Farmacéuticas que dejan de investigar fármacos prometedores: Alzheimer, Enbrel y Pfizer
En 2015, un equipo de investigadores de la farmacéutica Pfizer descubrió que uno de los fármacos superventas de la compañía, el Enbrel, para tratar la artritis reumatoide, podía reducir el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer en un 64%. Pero no quiso hacer las investigaciones precisas ¿por qué?
Hay que explicar que justo en 2015 caducó la patente del fármaco. Verificar esos efectos del medicamento habría requerido un costoso ensayo clínico. Los investigadores de la casa pidieron a Pfizer 80 millones de dólares (71,2 millones de euros). Pero el gigante farmacéutico decidió no proseguir con la investigación y no hacer públicos los resultados. Más de 400 ensayos clínicos han fracasado desde que el último fármaco para el Alzheimer, que solo trata los síntomas y de manera temporal, fuera aprobado hace más de diez años.
Así que es probable que a Pfizer se le quitaran las ganas de invertir en una investigación que no iba a dar los frutos esperados y cuya patente, osea, monopolio, expiraba. Claro que los 80 millones hay que ponerlos en contexto, para una empresa media o una institución pública son mucho dinero pero Pfizer se mueve en un contexto social muy favorable a sus intereses. Hay que tener en cuenta que sólo con Enbrel, ha llegado a facturar 5.800 millones al año. Lo que para muchas empresas farmacéuticas es un precio prohibitivo Pfizer se lo puede permitir.
Quiera o no quiera investigar el Alzheimer lo que se critica es que los datos científicos recopilados por la multinacional no sean públicos para que otras instituciones puedan usarlos para avanzar en el conocimiento científico de la enfermedad.
Como es obvio Pfizer oculta esos datos para que llegado el caso de encontrar una cura no haya otra compañía que se lucre con su trabajo de base.
Aquí entra en juego el sector público. No sé si es el caso concreto de Enbrel pero la mayor parte de los medicamentos “nacen” en universidades o instituciones de investigación públicas. Cuando en ellas se encuentra una molécula susceptible de ser en el futuro un medicamento interesante las farmas compran los derechos de explotación y continúan con la labor de investigación más desarrollo de ese posible fármaco.
Es decir, hay una inicial inversión pública, luego lo que hace Pfizer de ocultar para impedir que otros investiguen basándose en sus datos, podrían hacerlo las administraciones públicas con las farmas que se aprovechen la inversión pública. Porque luego además cuando uno de esos fármacos que comenzó su desarrollo en una institución pública y siguió creciendo en una farma, llega al esperado mercado, vuelve a entrar en el juego la financiación pública, dado que son los estados quienes compran esos fármacos para su cartera de la Seguridad Social. Vaya que la población paga dos veces por ese medicamento.
Así que hay farmas que se aprovechan de la doble financiación pública de los medicamentos y se permiten el lujo de negarse a ofrecer al público los datos de investigaciones que no desean continuar, pudiendo perjudicar así a los enfermos, en este caso de Alzheimer (¿quién dice que esos datos que oculta Pfizer no podrían conducir en el futuro a un tratamiento eficaz y seguro para esta enfermedad?).
Por todo ello, las instituciones públicas deberían recuperar datos ocultos en cuya producción hayan participado y hacer ellas la investigación y desarrollo del tratamiento.
Por último, hay que saber, por contextualizar escribo, que Pfizer promocionó “sin ética” Enbrel y sabía de su peligro. En la multinacional farmacéutica hubo despidos en la sede de España por sobornos a médicos y el tratamiento que protagonizó este episodio corrupto fue Enbrel.
Por no citar sus posibles nuevos daños. Algunos productos biológicos utilizados para el tratamiento de la artritis reumatoide y otras enfermedades reumáticas, así como en la esclerosis múltiple, han sido implicados en trastornos autoinmunes y entre ellos está el tratamiento de la farmacéutica estadounidense.
Por cierto que cuando Pfizer descubrió que la Viagra, que en principio estaba indicada para la hipertensión resultaba para la impotencia sexual masculina rápido hizo lo posible por estudiar el medicamento y que se lo aprobaran para la nueva indicación. Pero claro, conservaba la patente del mismo…
Claro está que la industria farmacéutica invierte tan sólo donde encuentra negocio. Existe multitud de enfermedades raras que podían ser tratadas y no interesa por el pequeño porcentaje de pacientes que las padecen. no cifrarían bastante dinero o tendrían que ser carísimos fármacos que se utilizarían demasiado poco. Eso es así. Además y como ocurre en este caso, cuando expira una patente el laboratorio deja de poner sus esperanzas en ella. Hay que seguir creciendo y creciendo para mantener bien erguida la tela de araña. Durante el tiempo que dura la patente, el laboratorio, especialmente los más punteros tanto nacionales como multinacionales, se aseguran unas ganancias y organizan unos planes de acción especialmente ambiciosos. preparan unos suculentos incentivos para toda la red de ventas y éstos se lanzan a la calle en busca de recetas y de dinero. Ahí se pierde ya cualquier ética de los productos farmacéuticos hay que cifrar ventas como sea. Da lo mismo los efectos adversos la efectividad del producto y cualquier otra cuestión. Esa es la realidad del mercado. el paciente es lo de menos y las arcas del estado a pagar y pagar. Dinero que absorben los laboratorios para seguir adelante. Actualmente España está siendo desabastecida por los laboratorios de productos ya baratos con patentes caducadas porque ya no interesa su comercialización. Se los llevan a otros países a explotar nuevamente la patente original y seguir haciendo negocio. Son empresas y eso es cierto. Tienen que gestionar sus productos para rentabilizarlos. Pero a costa de la gente y del dinero público? Aquí está la cuestión. Hasta cuando mantendrán los estados semejante gasto con sueldos astronómicos y planes de crecimiento increíbles cuando como habéis comentado en la mayoría de casos el principio de la investigación y los descubrimientos se realizan y obtienen en pequeños laboratorios de investigación de las universidades con bajos recursos. Personal preparadísimo pero que ni siquiera cobra en muchos casos y aparatos de investigación obsoletos. Esa es la triste realidad del mundo de la investigación y la industria farmacológica.