Los disfraces del nuevo moralismo
Al hilo del acercamiento que hice al psicoanálisis hace unos días, le pedí a Jesús Ambel, psicoanalista en Granada y lector y comentarista de este blog que me escribiera algo sobre lo que comenta en su intervención tras dicho artículo:
«hay un nuevo moralismo que se está apoderando de las libertades del ciudadano mediante la psicologización y la medicalización forzada de la población«.
Lo que sigue es su texto:
En el cuadro brumoso de la crisis que no cesa, las fechas electorales que hemos pasado, han debilitado la corriente de aire fresco que ventiló el 15M. Los debates abiertos entonces sobre las condiciones de la prosperidad, se han atenuado ahora, arrullados por la mano que mece la cuna de las urnas.
Algunos han dormitado estos meses y otros han aireado sus cuerpos y las banderas contra los “recortes” en el hospital público. A caballo entre la retórica gélida de la racionalidad de las cifras y los emocionales consuelos de la sensiblería progresista, los significantes amos de la política se muestran bien cumplidos en su eminente función de “sujetar” así a la indignada conciencia crítica y hacen posible, en consecuencia, que se olvide lo que verdaderamente está en juego en esta encrucijada histórica.
Y así debe ser, cuando vemos cómo mediante la propaganda, la manipulación directa de los cerebros, la biotecnología y la ingeniería social, la burocracia cientificista sigue predicando las excelencias de la evaluación, de la cuantificación a ultranza, del orden obsesivo de la cifra y de las estadísticas como nueva conciencia social, hasta llegar a constituir el nuevo evangelio de la gestión de la cosa pública.
Los políticos gestores de las cosas, los forofos de la cuantificación, los ingenieros de la conducta, con su ilusión de gestionar “científicamente” la existencia humana, son ellos en realidad los verdaderos actores de la crisis de las prácticas profesionales y de la prestación de los servicios en los dispositivos sanitarios. Y si los sujetos contemporáneos se adhieren a esa política, es por la sencilla razón de que ese discurso lleva en su seno el huevo de la serpiente de la tranquilidad. Una tranquilidad que los propios pacientes piden a los profesionales sanitarios en forma de medicación y que les plantea dilemas éticos de primer orden que, por fortuna, algunos tratan con tino y sabiduría humanista.
Frente al maximalismo político de las grandes palabras desgastadas por su uso, está por ver que la política sanitaria por venir sea la de gestión de las cosas o la del respeto por el sufrimiento de los seres hablantes. El psicoanálisis eligió, desde Freud y desde Lacan, la segunda. Pero en ese frente de batalla no estamos solos. Encontramos hombres y mujeres que aún conservan la capacidad de crítica y que dan muestras de saber desprenderse a tiempo del actual discurso cientificista, cultivado en secreto en los sueños totalitarios de algunas burocracias universitarias y cuyas consecuencias forman parte de nuestras pesadillas. Cuando los que quieren controlar a las poblaciones son tan numerosos nos queda, a cada uno, el privilegio de ser ciudadano y, de acuerdo a su deseo, la posibilidad de pertenecer a una opinión esclarecida y atenta.
Gracias por los comentarios. Aconsejo ver el video (*) de la entrevista con Eric Laurent en el programa de la TV pública argentina. Habla del discurso de la ciencia como propuesta de «nueva autoridad». Si lo que pensamos es que la ciencia pueda venir a cubrir la totalidad (sin fallas) que de sentido a todo, entonces convertimos a la ciencia en el nuevo Dios. Y de ahí a la emergencia del cientificismo sólo hay un paso. Un dibujo del siempre lúcido EL ROTO decía lo siguiente: «A la ideología dominante la llamamos ciencia«. No se puede decir mejor.
Con respecto al psicoanálisis, yo diría que se trata, ante todo, de una práctica. De una práctica clínica. Pero también es un discurso (en el sentido en el que Lacan hablaba de discurso), es decir, de un modo de vínculo social y de un modo de tratar lo que tiene que ver con el goce. ¿El goce? Sí, lo que más nos importa. Por el hecho de hablar, el ser humano se lleva mal con lo que más le importa. Esto tiene consecuencias clínicas, éticas y, por supuesto, políticas. Lacan decía que el discurso del inconsciente es político: se ocupa del sujeto de la ciencia, es decir, de lo que la ciencia, por definición, deja fuera de su campo de estudio y aplicación. Pero lo cierto es que la ciencia, en su vertiente técnica (en el sentido de Heidegger) se ha casado con el capitalismo y produce, cada día, objetos de consumo (la salud, por ejemplo) que se nos proponen para gozar más y mejor, en una carrera delirante que transforma nuestras vidas. El psicoanálisis, junto a otras prácticas críticas, introduce algo de cordura para que el porvenir sea un poco menos oscuro.
(*) http://www.youtube.com/watch?v=n8Ck13uV2l0&feature=youtu.be
Telma,
hay ejemplos clarísimos de materias que no son ciencia ni pseudociencia: la Literatura, el Periodismo, el Cine, la Pintura…
La Ciencia precisa de un método. Lo pseudocientífico se da cuando, en ausencia de dicho método, una práctica requiere para sí el adjetivo de científica o se presenta como si de ciencia se tratase. Ejemplo reiterado: la homeopatía. No ocurre eso, que yo sepa, con la acupuntura que, no siendo ciencia, no se presenta como tal, sino en el contexto de las medicinas tradicionales.
La Medicina precisa a la Ciencia, pero no es ella misma una Ciencia.
Para todos, si hay cosas que son ciencia y otras pseudociencias y el psicoanálisis no es ni una ni otra, ¿entonces cómo denominarlo correctamente? y … ¿existen otras materias que no son ni ciencia ni pseudociencia, al igual que el psicoanálisis?, en caso afirmativo, ¿cuales podrían ser? (cítense), quizás lo que ocurre con el psicoanálisis (y puede que con otras cosas aunque no con todas) sea un problema de mala clasificación y mala definición.
Miguel,
ya comenté en un post anterior mi simpatía y enorme respeto por el psicoanálisis.
Este post de Jesús Ambel, como su comentario al mío, me parecen especialmente lúcidos y necesarios en nuestra época.
Creo que Jesús estará de acuerdo conmigo en que el Psicoanálisis no precisa el reconocimiento de «científico», aun cuando se mueve en un ámbito claramente empírico, clínico, pero no por ello es en absoluto una pseudociencia. Esa es su gran diferencia, desde mi punto de vista con prácticas clínicas que confunden ciencia y creencia.
He visto el video al que se refiere Dani. «Recuperar la persona», «cuidar de nuestra propia vida», «entrenar la mente», «mirar dentro», «valores», «las falsas creencias», todo un corolario pues de orientación en la desorientación. De lo que no estoy tan seguro es de que la buena brújula sean «las emociones» porque, de ese modo, volvemos a la «naturaleza humana», a la amígdala. Y es aquí, en este punto preciso, en el que el psicoanálisis de Freud y de Lacan pueden servir de buena brújula. ¿Cómo restituir al paciente su valor de sujeto para evitar transformarlo en mercancía? ¿Cómo conciliar las exigencias de la medicina científica con la vocación «terapéutica», es decir, humanista? El respeto por el sufrimiento me parece ser el pivote a partir del que responder a la voz del que sufre «en su cuerpo o en su pensamiento». O bien respeto por la singularidad o bien domesticación generalizada.
Muy de acuerdo con la entrada Miguel, veo que hay voces que rescatan lo humano y la función del médico. Entiendo que aún no existe una masa crítica en ese sentido, que pueda torcer lo que lleva ya muchos años instalado y en funcionamiento. El privilegio de ser ciudadano debe ofrecer algo más que la posibilidad de un refugio cálido y seguro -que hoy por hoy- es cada vez para menos.
Saludos y buen año!
Mientras todo se siga reduciendo, sin demostración clara, a que la enfermedad viene de fuera o es genética, los pacientes tendrán derecho a «exigir la tranquilidad en forma de medicación» (soma) porque es lo único que creen que existe. Y también es lo que machaconamente se les adoctrina que es lo único que existe. El papel de la responsabilidad de la persona en su propia vida se sigue evitando, precisamente porque aceptarlo implicaría hacer una sociedad más libre de individuos con poder personal que son dueños de sus vidas. También, cambiar de paradigma es complicado ya que hay personas en niveles de conciencia, cultura e información muy dispares actualmente. Desde el que aún sigue exigiendo inocentemente que le curen hasta el que solo quiere saber lo que puede hacer desde si mismo para mejorar. Pero todo se andará, porque es el único camino de salida.
Si queremos creer que solo somos víctimas, necesitaremos creer también la necesidad de culpables y entonces se hacen imprescindibles los salvadores. Acción-reacción-solución es lo mismo desde otro punto de vista.
Queda la solución intermedia: el que quiera tratarse solo de una manera que lo haga, y el que busque la integración que lo pueda hacer también. Sería lo ideal.
En cuanto a lo de ser científico y al injusto peso que se le da a serlo o no serlo, además de la falsedad de considerar cosas que no lo son como que si y viceversa, ya he hablado muchas veces. Además de muchos es sabido que la ciencia más extemporánea actualmente es la biología (y dentro de ella la medicina, que se está quedando atrás en un paradigma ya superado con creces).
Una pregunta Dr. Javier Herráez, ¿cual es a tu modo de ver el paradigma que se queda atrás de la actual medicina y cual sería el que la ha de sustituir?
Fenomenal exposición. El poder está en nosotros mismos. En la medida que lo cedamos habremos perdido la libertad por no decir todo.
Si tienen un rato vean esta fenomenal exposición sin preocuparse por los idiomas aquellos que no entiendan el catalán. El entrevistado habla en castellano:
http://www.tv3.cat/videos/3867631/Mario-Alonso-La-resposta-es-a-les-teves-mans