de nuevas enfermedades sea la excusa para el sobrediagnóstico de la mismas y la sobremedicación. La excusa para el negocio vaya pues el DSM se hace con paneles de expertos plagados de conflictos de interés con los laboratorios interesados en promover sus psicofármacos para los nuevos mercados que abren las nuevas enfermedades.
En los próximos años podemos asistir a fenómenos nuevos relacionados con nuestra manera de relacionarnos con las tecnologías. Algunos serán nocivos. Lo que hay que hacer es ser muy precisos en la definición de esos “trastornos” para que personas sanas no sean catalogadas como enfermas con lo que conlleva para sus vidas y para los sistemas sanitarios también.
Es muy poco serio este diagnóstico. En cambio hay una condición relacionada con el tiempo excesivo frente a pantallas que sí tiene consecuencias reales y es lo que se ha denominado “autismo virtual”.
Actualmente se diagnostica como TEA pero no lo es (de hecho dicen que puede estar detrás de la presunta “epidemia de autismo” que llamativamente solo ocurre en países ricos)
Son niños que en principio iban a ser normales pero vieron retrasado o dificultado su desarrollo socio emocional por pasar demasiado tiempo frente a tablets, laptops, etc en vez de jugar con otros en esa etapa clave de su vida. Es decir, es un desorden en cierta forma “neurológico” pero con causas totalmente ambientales y reversibles (el niño vuelve a ser “normal” después de un tiempo de haberlo alejado de toda esa tecnología).
Y un nombre para catalogar esa condición sí debería existir, en vez de estar metiéndolos en el espectro autista junto con otros niños que sí que están imposibilitados para tener interacciones plenas independientemente de si tienen tablets o no, de si tienen compañeros de juegos o no, etc.