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Confinamiento ilegal: Cuando el médico nos golpea la rodilla con un martillito

Cuando el médico nos golpea la rodilla con un martillito ¿qué hacemos? Damos una patada. Se llama reflejo rotuliano. Precisamente eso fue el confinamiento domiciliario: una patada. Un confina y miento inconstitucional, luego ilegal.

Esa es la idea que transmite Lorenzo Gallego, alumno del Máster en Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona. Dedica su trabajo de fin de máster al confinamiento domiciliario como medida sanitaria. Os resumo su magnífico artículo:

-El pasado 14 de marzo se cumplieron dos años desde que el gobierno de Pedro Sánchez decretó el primer estado de alarma y encerró a toda la población en sus casas, en el modelo de confinamiento más estricto de nuestro entorno.

libro Covid 19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedoPero ese confinamiento fue declarado inconstitucional; es decir, que fue ilegal.

El tratamiento informativo contrasta fuertemente con el que se hizo en 2017 en relación con el referéndum de independencia de Cataluña: por aquel entonces, no había diario o cadena de televisión que no hablase del “referéndum ilegal”.

-Cabe recalcar que el Tribunal Constitucional no se opuso en su sentencia a las medidas sanitarias en sí, ni entró a debatir su eficacia. Simplemente estimó que no hubo una mera “limitación” de derechos fundamentales, sino una “suspensión”, para la que sería necesario un estado de excepción; es decir, es una cuestión procedimental y no epidemiológica.

-Uno de los problemas de las afirmaciones grandilocuentes como las del gobierno español es que presuponen que la alternativa era no hacer nada. Pero entre el confinamiento a la española y el no hacer nada había toda una gama de grises, intervenciones menos lesivas para los derechos civiles como las adoptadas por otros países de nuestro entorno.

Son los principios éticos de mínima restricción y proporcionalidad. En Suiza, con muchas menos medidas restrictivas la mortalidad ha sido notablemente inferior a la de Italia, que hizo todo lo contrario, medidas duras.

Mark Woolhouse, epidemiólogo de la Universidad de Edimburgo, asesoró a los gobiernos escocés y británico en la gestión del coronavirus. Habla del escenario contrafáctico y explica por qué es tan tremendamente difícil calcular cuántas vidas salvó el confinamiento.

Surge el caso incómodo de Suecia, que apenas hizo nada y aun así queda muy lejos de los peores presagios contrafácticos.

-Cuando se decretó el primer confinamiento europeo en Italia, y enseguida después en España, no había datos que demostrasen que funcionaría. Por el contrario, los protocolos que tenían los países occidentales en previsión de pandemias de virus respiratorios mucho más mortíferos, siempre con la gripe de 1918 como referencia, ni siquiera contemplaban medidas tan drásticas, y si las mencionaban era para desaconsejarlas por invasivas y contraproducentes.

Sí era previsible que los daños fuesen descomunales. Por eso, además de ilegal, el confinamiento fue desproporcionado. Pero Woolhouse va más allá: el confinamiento fue intrínsecamente inmoral.

-Eso fue el confinamiento y así tenemos que recordarlo: una medida impulsiva, espoleada por el pánico y amparada por el sacrosanto principio de precaución. Fue un acto reflejo, es decir, aquello que uno hace sin detenerse a pensar en la conveniencia o las consecuencias de sus acciones.

Genial el artículo ¿verdad?

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