¿Son más saludables los alimentos ecológicos? Son más nutritivos y no llevan tóxicos, luego sí
Los alimentos ecológicos u orgánicos o bio están desde hace algún tiempo en el punto de mira. Parece que a alguien le molesta su popularidad y cada vez con más frecuencia reciben ataques. Lo que me preocupa no es que sean atacados, sí que se haga con modos de apariencia científica pero sin ningún rigor científico, cuando no directamente con mentiras.
Hoy vivimos una especie de guerra cultural. Está en juego el modelo alimentario que queremos y los impactos ambientales y económicos que se desprenda de ello. Nuestra alimentación está cada vez más producida por un grupo no muy amplio de compañías muy muy grandes que tienen un enfoque muy mercantilista y tienden a concentrar los recursos y a no ocuparse gran cosa de los costes ambientales, laborales o la propia calidad de sus productos.
Al tiempo ha ido tomando fuerza el movimiento por la agricultura y ganadería ecológica, que apuesta por no usar transgénicos, ni apenas tóxicos agroganaderos, por una alimentación lo más local o próxima posible y más nutritiva pues cultivar con más “mimo” y respeto ambiental conlleva una mayor calidad.
Los alimentos ecológicos gozan de gran popularidad pero hay quien quiere buscarle algún que otro pie más al gato y por ejemplo Nutrimedia, un proyecto de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, nos cuenta que no hay pruebas científicas de que sean más saludables que los alimentos convencionales.
Vamos a ver, no es fácil saber si un alimento ecológico, por ejemplo la naranja, es más saludable que otra cultivada de manera convencional.
Lo que sí sabemos es que las naranjas ecológicas tienen más nutrientes. Los resultados de los trabajos hechos por la Doctora en Ingeniería agrónoma por la Universidad Politécnica de Valencia, Dolores Raigón, indican que en promedio los frutos cítricos ecológicos presentan un 28% más de vitamina C que los convencionales.
Las recomendaciones sobre la dosis diaria de ingesta de vitamina C para adultos son de 60 mg/día, por lo que de manera general, esta cantidad podría alcanzarse con la ingesta de 100g de zumo procedente de naranjas ecológicas o de 200g de zumo de mandarinas ecológicas, mientras que estas cantidades aumentan cuando se trata de frutos convencionales (150g para las naranjas y 250g para las mandarinas). Con menos naranjas de más nutrientes es más fácil conseguir la cantidad correcta.
Y no sólo es que los bio tienen más nutrientes es que según los informes de la EFSA, la autoridad europea de seguridad alimentaria, el 60,5% de las muestras de naranjas, por seguir con el ejemplo, analizadas tienen restos de varios tóxicos agrícolas en una sola muestra. Las ecológicas no los llevan.
Así que será difícil de demostrar que estos productos son más saludables pero no hace falta más que sentido común para entender que si unos llevan tóxicos peligrosos para la salud y otros no estos son más saludables porque como mínimo no te ponen en peligro. Y si además llevan más nutrientes son mejores (sin entrar en el ahorro que ello conlleva para los sistemas sanitarios o el propio gasto de las diferentes contaminaciones ambientales).
No se pida que además sean más baratos pues es lógico que un producto de mayor calidad tenga un precio superior pero es que además en el ámbito ecológico existe un modelo de cooperativas de consumo que ponen a consumidores y productos en contacto directo, sin intermediarios, por lo que pueden conseguirse precios muy similares a los de la comida convencional. Y con menos impactos ambientales y un reparto de la riqueza que se genera mucho más justo, ayudando a mantener vivos los pueblos.
No tiene sentido pues poner en duda que los productos ecológicos aportan algún beneficio para la salud, tanto personal como ambiental. No tiene sentido tampoco dudar del perfil nutricional de los alimentos ecológicos diciendo que las diferencias observadas son en general pequeñas y que “probablemente, poco relevantes para poblaciones que siguen una alimentación equilibrada”.
No vale hacer un estudio que intenta desacreditar algo, en este caso la comida ecológica y usar términos como “probable”. O lo es o no lo es. Y lo que es, si tomamos otros ejemplos recientes como los tomates o los pimientos es que son mejores.
Buen trabajo, ya que considera la problemática a tratar desde sus diversas perspectivas. Pero quiero agregar algo que pudiera suponer una corrección y, con ella, añadir otra perspectiva de no menor importancia.
Y digo así: ¿Guerra cultural? Perdone, pero, yo diría más bien “guerra acultural” en el sentido de guerra de la barbarie moderna contra la cultura tradicional, relativa esta al tema agropecuario de producción y de respeto a la integridad ecológica. Estamos destruyendo el medio que nos sustenta junto con nuestra salud, antaño dañada fisiológicamente por las hambrunas debidas a las guerras y a la pobreza en que siempre se mantuvo a las clases trabajadoras (para beneficio de los amos), y en lo espiritual por eso que llaman “espiritualidad” inherente a las religiones, que no es otra cosa que barbarie y más barbarie contraria a la recta intelección explicada por las tesis filosóficas del panteísmo: «Infinito y eternidad y, en “ello”, el eterno retorno de todas las cosas» (algo que ya los físicos y astrónomos modernos reconocen al asumir la tesis de multiuniversos en el infinito o, en el infinito, de multiuniversos). Y el caso es que no sé si no será aún peor barbarie la inducida por los modernos medios de “comunicación” que la inducida por los oscurantismos religiosos a fin de amansarnos por la moral y así podernos trasquilar impunemente como a ovejas y a borregos.