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Cada mejillón contiene de media nueve microplásticos

Microplásticos hasta en la sopa, o para ser más exactos, hasta en los mejillones. Una investigación ha estudiado la presencia de microplásticos en bivalvos cultivados en Catalunya y ha determinado los niveles de estas partículas en mejillones, ostras rizadas y coquinas.

Los llamados microplásticos son aquellas partículas con un tamaño de entre la milésima parte de un milímetro y medio centímetro, formadas por polímeros, generalmente sintetizados a partir de productos derivados del petróleo.

Son contaminantes derivados de la acción humana, presentes en casi todos los ecosistemas del mundo. Debido a que su tamaño y forma son muy heterogéneas, tienen la capacidad de introducirse en la cadena alimentaria.

Varios trabajos han detectado su presencia en productos de consumo humano y se ha confirmado la exposición oral a estas partículas a través de la dieta en humanos. Ante esta situación, la siempre conservadora Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) considera a los microplásticos “un posible problema de seguridad alimentaria”, poniendo especial énfasis en los productos marinos. 

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Microplásticos de la ropa

Los investigadores/as del Centro de Tecnología Ambiental Alimentaria y Toxicológica (TecnATox) de la Universidad Rovira i Virgili tienen experiencia estudiando la presencia de microplásticos en bivalvos cultivados en Catalunya. En esta nueva investigación, han determinado el impacto del tiempo de depuración sobre los niveles de microplásticos en mejillones, ostras rizadas y coquinas.

También han analizado el tamaño, morfología y composición química de estas partículas artificiales presentes en el interior de los especímenes. Como explica Joaquim Rovira, un investigador del proyecto:

“Escogimos estudiar a estos animales porque obtienen el alimento a base de filtrar el agua; esto hace que sean propensos a contener microplásticos, si es que existen en el medio donde viven”.

Rovira destaca que son organismos que se consumen enteros, por lo que todos los microplásticos que acumulan son ingeridos por las personas.

En cuanto a los mejillones, los resultados revelaron que, en promedio, cada individuo contenía casi nueve microplásticos antes de su depuración. Este es un proceso diseñado para eliminar toxinas y microorganismos patógenos de los moluscos, que consiste en sumergir a los animales en agua desinfectada durante un período de tiempo que varía dependiendo del molusco y su zona de cultivo.

Cuando se sometió a los animales a 24 horas de depuración, la presencia de microplásticos en su interior se redujo un 50%, niveles que se mantuvieron estables a las 48 horas. En el caso de las ostras, se detectaron once microplásticos por animal, promedio que se redujo un 25% después de 72 horas de depuración y casi un 50% a las 96 horas.

Finalmente, en coquinas, se encontró un microplástico y medio de media por individuo antes de la depuración. Al cabo de cinco horas, los niveles se redujeron en más de un 30%. 

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En relación con su morfología, la mayoría de partículas encontradas en los especímenes son fibras (como las de la foto), aunque también se han detectado fragmentos y filmes.

Las ostras tienden a acumularlos de mayor tamaño que los mejillones, y estos mayores que las coquinas.

La composición de los polímeros coincide con los tipos de plásticos más utilizados: El poliéster y la celulosa sintética son las composiciones más frecuentes en las fibras, ampliamente utilizadas en la confección textil; el polietileno, polietileno tereftalato y poliuretano, en los filmes y fragmentos. 

Según los investigadores, los microplásticos llegan al mar procedentes, en su mayoría, de actividades terrestres: Procesos industriales, domésticos, fragmentación de neumáticos causada por el desgaste, etc.

Una de las principales fuentes de microplásticos es la ropa sintética, cuyas fibras son liberadas en el mar a través de las lavadoras. «Las depuradoras de aguas residuales no pueden retenerlas», explica Rovira.

Además, cualquier objeto de plástico de mayores dimensiones, una vez llega al mar, puede desintegrarse en fragmentos más pequeños, que son ingeridos por organismos acuáticos.

Cómo evitar la ingesta de microplásticos

Para evitar la ingesta de microplásticos, es fundamental adoptar varias prácticas en nuestra vida cotidiana. En primer lugar, es aconsejable reducir el uso de plásticos desechables, optando por alternativas reutilizables (o por ir a hacer la compra con una bolsa de tela), o botellas de acero inoxidable, y usar utensilios de madera en la cocina, por ejemplo.

También se pueden evitar productos de cuidado personal que contengan microperlas, que son pequeños plásticos usados en exfoliantes y pastas de dientes.

Otra estrategia consiste en filtrar el agua que consumimos en casa. Los filtros de carbono o de ósmosis inversa pueden reducir significativamente la presencia de microplásticos en el agua. Y a la hora de cocinar, es recomendable evitar sartenes y recipientes de plástico (PFOA -ácido perfluorooctanoico-, PTFE -politetrafluoroetileno-, y demás), que puedan liberar partículas al calentarse.

Y es importante prestar atención a la alimentación. Optar por alimentos frescos, de temporada y de origen ecológico, en lugar de envasados en plásticos. Hay que fomentar la conciencia colectiva sobre el problema de los microplásticos y su impacto en nuestra salud.

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