Homenaje a la muerte de Isabel Ferragut, referencia en la denuncia de errores médicos

Ayer me comunicaron la noticia de la muerte de una amiga, Isabel Ferragut. Mujer valiente donde las hubiera, dedicó el último tercio de su larga vida a defender la memoria de su hijo Arturo, víctima de un experimento médico y buscar, sin conseguirlo, Justicia y reparación por su muerte. Este es mi homenaje.

Isabel y yo nos conocimos en la presentación del libro que lleva por título el nombre de su hijo: Arturo. Una muerte en manos de los médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García. Fue en junio de 2003, hace ya 17 años.

Ferragut era una mujer de 77 años de edad cuando publiqué por vez primera sobre el caso en mi blog en diciembre de 2007. Hacía ya más de 18 años que había perdido a su único hijo Arturo.

El cerebro del joven fue «achicharrado» (así lo reconoció más tarde la fiscal del caso) en una clínica de Barcelona, la Dexeus, por dos médicos que probaron en él una nueva máquina de radiación.

El Diario 16 de la época se preguntó: ¿Dos médicos locos?

Arturo intentaba solucionar un problema psicológico (una neurosis obsesiva) y se puso en manos de unos médicos que le radiaron la cabeza «de manera indiscriminada», como argumentaba la madre. Este tratamiento a la postre le provocaría la muerte tras años de terribles sufrimientos.

La radioterapia no suele aplicarse a pacientes con trastornos mentales pero al chico le vendieron el ‘tratamiento del futuro’ y con una sola sesión de rayos gamma, una sola, terminó con su joven vida.

Mi hijo ingresó en la clínica Dexeus con el cuerpo y el cerebro físicamente sanos y salió para regresar a casa condenado a muerte. Fue radiado durante dos horas y veinte minutos», explicaba Ferragut.

Madre e hijo, siempre según el testimonio de los mismos, no fueron advertidos de la peligrosidad de esa «terapia», discutida para los trastornos mentales.

Le dijeron que lo peor que le podía pasar es que se quedara como estaba y eso fue lo único que aceptamos», siempre me contó Isabel.

La mujer recorrió todas las instancias judiciales posibles recurriendo la sentencia que le dictaron en contra y siguió buscando amparo jurídico. Pero ni el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos ni el de los Derechos Civiles de la ONU, le han dieron la razón. Y eso fue algo que le acompañó toda la vida, no se lo podía explicar (porque no tiene explicación que le quemen el cerebro a una persona y nadie sea responsable).

Publiqué allí donde pude, sobre todo en mi plataforma on line y me dicen que me tenía mucho cariño, como yo a ella, valgan estas palabras como homenaje a su lucha por los derechos humano.

Quienes han mantenido con ella las últimas conversaciones me cuentan que seguía trasmitiendo optimismo, los ánimos nunca le faltaban. También dijo que siguiéramos luchando y así lo haremos Isabel.

Isabel estaba mayor y muy cansada pero este tipo de personas uno piensa que nunca van a morir porque son las imprescindibles, las que persiguen un objetivo justo toda su vida, sin descanso. Hasta que la realidad y la biología nos ponen en nuestro sitio.

Ferragut, junto a otras víctimas de los errores médicos y la corrupción sanitaria abrieron un camino, el de las denuncias públicas de la iatrogenia que por entonces solían pasar desapercibidos. Generaron conciencia social y promovieron cambios (quiero mostrar aquí que ella siempre estuvo muy agradecida a los buenos profesionales sanitarios que atendieron a su hijo tras el episodio cruel que sufrió).

Ese es su legado que ya nunca se perderá, el cuerpo de Isabel Ferragut ya ha desaparecido pero su obra, como la de las grandes personas, queda para siempre en la sociedad y en nuestros corazones y seguiremos amplificándola.

Descansa en paz Isabel, hiciste lo que debías y has sido un ejemplo.